El invierno llega a la tecnología y trae consigo discos duros congelados a -213° capaces de almacenar hasta 30 terabits en un espacio menor que un sello postal.
El equipo de investigadores de la Universidad de Manchester, dirigido por el científico Nick Chilton, ha descubierto que las moléculas en frío poseen la capacidad de almacenar una gran cantidad de datos, mucho mayor que los discos duros convencionales.
Según la información publicada recientemente en Muy Interesante, este grupo de científicos ha logrado crear discos duros que almacenan más de 30 terabits de datos por centímetro cuadrado. Esta capacidad de almacenamiento equivale a unas 5.300 películas completas en un espacio que ocupa poco más que un sello.
El grupo Chilton trabaja para comprender las propiedades fundamentales de las moléculas magnéticas. Su labor científica está basada en el estudio de geometrías de coordinación de metal novedoso y estados de oxidación, el vínculo entre la estructura molecular y anisotropía magnética, así como dinámica de relajación magnética. Además, están involucrados en el diseño, la caracterización e interpretación de moléculas magnéticas, empleando magnetometría SQUID, espectroscopias ópticas, EPR e INS y cálculos quiméricos cuánticos de configuración múltiple.
La clave de este estudio reside en uno de los aspectos básicos de lo que se componen los discos duros, que son pequeñas áreas magnetizadas por las que están divididas las memorias. Estos minúsculos componentes poseen polaridad norte-sur, al igual que los imanes tradicionales, y gracias a esta polaridad los datos se van codificando según la dirección de cada uno de estos campos magnéticos.
Para poder comprender mejor la configuración de estas pequeñas piezas magnéticas que componen la memoria y cómo su polaridad es capaz de codificar los datos, simplemente es que, cada una de las orientaciones del magnetismo representa un 1 ó un 0. Una vez que apagas el ordenador, las orientaciones magnéticas de los datos quedan permanentemente mirando en la misma dirección, lo que es crucial para el almacenamiento de datos.
Por otro lado, las moléculas de pequeño tamaño no son capaces de mantener su dirección magnética, por lo que son poco útiles para el almacenamiento masivo de datos. Este aspecto supuso un inconveniente a la hora de desarrollar esta tecnología, ya que el magnetismo de las moléculas era muy inestable y prácticamente imposible aplicarla en dispositivos móviles.
La solución descubierta por el equipo de Chilton se basa en que, gracias a las bajísimas temperaturas, las moléculas son capaces de mantener su dirección magnética y convertirse en poderosas aliadas a la hora de almacenar datos.
El espacio como almacén
Para desarrollar esta tecnología, Chilton y su equipo tuvieron que congelar las moléculas a -213° para conservar la memoria magnética de éstas. Chiton prevé que puedan aumentar un poco la temperatura hasta los -196°, la temperatura del nitrógeno líquido. Alcanzar dichos grados bajo cero supondría la posibilidad de almacenar moléculas de datos criogenizados.
Las previsiones de Chilton no se quedan ahí. «Esta tecnología incluso abre la posibilidad de centros de datos moleculares en el espacio, donde la temperatura es de -270 °C». Además, ha publicado este estudio, junto a sus colegas de Manchester, en la revista Nature.