El programa Outerhelios se ha inspirado en canciones reales de jazz para aprender a componer música de este género. Pero los resultados no han sido alentadores.
Los compositores y los músicos de jazz pueden estar tranquilos de momento. De todos los puestos de trabajo que durante los últimos años se ha dicho que la inteligencia artificial podría acaparar, al suyo no le ha llegado la hora aún. Y por lo escuchado, si llega ese momento, tardará en hacerlo.
Esta lección se desprende del experimento llevado a cabo por dos músicos metidos a programadores, CJ Carr y Zack Zukowski. Su idea fue nutrir un algoritmo con música de jazz y dejar después que este compusiera sus propias melodías.
Para este propósito, los investigadores usaron el álbum Interstellar Space (1967), del músico estadounidense John Coltrane. De este aprendizaje salió Outerhelios. El nombre de este algoritmo capaz de componer y emitir jazz es un juego de palabras.
El álbum de Coltrane está compuesto de piezas instrumentales, donde destaca su saxofón , el instrumento preferido del músico. Las canciones se llaman como los planetas del sistema solar (Marte, júpiter…). Con lo que el algoritmo que ha aprendido todo lo que sabe de este disco se ha bautizado como Outerhelios.
El objetivo probablemente era significar que el nuevo jazz va más allá del sistema solar propuesto por Coltrane. Sin embargo, el resultado ha sido una música engorrosa, con sonidos poco limpios. La batería destaca como telón de fondo y sobre ella se machacan silbidos de saxofón. Outerhelios produce una cacofonía que difícilmente puede resultar agradable al oído.
Composiciones artificiales
Aunque en favor del algoritmo hay que decir que la base de datos de la que se ha nutrido no es precisamente un jazz para todos los públicos. En Interstellar Space, Coltrane juega con su saxofón hasta el límite sobre un lecho de platillos y toques suaves de batería. Un ejercicio instrumental de trapecista que toca seguro de sus dedos y de sus soplidos.
Outerhelios no es el único proyecto CJ Carr y Zack Zukowski, que también lo han intentado con el death metal y con el skate punk. Y ni mucho menos es el único intento para que la inteligencia artificial cree música.
Las composiciones de Aiva, que se inspira en el trabajo de los grandes compositores clásicos, desde Mozart a Beethoven, resultan agradables al oído y fáciles de escuchar. De hecho, este software, cuyas piezas han servido para anuncios, se ha ganado el reconocimiento de la sociedad de derechos de autor en Francia: sus composiciones están protegidas como propiedad intelectual.
Imágenes: JuhaOnTheRoad, janemarple104