Henrietta Leavitt

Henrietta Leavitt, la astrónoma calculadora que contaba estrellas

La científica norteamericana Henrietta Leavitt cambió para siempre nuestra concepción del Cosmos. Conocida como la 'astrónoma calculadora', sus descubrimientos fueron cruciales para entender el Universo.

En la historia de la ciencia, el nombre de muchas mujeres investigadoras ha pasado desapercibido y su trabajo ha quedado enterrado en el olvido, hasta que el tiempo ha conseguido ponerlo en el lugar que merecían. Éste es el caso de Rosalind Franklin y su fotografía 51, o de Barbara McClintock y sus genes saltarines. Hoy repasamos en Think Big el trabajo desconocido de otra gran científica, Henrietta Leavitt, también llamada «la astrónoma calculadora».

Tras graduarse en el Radcliffe College, inició su trabajo en el observatorio astronómico de Harvard, donde se unió a un grupo de mujeres que realizaban un trabajo tedioso, mal pagado y que en la mayoría de los casos no era reconocido en las publicaciones científicas. Por veinticinco centavos la hora, Henrietta Leavitt y sus compañeras (también conocidas con el nombre del ‘harén de Pickering‘) contaban estrellas en placas fotográficas obtenidas en el propio observatorio de Harvard y en otro situado en Arequipa (Perú).

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El harén de Pickering era llamado así en «honor» al director del observatorio, Edward Pickering, que decidió constituir un equipo exclusivamente femenino para así tener que pagar un salario menor. La tarea que realizaban estas científicas no sólo no estaba reconocida económicamente, sino que rara vez figuraban en publicaciones.

El big data de finales del siglo XIX

Aquellas mujeres «computadoras» debían compilar medidas y datos sobre las estrellas que observaban en las placas fotográficas. Sus tareas no incluían la interpretación de aquel poderoso big data astronómico, debían ser meticulosas y sistemáticas: anotar cifras y mirar escrupulosamente las placas obtenidas de los observatorios.

Todo cambió en 1893, cuando llegó a aquel «harén» la joven Henrietta Leavitt, que trabajaba como voluntaria para obtener créditos de postgrado. Poco antes, en el seno de la comunidad científica se había observado que el brillo de las estrellas (registrado como tamaño de la «señal» en la placa fotográfica) variaba con el tiempo y de forma periódica (a veces era cuestión de días, semanas, meses o incluso años).

La conocida como variabilidad estelar comenzó a ser estudiada por la recién graduada Henrietta Leavitt, que no tenía que registrar sólo el tamaño de la estrella en la placa (determinando su brillo), sino además compararlo con placas tomadas en épocas diferentes. Es decir, no sólo había que compilar datos, sino también interpretar el big data astronómico con el que contaban los observatorios.

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En 1904, Henrietta Leavitt realizó un descubrimiento crucial: vio por primera vez estrellas variables en una nebulosa desconocida que se observaba desde el observatorio peruano. Era la Pequeña Nube de Magallanes, que cambiaría para siempre nuestro conocimiento sobre el Universo.

El Universo era más grande de lo que parecía

Estudiando las decenas de estrellas variables que se agolpaban en las Magallanes, Leavitt calculó también el período de pulsación que presentaban, y resumió su trabajo en un artículo crucial: «Las 1777 variables de las Nubes de Magallanes», publicado en 1908. En las tablas de cálculo que adjuntaba, Henrietta Leavitt anotó una frase que cambiaría para siempre nuestra imagen del Universo: «Es destacable que en esta tabla las estrellas más brillantes tienen los periodos más largos”.

Cuatro años después, una publicación firmada exclusivamente por Pickering continuaba las exposiciones realizadas por la astrónoma. El nuevo artículo incluía ocho nuevas estrellas más, conformando el total de 25 variables de Magallanes, cuyo brillo estaba relacionado periódicamente:

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En aquella relación entre brillo y período también se escondía un poderoso elemento: una nueva regla para medir el Universo. Las observaciones de Henrietta Leavitt fueron complementadas con las aportaciones de otro científico brillante, Ejnar Hertzsprung, que establecería un método para calibrar los datos (período y luminosidad) y estimar matemáticamente las distancias.

El método conseguido no sólo servía para medir la distancia a aquellas estrellas de las placas fotográficas. En 1920, el investigador Edwin Hubble usaría los hallazgos de Leavitt y Hertzsprung para determinar las distancias a otras galaxias. Junto con los datos del corrimiento al rojo, Hubble pudo demostrar que había muchas más galaxias además de la Vía Láctea, y que el Universo era más grande de lo que se pensaba hasta ese momento.

En resumen, las investigaciones realizadas por Henrietta Leavitt cambiaron para siempre nuestra concepción del Cosmos. Fallecida en 1921 a causa de un cáncer, jamás pudo leer la carta que le envió el matemático sueco Gösta Mittag-Leffler, en la que le decía que le gustaría nominarla al Premio Nobel por sus impresionantes descubrimientos. Su historia desconocida está saliendo ahora a la luz gracias al trabajo, entre otros, del Instituto de Astrofísica de Andalucía.

Imágenes | Harvard College Observatory (Wikimedia), ESA/Hubble (Wikimedia), Instituto de Astrofísica de Andalucía

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