La incursión de Stranger Things ha propiciado un reencuentro de los fans del terror y los monstruos gracias a personajes como el propio Demogorgon y el Azotamentes.
Una vez establecida una vista general del panorama monstruoso del cine, vamos a pasar a hablar más en profundidad de Stranger Things (2016) y, para ser más exactos, de su tercera temporada.
Si bien es cierto que se ha estrenado recientemente, raro es conocer a alguien que no la haya visto aún. Evidentemente es una serie con un gran tirón internacional, principalmente por tener a Netflix cubriéndole las espaldas.
La evolución de los antagonistas
A nivel de personajes antagonistas, los monstruos son los protagonistas. Generando en el espectador una espiral de perturbación al nivel de cualquier película del estilo. Es decir, cumpliendo con la expectativa establecida.
Si el Demogorgon suscitaba cierto recelo por su sencillez, dando casi la misma importancia al Upside Down como lugar, el Azotamentes sí que ha conseguido llenar la pantalla de una más que notable presencia y colocarse en la cúspide de los monstruos cinematográficos. Aunque, evidentemente, está afirmación solo podrá validarla el tiempo.
La principal diferencia entre el Demogorgon y el Azotamentes es que el primero es un personaje individual y el segundo colectivo. Es decir, la complejidad en cuanto al origen y desarrollo del personaje cobra más importancia y valor si éste ostenta una «vida» como sí mismo.
Está claro que esta cuestión es meramente narrativa con la intención seguramente de hacer un progreso lógico in crescendo para ir haciendo crecer la amenaza sobre los personajes protagonistas durante las tres temporadas.
La colectividad del Azotamentes se podría llegar a entender como un Frankenstein moderno, donde los despojos orgánicos que originan, las ratas en un principio, y luego los humanos, se unen para conformar un ente con gran parecido al existente en la película de John Carpenter La cosa (1982).
Además, el hecho de poder influir en el comportamiento de terceros le dota de una superioridad que lo hace más temible, y por lo tanto, más poderoso. Aumentando así la victoria de los protagonistas, de ahí la emotividad en el final de la temporada.
Es decir, un monstruo que ha llevado al espectador de nuevo al cine clásico de terror de los ’80, uno de los objetivos más visibles de la serie y por lo que Stranger Things se ha convertido en un fenómeno generacional.
CRÉDITOS DE LAS IMÁGENES: IGN y Cultura Ocio