Y la música se hizo tablet

Las tablets son ya herramientas de nuestro día a día, pero, al ser cada vez más potentes, ofrecen amplias posibilidades de uso en entornos profesionales como la música. Un iPad es suficiente para grabar y componer un disco.

Desde la comercialización del primer iPad de Apple en el año 2010, el mercado de las tablets ha crecido a un ritmo vertiginoso. En tan solo tres años, las ventas de estas computadoras portátiles se han multiplicado por seis (en 2010 se vendieron algo menos de 20 millones de unidades y en 2013 se superarán los 120 millones) y su penetración mundial ya es del 6% (en España se espera que sea del 20% a finales de 2013). Probablemente, las tablets son el dispositivo electrónico que más rápido ha crecido de toda la historia. Las hemos aceptado como otro aparato más de nuestro día a día y, gracias a esta banalización, a menudo olvidamos el verdadero valor que aportan en nuestras vidas. Podemos trabajar, leer o jugar en cualquier parte, aunque esta ubicuidad es especialmente significativa para la creación musical.
Que Gorillaz o Björk hayan grabado discos con la ayuda de unas cuantas apps para iPad podría ser algo meramente anecdótico, pero el constante avance tecnológico y la creciente llegada de aplicaciones para Android, iOS y Windows (los sistemas operativos dominantes en el mercado tablet, por ese orden) han facilitado la composición, grabación y arreglo de canciones. O lo que es lo mismo, han hecho posible crear música con tablets. Desde potentes sintetizadores como Animoog o Rebirth, a emuladores de guitarra como Amplitube o JamUp Pro hasta completas estaciones de trabajo como Cubasis, FL Studio o NanoStudio, las posibilidades creativas son cada vez más amplias.

Lectura y composición

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Muchos músicos utilizan tablets en sustitución de las tradicionales partituras de papel. En un mismo dispositivo puedes llevar cientos de miles de partituras, puedes ampliar zonas concretas de una canción, entre otras muchas cosas, y su uso es cómodo y sencillo. Por otro lado, la composición de música se facilita con programas como Ensemble Composer, Noteflight o NotateMe, que permiten crear tus propias partituras y escucharlas al instante gracias a los sonidos MIDI y los VSTi, simulaciones de instrumentos virtuales que interpretan la partitura.

Instrumento de estudio o de concierto

Aunque en este caso iOS tiene más y mejores aplicaciones para editar y grabar sonidos, Android y Windows están recibiendo poco a poco más opciones en sus correspondientes tiendas. Así, una tablet puede ser un piano en miniatura, una caja de ritmos, un procesador de voces, un controlador MIDI, etc. En este sentido, el teclista del grupo Dream Theater, Jordan Rudess, puede servir de ejemplo ilustrativo de lo que se puede conseguir con un iPad:

O también esta orquesta formada por tablets y smartphones, la DigiEnsemble de Berlín:
¿La ventaja? Que puedes usar la tablet tanto en estudio como en directo. Son herramientas tan potentes que consiguen un rendimiento profesional sea cual sea la situación en la que las uses. Y la tecnología no hace más que avanzar. Las tablets comercializadas en 2013 cuentan con procesadores de cuatro núcleos a 1,5 GHz, equiparables a portátiles de gama alta y PC’s de gama media.

Creación colaborativa

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El trabajo en equipo es fundamental en la música. Desde que se crea la canción hasta que se pone a la venta, cada sonido y cada nota deben pasar por muchas manos. Las tabletas están facilitando este proceso, ya que hacen el producto totalmente portable. Por tanto, podemos llevar el proyecto de una canción de un lugar a otro y seguir trabajando en él en cualquier momento, con la ventaja de que una tablet es más ligera que un portátil, y, por supuesto, los músicos pueden moldear al instante ideas en común, bien con un dispositivo o bien con varios conectados entre sí. No menos importante es la posibilidad de compartir la música por Wi-Fi o red de datos, hacer un respaldo o backup de nuestros proyectos o retransmitir una actuación en streaming. No olvidemos, desde casi cualquier parte del mundo.

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