La Industria 4.0 es una realidad y cada vez son más las empresas que apuestan por la tecnología weareble. Una evolución que ayudará a mejorar los procesos de producción y la calidad de los productos.
Relojes digitales, gafas inteligentes… la tecnología wearable está de moda y ha llegado para quedarse. A nivel del consumidor estos objetos “vestibles” comienzan a hacerse un hueco en el mercado. Pero las compañías no solo apuestan por esta tecnología en el ámbito comercial y ya inundan los procesos de fabricación.
Está inmersión no es completa, todavía queda mucho trabajo por delante. Pero el Internet de las Cosas (IoT) se ha puesto a la cabeza para atender una demanda cada vez más creciente de los clientes. Y un estudio de Zebra Tecnohnologies, 2017 Manufacturing Vision Study, ya indica que la mitad de los fabricantes se subirán al carro de esta tecnología wearable en 2022.
El informe analiza las tendencias y los desafíos que moldearan la fabricación industrial en un futuro, teniendo en cuenta la perspectiva de 1.100 ejecutivos. ¿Las industrias incorporarían nuevas tecnologías para conseguir una posición competitiva en el mercado?
Una evolución inevitable para aligerar los procesos de producción
Por el momento, las fábricas que se aprovechan de esta industria 4.0 tienen diversos beneficios. Porque el Internet de las Cosas (IoT) permite tomar decisiones consensuadas con la monitorización de los procesos físicos. Se detectan antes los fallos y los errores y, por tanto, sus posibles correcciones. A su vez, la organización puede ver en tiempo real información sobre sus activos, bienes, procesos y locales. También, conectar las etapas de producción. Además, se anticipan las necesidades de los compradores para adaptarse mejor a las demandas del mercado. De hecho, el 50% de los encuestados contestaron que ésta era una de las estrategias de negocio más importantes.
El sector de la manufactura se encuentra en plena transformación por la tecnología, pero principalmente por la globalización. Las organizaciones permanecen en una carrera constante para conseguir la mejor calidad y llegar a los consumidores. Una alta competitividad que está haciendo variar las decisiones sobre la inversión. Se comienzan a destinar fondos para una recuperación a largo plazo, disminuir errores y conseguir fábricas más eficientes.
La calidad como prioridad
En la actualidad cada vez más organizaciones apuestan por ofrecer mayor calidad en su oferta, ya que los productos defectuosos llevan consigo un gasto muy alto: evaluar su condición, localizar el fallo y corregirlo. Devoluciones, arreglos o productos irreparables consiguen protestas de los usuarios y la pérdida de confianza en la empresa.
Una baja calidad no se puede permitir, y ello ayuda a que se potencie la innovación y el desarrollo tecnológico. De hecho, se desprende del estudio que los fabricantes están incorporando más puntos automáticos de control de calidad en el proceso de producción.
De cara al futuro, el informe apunta las cinco estrategias que impulsarán el crecimiento y mejorarán los resultados financieros:
- Incrementar la producción sin interrupciones.
- Potenciar la habilidad a la hora de adaptarse a las nuevas demandas del mercado.
- Aumentar la variedad de los productos.
- Mejorar la visibilidad.
- Disminuir los costes de producción.
El cambio está en marcha y los fabricantes no se quieren quedar atrás. La tecnología permite aumentar la calidad, incrementar la producción y reducir los costes, en definitiva, contar con las condiciones para ser competitivos.