No seré yo quien diga que no hay que preocuparse por vivir hiperconectada. Cuando yo precisamente lucho a diario por estar menos conectada y he abanderado el proyecto “Malamadre en modo avión”. Pero claro, mi trabajo es en gran parte en las redes sociales y lidero una comunidad digital, así que me lo tengo que tomar muy en serio para que mi móvil no me avise, día sí y día también, de “te has pasado el límite de horas conectada”.
Cuando tu trabajo es estar conectada, poner límites para lograr una adecuada conciliación es fundamental. Lo hago por mi salud mental y también porque quiero dar un buen ejemplo a mis hijas en lo que al uso saludable de la tecnología se refiere. Un tema que preocupa mucho a las Malasmadres y en el que estoy muy comprometida. Pero al mismo tiempo, las posibilidades que nos ofrece tener el trabajo a golpe de clic, poder reunirnos a cualquier hora desde cualquier lugar del mundo, han cambiado mi vida a mejor.
La pandemia fue para mí y mi equipo una oportunidad de hacer las cosas de otra manera. Me hizo reflexionar sobre si realmente necesitábamos un espacio físico. Y realmente me di cuenta de que no era necesario de ese modo. Dimos el paso a teletrabajar al 100% y a digitalizar nuestros procesos. ¿Echamos de menos la oficina? Pues también. ¿Volveremos a tener un espacio físico? Seguramente. Pero será un modelo híbrido, que creo debe ser el camino para muchas empresas.
Hay que parar, reflexionar, escuchar a las personas y tomar decisiones para que la conectividad, que disfrutamos, nos plantee retos que nos pueden hacer vivir mejor y ser más sostenibles.
Teletrabajo ¿sí o no?
Durante los últimos años he formado parte de muchas mesas de debate que intentaban tirar por tierra el teletrabajo, sobre todo, porque es difícil plantearlo con perspectiva de género. Pero ahí está el reto. Que el teletrabajo no nos invisibilice a las mujeres y que pongamos límites para que no acabemos trabajando más de lo esperado o mezclando demasiado los dos mundos: el personal y el profesional. Pero más allá de eso, yo solo le veo el lado positivo. Y creo que en esto tenemos que desaprender mucho. ¿Por qué nos importa tanto que mientras teletrabajamos recibamos un paquete personal en casa, demos Dalsy a nuestra hija enferma o programemos la lavadora? Creo que tenemos que enfrentarnos de verdad a lo que el nuevo mundo digital nos ofrece, sin miedo a que la línea entre lo personal y lo laboral se diluya.
Se puede teletrabajar y ser una trabajadora eficiente. Se puede teletrabajar y mejorar nuestra vida de Malamadre. El teletrabajo y otras medidas de conciliación tienen que venir acompañadas de una filosofía por la corresponsabilidad eficiente, que escuche activamente a los equipos y que tenga en el ADN de la empresa los cuidados, apostando por mejorar la vida de las personas, dentro y fuera del trabajo.
No tengamos miedo, demos un paso adelante y empezaremos a abrazar la conectividad como oportunidad para vivir mejor, con menos estrés, mejorando nuestra relación con el trabajo y entendiendo que sin conciliación no tenemos futuro. Que los cuidados son una responsabilidad social de las empresas y un derecho de todas las personas.
En este mes de marzo es importante recordar que sin conciliación no hay igualdad posible y que la tecnología es una aliada en este gran reto que nos planteamos.
Imagen de Brand Factory.