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El futuro de los coches autónomos

Los trabajos y las investigaciones sobre este tipo de automóviles tienen un constante flujo de trabajo, pero, pese a la prisa mediática, se prevé que aún queden más de 20 años para su implantación.

El futuro tal y como lo conocemos se está construyendo en estos mismos instantes. Aunque pueda sonar muy rotunda esta afirmación, a fin de cuentas, es cierta. De hecho, quizá ahora mismo en algún lugar del mundo se esté a punto de conocer una nueva estrella, o un nuevo planeta habitable, o se esté muy cerca de la cura del cáncer.

En definitiva, podemos decir sin ningún tipo de dudas que la ciencia y la tecnología están en constante movimiento. Aunque muchas veces, por el simple hecho de no dar a conocer nuevos resultados, se crea la sensación de estancamiento.

En un mundo donde la inmediatez parece imprescindible, todos estos trabajos, estudios e investigaciones requieren tiempo, y sobre todo, paciencia. Por lo tanto, en la persistencia está la clave, y por eso, una buena financiación y confianza por parte de las instituciones fomenta un muy buen ambiente de trabajo y una predisposición esencial.

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Los coches autónomos deberán adaptarse a todo tipo de obstáculos

Los coches autónomos y el largo camino hacia la usabilidad

Como hemos dicho antes, todo proyecto, ya sea de envergadura o no, necesita tiempo y dedicación para verse hecho realidad. Eso mismo es lo que está sucediendo con los coches autónomos. Por mucho que una gran cantidad de medios de comunicación haya dado ya el pistoletazo de salida casi a su venta, lo cierto es que todavía está lejos de considerarse un hecho de facto.

El camino ya está hecho, pero necesita muchas mejoras y arreglos. Principalmente porque, al tener un software interno es susceptible de ser hackeado. Como bien pudieron comprobar varios investigadores de la Universidad de Washington en 2017.

Se estima que de aquí a 20 ó 25 años los coches autónomos puedan hacer uso de las carreteras compartiéndolas con los conductores regulares. Pero deberán, eso sí, adaptarse no solo a la conducción humana sino incluso a sus propios valores y cuestiones éticas, con el fin de conseguir una forma óptima de implementación natural.

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