Estamos acostumbrados a llevar en el bolsillo teléfonos inteligentes de más de 16 GB de almacenamiento y discos externos de hasta 1 TB. Pero no siempre fue así.
El primer disco duro vio la luz en 1956. Pesaba una tonelada y su capacidad era de 5 MB. Si entras a una tienda de electrónica en 2017, encontrarás fácilmente un disco duro externo de 1 o 2 TB (1 o 2 millones de MB) y que pesa poco más de 200 gramos (1 tonelada equivale a 1 millón de gramos).
Otro dato curioso. Mi primera computadora tenía un disco duro de 2 GB, que en aquel entonces me parecía mucho. Hoy tengo un disco de estado sólido (SSD) de 250 GB infinitamente más rápido y, si no voy con cuidado, enseguida se queda sin espacio. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Los inicios magnéticos: cintas, disquetes y discos duros
Muchos habréis visto fotografías en blanco y negro con hileras de máquinas mastodónticas con dos unidades de cinta cada una. Esas máquinas ocupaban una habitación entera y eran los primeros sistemas de almacenamiento de datos informáticos.
Las primeras computadoras de los años 50 y 60 almacenaban la información con cintas magnéticas de gran tamaño que se organizaban en dos bobinas. Pero lo curioso es que este no fue ni el primero ni el único método para guardar datos.
Junto con las cintas magnéticas, también se utilizan las tarjetas perforadas, fragmentos de cartón de mayor o menor tamaño con agujeros en zonas concretas. La máquina traducía esos agujeros en órdenes, aunque también podía usarse para guardar pequeños fragmentos de información.
Para hacernos una idea, las tarjetas más habituales de IBM en los 70 guardaban 36 bits en cada fila en hasta 80 columnas (36 bits equivalen a 4,5 bytes).
Pero las cintas magnéticas se vieron como un método más práctico y evolucionaron durante décadas, siendo usadas como método de almacenamiento de archivos hasta finales de los 80.
De grandes bobinas se consiguió pasar a bobinas de menor tamaño, grabando ambas caras de la cinta y en varias pistas por cara, optimizando así el guardado de datos.
Pero en guardado magnético de archivos no todo son cintas. El disquete, de menor tamaño y que podía llevarse en el bolsillo, ya permitía grabar hasta 1,44 MB en los formatos de 3 1/2 pulgadas (que aparecieron en los años 80). Eso sí, los primeros, de finales de los 60, eran de 8 pulgadas, y los de 5 1/4 pulgadas sólo almacenaban 360 KB.
Para hacernos una idea. Windows 3.11 salió a la venta en 1993. Ocupaba 9 disquetes de 3 1/2 pulgadas. Y para instalarlo tenías que instalar antes MS-DOS, que ocupaba 3 disquetes más.
Junto con el disquete, otro sistema de almacenamiento de archivos popular fue el disco duro, que aún seguimos usando. Como vimos al principio de este artículo, el primer disco duro apareció en 1956 y guardaba hasta 5 MB de datos. En 1979, ya admitía hasta 64,5 MB.
Mejorando la conexión entre el disco y la computadora (IDE, ATA, SATA, SCSI) y combinando varios discos en paralelo, llamados platos, los discos duros o HDD han aumentado su capacidad hasta los terabytes. Además, en la actualidad puedes llevar encima un disco duro, conectarlo por USB y sin necesidad de conectarlo directamente a la corriente eléctrica como los modelos anteriores.
Del magnético al óptico: CD, DVD y Blu-Ray
De almacenar datos aprovechando las propiedades magnéticas de determinados materiales pasamos al uso del láser para guardar datos y archivos en discos ópticos.
Entre los años 70 y 80 del siglo XX se trabajó en métodos para almacenar archivos en una superficie óptica mediante grabación láser con distintas longitudes de onda. En 1979 ve la luz el CD de 700 MB de datos, usado todavía en la actualidad, sobre todo en música.
En los años 80 se popularizaron las grabadoras de CD y los discos de varios usos o CD-RW/CD+RW.
En 1995 aparece el DVD, una mejora del CD del mismo tamaño (12 centímetros) pero que alcanza los 4,7 GB de almacenamiento de datos. El formato ideal para las películas y series de TV.
Y el círculo se cierra en 2002 con el Blu-Ray, una mejora del DVD que almacena entre 25 y 128 GB. Como curiosidad, este formato compitió con el HD DVD, de similares características pero con menor apoyo de la industria.
Los olvidados: Zip, Jaz y SuperDisk
Los más veteranos recordarán los disquetes. La mayoría conocemos los CD, DVD, discos duros y obviamente el Blu-Ray. Incluso algunos habrán trabajado con cintas de casete en computadoras clásicas como Commodore.
Pero no ocurre lo mismo con los dispositivos Zip o Jaz, los grandes olvidados.
En 1994, en paralelo al uso de disquetes y discos ópticos como medio de almacenamiento de archivos externo, surgen las unidades Zip. A través de un lector especial, se introducía un cartucho o disco Zip de entre 100 MB y 750 MB.
Se trataba de un sistema magnético, como el disquete, y aspiraba a sucederlo, pero el CD ganó en popularidad y fue una alternativa más barata.
Lo mismo ocurrió con la unidad Jaz, también del fabricante Iomega. Una evolución del Zip que en 1997 ofrecía entre 1 y 2 GB de almacenamiento.
Por su parte, el SuperDisk era una evolución del disquete que ofrecía mayor velocidad de lectura y escritura y una capacidad de entre 120 y 240 MB.
Estado sólido
Las cámaras de fotos digitales y los dispositivos móviles como teléfonos o tablets han hecho necesario un sistema de almacenamiento de datos mucho más pequeño que los que hemos visto y mucho más eficiente en cuanto al consumo de energía.
La respuesta son las memorias SDD y memorias Flash, más eficientes y resistentes porque no tienen partes móviles, los datos se guardan más rápido, no se fragmentan los archivos, requiere menos mantenimiento, etc. Por contra, tienen una vida útil menor que el disco duro.
Sin embargo, gracias a esta tecnología, nuestros teléfonos, tablets o computadoras se encienden en cuestión de segundos y podemos llevar con nosotros cualquier archivo gracias a las memorias USB o stickers.