Inteligencia creativa, cerebro y tecnología, emociones… no te pierdas nuestro paso por la última edición de Thinking Party.
El cerebro humano ha sido recientemente protagonista de una nueva edición de Thinking Party en el Espacio Fundación Telefónica, contando con la presencia de dos Premios Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, y una amplia nómina de expertos en relaciones entre cerebro y tecnología. ¿Las conclusiones? Os las contamos.
Bajo el título “Neuro, ¿queeeeé?”, la periodista Mara Torres daba la bienvenida a todos los asistentes con diversos titulares de prensa sobre el cerebro y la importancia que tiene día a día el llamado “disco duro” del ser humano.
El cerebro siempre ha sido considerado “ese gran desconocido” por la capacidad de intrigas que habitan en él. Un ejemplo claro y práctico de esto lo tuve cuando acudí hace un año a una sala de cine acompañado de mi sobrino para ver la película Inside Out. En ella, una niña guardaba sus recuerdos en la memoria mediante diferentes colores y personajes que representaban distintas emociones: alegría, tristeza o miedo, dependiendo del momento en el que se encontrase. Al terminar, mi sobrino, que tiene seis años, preguntaba: “¿El cerebro tiene tantos colores?, y ¿tiene más memoria que mi tablet?” Esta reflexión regresó a mi memoria mientras escuchaba a Antonio Damásio, Profesor de Neurociencia y Neurología en la Universidad de California del Sur y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 2005, haciendo preguntas al público que estaba en el auditorio: “¿Por qué somos únicos? ¿Qué nos hace únicos?”
Pues bien, el cerebro es el órgano que nos permite ser quienes somos. Nos da poder de decisión y razonamiento. De hecho, como afirma Antonio Damásio, “estamos preparados para hacer cosas y para querer hacerlas. La homeóstasis nos programa para seguir viviendo, ya que nuestra química nos fuerza a seguir en busca de nuevos retos”. A partir de ahí, aparece la inteligencia creativa, un término que desprende la grandeza del cerebro humano, que nos hace únicos y excepcionales en la búsqueda de esos nuevos retos, tal y como destaca Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo español y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1997, sobre la evolución y estudio del cerebro: “Ha habido cambios en la morfología y muchas diferencias en las capacidades cognitivas y mentales. La funcionalidad del cerebro ha propiciado la capacidad de modificar nuestro genoma, ese es el mayor cambio del cerebro. Emmanuel Charpentier y Jennifer Doudna han desarrollado una tecnología que permite modificar los genomas. Con esa herramienta y el conocimiento, cada vez mayor, que tenemos de la genética humana, estamos en condiciones de modificar a la especie”.
El cerebro y la tecnología
Existe un claro engranaje entre tecnología y cerebro. La ciencia proporciona conocimiento y la tecnología, herramientas que sirven para lograr un mejor entendimiento del funcionamiento de nuestro disco duro. “En este contexto, hay muchos nexos de unión entre la tecnología y el cerebro, ya que sin la primera, no habríamos sido capaces de entender de qué está hecho, cómo funciona…”, destaca Nuria Oliver, Directora Científica de Telefónica I+D. Hoy en día, gracias a la tecnología, la relación con el cerebro es mucho más íntima, y existen cuatro áreas donde ambas entran en contacto:
- Tecnologías no invasivas para monitorizar la actividad cerebral
- Tecnologías para estimular el cerebro
- Tecnologías para aumentar las capacidades del cerebro
- Tecnologías para replicar al cerebro.
¿Podemos llegar a pensar que, en un periodo de tiempo no muy lejano, el cerebro y la tecnología pueden unirse a la ciencia ficción?
Durante nuestras vidas siempre hemos visto que la realidad supera a la ficción, y un ejemplo lo tenemos con un estudio de la Universidad de Minnesota que consiguió que una persona manejase el control de un drone mediante impulsos cerebrales. Un hito logrado sin el movimiento de un solo músculo del cuerpo, y solo mediante la actividad neuronal para lograr el movimiento. Todo esto resalta que el cerebro es la parte más importante del ser humano.
Hay muchas áreas en las que los ordenadores superan al cerebro en memoria: habilidades matemáticas, ajedrez… pero también, hay tareas que puede realizar un niño que son impensables para un ordenador.
¿Conseguirán superarnos los ordenadores? Es una pregunta que, cada vez más, nos hacemos, y para la que Nuria Oliver tiene una respuesta: “Teniendo en cuenta la complejidad de la mente humana, que los ordenadores sean capaces de superarnos es algo muy lejano en el tiempo”.
Las emociones a la hora de la toma de decisiones
El razonamiento, la personalidad, nuestras ideas son resultados que permiten que nos formemos como personas. Es un hecho que afecta a la vida diaria de todos los individuos, y, en este escenario, las decisiones son producto del funcionamiento del cerebro y las emociones.
Por ejemplo, y según un estudio de la Universidad de Emory, existen tres elementos que influyen en nuestra decisión de voto, y son poco racionales: sentimientos hacia los candidatos, sentimientos hacia el partido, y sentimientos hacia las ideas que representan. A partir de este estudio, Antonio Damásio ha lanzado su teoría sobre el “marcador somático” y sobre cómo las emociones influyen a la hora de tomar decisiones:
“Las emociones tienen mucho poder en la manera en la que seleccionamos a los candidatos. De hecho, no son solo las emociones si no nuestra capacidad para razonar, observar las situaciones que se crean con tranquilidad y así, poder decidir quién es el mejor candidato. No se puede hacer pensando si el candidato es simpático o buena persona, hay que tomar la decisión en base al conocimiento”.
En definitiva, el cerebro es nuestra base de datos, nuestro disco duro, y ocupa el lugar más importante en la escala de la evolución de las diversas sociedades del ser humano. Un elemento que no deja de sorprender a los científicos y que con el uso de la tecnología puede llegar a cotas insospechadas.
Lo que es cierto es que el estudio del cerebro no tiene fin, y espero que, algún día, mi sobrino encuentre las respuestas a todas las dudas que planteaba aquel día en los pasillos de la sala de cine.