Un aspecto fundamental de la comunicación con robots es el lenguaje no verbal, que se está perfeccionando para mejorar la interacción con las personas.
La comunicación con robots habitualmente pasa por que las personas envíen comandos y reciban una interacción calculada. Pero no siempre se puede mantener la acción de una máquina en unos límites perfectamente medidos, pues dejaría de ser útil para una de las tareas más necesarias: la predicción. Ante esta circunstancia un equipo de científicos de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) ha profundizado en otra forma de comunicación entre robots y personas que no es la evidente.
Estos investigadores se han planteado la cuestión tomando como modelo a un robot humanoide, destinado a interactuar con humanos. Su intención es que las máquinas del futuro no requieran de complicados manuales (más enmarañados aún que los que hoy acompañan a casi cualquier aparato electrónico) para ser utilizados. El uso de los robots sería más sencillo si éstos pudieran comunicar lo que quieren a las personas.
La clave para lograr esto se encuentra en el lenguaje corporal que utilizamos los seres humanos. Si los robots pudieran imitarlo las personas a su alrededor tendrían una guía para saber en todo momento qué espera de ellas. Los científicos se han centrado en un acto concreto, dar una cosa. Cuando un robot humanoide realiza el gesto para ofrecer un objeto a una persona ésta no siempre se da por aludida al momento.
El equipo de investigadores ha creado a Charlie, un robot con brazos y un aspecto que recuerda en cierto sentido al de un ser humano, con varios módulos que conforman lo que podría considerarse un rostro. Con él han llevado a cabo un experimento en el que han colaborado 102 participantes.
Charlie ofreció botellas de agua de su mano robótica a cada uno de los participantes en el estudio, pero lo hizo de tres formas distintas. La más rudimentaria consistía en alcanzar la botella con la “vista” fija en ésta, con la segunda opción miraba a la persona al hacer el gesto, mientras que por último no sólo miraba a la persona, sino que una vez extendido el brazo alzaba la “cabeza” para lanzar una cibermirada a los ojos de su interlocutor.
El objetivo era calibrar el efecto de la mirada fija (incluso si ésta proviene de un robot) para comunicar una intención, en este caso ofrecer una botella de agua. El resultado fue que la gente recogía antes la botella cuando la máquina miraba directamente a los ojos, algo muy propio de los seres humanos.
Imagen: University of British Columbia