Cable submarino

Cables submarinos: Internet en el fondo del océano

Estamos tan acostumbrados a conectarnos a internet que cuesta imaginarse la infraestructura necesaria para hacer posible que un mensaje viaje de tu teléfono a un servidor en Estados Unidos en segundos.

Internet, para muchos, es como el éter: una sustancia invisible que flota por el aire. Para la mayoría es tan natural acceder a la red de redes que olvidamos qué hay detrás o qué lo hace posible.

Lo que consideramos como Internet no se limita a correos electrónicos, vídeos en YouTube o mensajes en Facebook o Twitter. Para hacerlo posible es necesaria una infraestructura física, empezando por la fibra óptica o el cable de cobre que conecta nuestro hogar con las sucesivas centralitas de nuestro proveedor y terminando por los servidores que almacenan las páginas que visitamos o que ejecutan los servicios que utilizamos online.

Y para conectar todo ello, kilómetros y kilómetros de cables Ethernet o de fibra óptica que conectan servidores, routers, computadoras y, a la larga, países y continentes.

Todo esto viene a propósito del cable submarino desplegado por Facebook y Microsoft con la colaboración de Telefónica, apodado Marea y que comunicará España y Estados Unidos. Más de 6.600 kilómetros de cable que conecta el Norte de Virginia con el Sur de Europa para transmitir el equivalente a 4.000 DVDs por segundo o, concretamente, 160 Terabits por segundo.

Anunciado en mayo de 2016, el proyecto finalizará este otoño con la instalación y conexión definitiva y ayudará a mejorar la velocidad y conectividad de servicios de Microsoft y Facebook para el ámbito personal pero, especialmente, para el profesional.

Marea será el enésimo de los cables submarinos de fibra óptica que conectará Estados Unidos con Europa, el primero a través de España, pero si echamos un vistazo a Submarine Cable Map, veremos que hay muchísimos más y que permiten que podamos comunicarnos con prácticamente cualquier rincón del planeta y que miles de comunicaciones simultáneas sean posibles y sean inmediatas. Según los datos disponibles, se estima en más de 1.000 millones de kilómetros los cables submarinos actuales.

Todo empezó con el cobre

La primera conexión entre continentes a través de cables submarinos fue posible en 1858 con un cable de cobre, en realidad cientos de ellos envueltos en tres capas de aislante, que unía Irlanda y la isla de Terranova en Canadá.

Ese primer cable se conectó mediante dos barcos que se encontraron a medio camino y su propósito era hacer posible la comunicación por telegrafía. En 1866 se sustituyó por otro cable mejorado.

Con los años, el sistema fue mejorando y la telegrafía dio paso a la telefonía: aislantes plásticos, más eficaces, repetidores amplificadores sumergidos con suministro de energía que agilizaban el envío y recepción de la información a través de los cables, y posteriormente los pares coaxiales, que aumentaron exponencialmente el número de canales disponibles para las llamadas intercontinentales.

La fibra óptica hasta nuestros días

Ya en la segunda mitad del siglo XX, la fibra óptica fue ganándole terreno al cable de cobre, hasta que en 1988 se instaló TAT-8, el primero de los cables submarinos de fibra óptica que utilizamos hoy en día. Ese cable, que contenía a su vez 3 cables de fibra óptica, ofrecía una velocidad de 20 Megabits por segundo.

En España, el primer proyecto para instalar cables submarinos de fibra óptica fue OPTICAN-1, un experimento de Telefónica con AT&T que unió Las Palmas de Gran Canaria con la Isla de Tenerife. Tal y como indica un artículo anterior de Blogthinkbig.com, ese proyecto fue el primer paso para lo que vino después: el PENBAL III que unía la Península Ibérica con las Islas Baleares, el PENCAN IV, que unía la Península con Canarias o PENCAN 8, que en 2011 unió la Península, a través de Cádiz, con Tenerife a velocidades de 5,2 Terabits por segundo.

Los cables submarinos de fibra óptica que hay instalados actualmente conectan desde países con sus respectivas islas, países vecinos o directamente continentes entre sí.

En cuanto a su composición, los cables actuales cuentan con varias capas de aislante y protección, como polietileno, acero trenzado, cobre o aluminio, además de la propia fibra óptica que hay en su interior.

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