El móvil no sólo nos ayuda a comunicarnos con amigos o desconocidos. Es más que una herramienta, es un actor de la socialización.
Antes de Internet, el teléfono móvil ya cambió profundamente la manera en que nos comunicábamos y, en el mismo sentido, en que planificábamos nuestra vida. Sólo hay que ver el asombro que se produce en cualquier persona joven que no ha vivido la experiencia de quedar con amigos sin teléfono móvil.
¿Cómo avisabas de que llegabas tarde? o más general, ¿cómo avisabas de imprevistos? La vida, simplemente, era distinta. No se puede hablar de que fuésemos más puntuales o respetuosos en nuestras relaciones, el contexto simplemente determinaba el comportamiento de nuestros actos. O eras de cierta manera, o simplemente no tenías cabida. Eso, o te rodeabas laboralmente y personalmente de personas que comprendían a la perfección tu manera de ser. Aun así, se daban historias de parejas que no volvían a encontrar, similares a las de El Paciente Inglés, muy románticas, pero que hoy, pese a eliminar el valor melancólico, no tendrían cabida, resultan absurdas. Ensalzar el amor fugaz por encima de la felicidad.
No nos hemos vuelto más flexibles, la puntualidad y el rigor siguen altos en la escala valorativa de las personas. Sin embargo, el contexto ha ayudado a que todo sea, en mayor medida, quizá no perdonable, pero sí matizable. El móvil, ahora smartphone, interviene en un primer momento en la manera de conocer a las personas, abre muchas puertas y posibilidades a nuevos ambientes antes inexplorados, pero hoy no hablaremos de eso. Hoy hablamos de que, incluso en las viejas relaciones, el smartphone ha pasado a ocupar un papel fundamental.
Por ejemplo, en caso de quien esto escribe, el primer aspecto donde el smartphone influye es en la situación antes mencionada, las esperas. Si alguien llega tarde, normalmente no suele importar. **El móvil ofrece posibilidades infinitas de entretenimiento y aprendizaje*+. 20 minutos de antes (sin un libro o consola portátil, por ejemplo) eran un suplicio. 20 minutos de ahora son 4 artículos guardados en Pocket, o dos vídeos de tu youtuber favorito, si tu tarifa de datos te lo permite. Son incluso 20 minutos de medio álbum en Spotify o de ese podcast que te tiene tan enganchado. Estás esperando, sí, pero con muchas más cosas en mente.
Aun así, el smartphone juega un papel incluso más importante una vez ya estás con el resto de personas. Es la socialización 2.0. Sin entrar en si es mejor o peor, lo que el smartphone aporta en un encuentro cualquiera le hace ser un actor más en la conversación. Antes cualquier duda se resolvía más tarde. Ahora está ahí Google, esperando a ser consultado en cualquier disputa. O Instagram, esperando a ser abierto en cualquier momento, para generar la base de un nuevo debate sobre la vida de ese amigo que no está y que aparece en las fotos. O para visualizar las fotos del último viaje que alguno de los integrantes ha hecho.
El tema de conversación no ha cambiado en la medida en la que las experiencias que se viven son similares, pero el smartphone es un actor más del momento en la medida en que nos permite ir mucho más allá de la realidad presente, contar historias sobre otra vivida y soñar con otras lejanas. La vida sigue sin estar él presente, pero sólo porque el smartphone lleva 10 años entre el público general. La socialización 2.0 sigue siendo pequeña frente a lo que viene, como lo fue la denominada web 2.0, hasta que pierda ese apellido para ser completamente parte de la realidad.
Hasta que realidades como la virtual y la aumentada sean el entorno donde tiene lugar el encuentro y la conversación. Esto del futuro acaba de empezar.