Una buena presentación es como un buen plato. No tiene un único ingrediente y conviene saber cómo combinar los ingredientes y en qué medida para obtener el mejor resultado. Veamos algunos trucos para lograrlo.
En la actualidad, no es suficiente con tener una gran idea, también tienes que transmitirla a tu audiencia si quieres que esa idea prospere. De lo contrario, por muy bueno que sea tu proyecto, no tirará adelante si no sabes explicarlo correctamente.
Así pues, saber comunicar es casi tan importante como hacer bien tu trabajo. Hacer algo bien y no saber transmitirlo significa muchas veces que caiga en saco roto. De ahí que hacer una buena presentación sea algo imprescindible para enganchar a tu público o a quienes deberán decidir si lo que estás haciendo está bien o no.
Menos es más
Este mantra se repite en muchos ámbitos profesionales. En diseño, por ejemplo, se apuesta desde hace años por la simplicidad en la elaboración de muebles, objetos o edificios.
Lo mismo ocurre con una buena presentación. Procura sintetizar lo que quieres explicar. Quienes van a oírte no necesitan conocer todos los detalles. Ya los buscarán si están interesados. Atrae su atención con lo más importante, ve al grano.
Economía de los recursos
Al igual que no necesitas saturar a tu audiencia con cientos de ideas y argumentos, lo mismo ocurre con los recursos que utilices en tu presentación. Hay un término medio entre hacer tu presentación sin nada en las manos y ofrecer diapositivas y vídeos a granel.
¿Es imprescindible mostrar un vídeo? Adelante, pero que sea corto. ¿Cuántas diapositivas necesitas para transmitir tu idea? Diez son mejor que veinte, por poner un número.
Una idea en cada diapositiva
Insistimos en el concepto de síntesis. No des un discurso excesivamente largo, no satures a tu audiencia con demasiados recursos gráficos y, cómo no, no conviertas tus diapositivas en geroglíficos.
Si tu discurso debe ser directo y claro, lo mismo ocurre con las diapositivas. Cada una debe incluir una idea, acompañada del menor contenido posible, tanto gráfico como textual.
Si necesitas desarrollar esa idea, puedes apoyarte en los recursos que ofrece PowerPoint o el programa que utilices: mostrar una frase o idea con cada clic y no toda la información de golpe. Así evitarás que tu audiencia se despiste o se adelante al desarrollo de tu argumento, perdiendo la atención por culpa de la diapositiva.
No memorices
Leer tu discurso o repetirlo de memoria no es útil. En el primer caso, porque tu público también sabe leer, así que mejor será que les facilites el contenido y lo lean por su cuenta. En cuanto a repetirlo de memoria, supone que dediques tiempo a memorizarlo y que te expongas a perder el hilo o equivocarte en cualquier momento.
En una buena presentación, tu discurso surge de forma natural, desarrollas las ideas y argumentos sin problemas porque es algo que dominas y en lo que has estado trabajando. Así transmitirás confianza en tu audiencia y venderás mejor tu proyecto. Además, te quitarás la presión de encima por miedo a equivocarte.
Coherencia
De ti depende cómo empezar la presentación, de qué hablar y en qué momento, cómo ordenar las ideas y conceptos a explicar. Lo mismo ocurre con la presentación y las diapositivas, así que procura que haya unacoherencia entre lo que explicas y el orden en que lo haces con la presentación. No te interrumpas a ti mismo o cambies de diapositiva de forma desordenada por una mala improvisación.
Juega con el ritmo
Tan importante es lo que dices con cómo lo explicas. Los silencios, las pausas y el tono de tu voz son un complemento imprescindible para realizar una buena presentación, retomar la atención de tu audiencia o evitar que decaiga.
Parece obvio, pero conviene recordar que hay que mantener un equilibrio entre un discurso demasiado lento o excesivamente rápido. Tienes que dar tiempo a que tu público interiorice lo que dices y que al mismo tiempo no pierdan la atención por falta de ritmo.
Las preguntas al final
Una presentación interactiva tiene su atractivo pero es poco práctica. En ocasiones hay que hacer caso a la vieja escuela, y en este caso, conviene hacer una presentación del tirón y que las preguntas se hagan al final.
En primer lugar, para evitar constantes interrupciones. En segundo lugar, para que una pregunta no atropeye un tema del que ibas a hablar después, desordenando así tu presentación por una pregunta inocente pero inoportuna.
Imagen | PublicDomainPictures (Autor: Linnaea Mallette)