Cruzar la frontera (no) es un juego: la inmigración como nunca te la habían contado

Este videojuego experimental pretende reflejar la realidad de los inmigrantes mexicanos que intentan llegar a Estados Unidos

El artista mexicano Alfredo Salazar-Caro comenzó a trabajar en 2013 en Border Crossing Beta 2.0, un videojuego todavía en proceso de mejora que intenta reflejar la dura realidad que muchos inmigrantes mexicanos viven al cruzar la frontera con Estados Unidos. Su intención es contar muchas historias al mismo tiempo, entremezcladas y de forma no lineal, como parte de un juego en el que los usuarios tienen que ponerse en la piel de otros con el compromiso de aguantar hasta el final.

La aventura (o desventura) comienza en territorio estadounidense, después de haber cruzado la frontera. Tendremos que atravesar el desierto de Sonora, en Arizona, para intentar llegar a alguna ciudad donde encontrar trabajo, tal y como haría cualquier inmigrante en la vida real.

A lo largo de su camino, los jugadores irán encontrando vestigios de la vida de otra gente que ha pasado por el mismo lugar. Aunque también es posible que no encuentren nada, pues dependerá del camino que elijan y las decisiones que tomen. No hay forma de saber que estás avanzando, una técnica que, según explica Salazar-Caro a Think Big, produce una profunda desesperación en quien se atreve a enfrentarse al reto. Como «cada uno va a su propio paso», tendrá una vivencia diferente en el desierto virtual.

Más allá del videojuego, el creador también concibe este trabajo como una instalación artística. El usuario puede decidir meterse en la historia o ser un mero espectador de lo que ocurre, sin participar. También define su trabajo como un documental experimental, puesto que para hacerlo lo más realista posible está entrevistando a inmigrantes que han cruzado la frontera y a profesionales sociales que trabajan con ellos. El objetivo es contar sus verdaderas experiencias.

El premio es entender

El jugador no llegará a ningún lado: perderá, morirá, no tendrá otra opción. Hasta que eso suceda tendrán que pasar alrededor de 30 minutos. Según Salazar-Caro, «eso quiere decir que el jugador deberá comprometerse a seguir hasta el final, a no abandonar a los cinco minutos». La gente enseguida se da cuenta de que este viaje interactivo «no se disfruta, pero tienen ganas de continuarlo» para saber cuál será el desenlace. Por supuesto, lo que no se imaginan es que van a morir.

Quienes lo han probado lo describen como algo que produce un sentimiento de tristeza porque, «de repente, se encuentran perdidos en medio del desierto y no saben qué hacer, no saben si van a encontrar algo en el camino». La meta o el premio, a diferencia de otros videojuegos, es descubrir y vivir lo que sienten otras personas de carne y hueso en su día a día.

Lo realista y lo surrealista se fusionan en esta experiencia interactiva, siempre con el objetivo de narrar la historia de la forma más humana posible. El jugador podrá encontrarse en medio del camino una fogata y una radio en la que suena una canción de Molotov, o los fantasmas de quienes pasaron por allí y no lograron vivir para contarlo.

Ahora el artista trabaja para incluir en el vídeojuego las historias contadas con voz propia. De esta forma, cuando el jugador se encuentre pistas, también podrá escuchar a los inmigrantes explicando lo que les pasó en cada punto del recorrido. En ese mundo de fronteras «hay historias muy trágicas, aunque también las de personas que lograron cruzar y llevan años viviendo en Estados Unidos». Incluso en las más esperanzadoras, afirma, los protagonistas dejan mucho a sus espaldas.

Los que han cruzado con éxito y llevan muchos años en EEUU siguen siendo inmigrantes ilegales que no pueden volver a su país de orígen para ver a sus familiares. Por eso, el artista también pretende reflejar «que esa gente acaba viviendo en una pobreza perpetua». Personas que trabajan en malas condiciones, con salarios ínfimos, buena parte de los cuales envían de vuelta a México.

inmigracion 2

Salazar-Caro lo cuenta desde su propia experiencia. Él, también inmigrante mexicano, lleva 13 años viviendo en Estados Unidos, aunque de forma legal. Llegó allí sin sobresaltos, pero una vez en el país norteamericano conoció el racismo y la situación que sufren algunos de sus compatriotas. «Me interesé por ellos y traté de entender cómo era su situación», indica. Después de haber cruzado la frontera más de 50 veces en coche, entendió lo que se vive en ella, vio que «los guardias fronterizos son gente muy dura, racista, que aunque sepan que vives legalmente en el país, te ven como si fueras criminal solo por ser mexicano».

Su objetivo es crear conciencia y explicar que, incluso en estas circunstancias, «cruzar el desierto de Sonora resulta más apetecible para muchos que quedarse en tu tierra natal». Dice que la situación en México es muy dura (salvo excepciones) y que sus ciudadanos se enfrentan a múltiples problemas, especialmente derivados del narcotráfico. De hecho, los señores de la droga abusan de los campesinos, los raptan y amenazan para que trabajen para ellos a cambio de dejar tranquilos a sus seres queridos.

La gente cruza porque «nunca sabes quiénes son los malos, los narcos o el gobierno mexicano». México es un país muy dividido socialmente, donde hay recursos que siempre acaban en manos de los mismos, lo que también motiva a abandonar el país porque allí «la gente pobre no tiene posibilidad de avanzar».

Porque su proyecto pretende ser un grito al mundo, cree que un videojuego es el altavoz perfecto. Permite transmitir experiencias de forma más intensa que otros medios audiovisuales porque el jugador puede vivir la historia desde dentro, entender en qué consiste el problema de la inmigración y mostrar más respeto a los que ponen su vida en riesgo al tomar la decisión de partir sin saber con certeza si llegarán a su destino.

Imágenes vía | Salazar-Caro

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