La nanotecnología, que ha permitido la aparición de los dispositivos wearable, no detiene su ritmo y ya comienzan a florecer los implantes bajo la piel.
Si hay algo en lo que el grueso de la gente coincide respecto al desarrollo tecnológico que está teniendo lugar hoy en día es en lo rápido que avanza. No resulta extraño que productos que se anticipaban muy innovadores queden sobrepasados en unos meses sin siquiera haber tenido su oportunidad en el mercado. Y los que sí la tienen deben renovarse cada año o cada pocos meses para no quedarse atrás. Por supuesto hay campos más saturados que otros. Mientras el hardware en móviles parece que ha alcanzado una suerte de meseta en lo que a progreso se refiere, todas las capacidades logradas en esta área se están trasladando a los wearable.
Los dispositivos wearable están recibiendo la herencia de las montañas de innovación que se han producido durante los últimos años en la industria móvil. Sin embargo, a este sector aún le queda bastante para despegar comercialmente. Se puede decir que los primeros terminales, smartwatch o pulseras, están iniciando su andadura.
Cuando todavía estos primeros pasos no han encontrado suelo firme ya se está creando otro sector destinado a sustituir a los wearable; y avanza a marchas forzadas. Se trata de los implantes bajo la piel. Es difícil saber si éstos serán una alternativa a los wearable o si convivirán como un complemento más, pero lo cierto es que su concepto parece ser una hipérbole de los smartwatch y similares.
El usuario pasaría de ser portador de la tecnología a integrarla en su propio cuerpo. En el foro Biohack.me se puede ver que existe toda una comunidad que estudia los implantes bajo la piel, enriquecen sus conocimientos compartiendo experiencias y difunden sus ideas. Una de las iniciativas que han surgido de este espacio colaborativo es ‘Southpaw’, una brújula diminuta que se introduce en el cuerpo y permite a su anfitrión conocer dónde está el norte.
La mejor ubicación para Southpaw es cerca del hombro debido a su forma circular. Una vez implantada sobresale una hebra extremadamente fina, capaz de detectar cuándo el usuario mira hacia el norte. En ese momento la diminuta brújula alerta a su portador con un suave roce subcutáneo.
El extravagante dispositivo está compuesto de silicio y cuenta con una capa de titanio. Los materiales han sido cuidadosamente escogidos para que no entren en conflicto con los tejidos del cuerpo humano. A buen seguro el desarrollo del grafeno supondría un espaldarazo para este tipo de implantes bajo la piel, ya que se presenta como un compuesto significativamente más adaptable que el silicio.
Imagen: Jonas Lönborg / SMU