En los últimos años las interfaces cerebrales han saltado del aséptico sector de la investigación académica a la voracidad de la iniciativa privada.
La presentación de Neuralink este verano por parte de Elon Musk ha revuelto el sector de las interfaces cerebrales. Al menos en lo que a visibilidad se refiere. Este mercado, que según la consultora especializada Neurotech Reports ascenderá a 12.000 millones de dólares en 2020, se encuentra en plena efervescencia.
La empresa de interfaces cerebrales de Musk solo es uno de los actores que han entrado a nadar en este mercado. En él también se encuentra un buen número de centros de investigación académicos, con proyectos en marcha. De tanto en tanto, se publican trabajos en Nature y en otras revistas científicas sobre las posibilidades de estos dispositivos.
La descodificación de un diálogo de pregunta-respuesta en tiempo real mediante la actividad del córtex cerebral fue presentada recientemente por investigadores de la Universidad de California en San Francisco. La Universidad de Stanford difundió cómo pacientes con parálisis podían mover con éxito un cursor en una pantalla, solo pensando en ello.
En realidad la primera vez que un paciente con parálisis movió el cursor de un ordenador con el pensamiento fue en la primera década de los 2000. A partir de ahí ha seguido habiendo avances. Algunas personas lograron controlar incluso una tableta gracias a la lectura de la actividad cerebral.
El camino ha sido largo hasta ahora y los éxitos solo se han prodigado en los últimos años. La primera de las interfaces cerebrales inalámbricas apareció hace seis años, al igual que la primera comunicación cerebro a cerebro. A partir de todo este conocimiento, el sector privado se ha lanzado a experimentar.
La empresa se embarca en las interfaces cerebrales
Neuralink ha sido el caso más vistoso. Como todo lo que corresponde a Elon Musk, la compañía presentó su trabajo con una gran expectación mediática. Su método, según anunció, mejora los precedentes. Se trata del implante de un chip mediante una ruta invasiva. En total son más de 3.000 electrodos los que se emplazarían en el cerebro.
Todo ello serviría para propiciar en el futuro que pacientes con parálisis volvieran a mover los miembros o pudieran controlar dispositivos con los impulsos nerviosos del cerebro. No es la única compañía que ha puesto su mirada en este campo. Facebook trabaja en un método para transformar los pensamientos en texto. Nissan mostró una interfaz cerebro a vehículo, que permitía a los coches interpretar las señales neuronales.
La consultora Nielsen ya usa la neurociencia para tratar de capturar aspectos no conscientes de la decisión de compra de los consumidores. Otro ejemplo de cómo las empresas exploran esta nueva tecnología. Ni qué decir tiene, hay muchas que están empezando y se han centrado en este campo, como Neuralink. No en vano, las predicciones para el mercado en 2020 son demasiado abultadas como para ignorarlas simple y llanamente.
Imágenes: Stereolux Nantes, Geralt