En plena era digital, la relación entre inteligencia artificial y relaciones humanas se ha convertido en un tema clave. ¿Puede una máquina entender nuestras emociones? ¿Qué papel juega la empatía en un mundo cada vez más automatizado? El nuevo protagonista de Mejor Conectados, la iniciativa de Telefónica, es un divulgador tecnológico Rodrigo Taramona que nos invita precisamente a pensar en la respuesta a estas preguntas: a mirar más allá de los algoritmos, para reflexionar sobre el impacto real de la inteligencia artificial en nuestra forma de ser, sentir y conectar con los demás.
La inteligencia artificial ya está integrada en nuestro día a día: desde los asistentes virtuales que responden nuestras preguntas hasta los algoritmos que nos recomiendan qué música escuchar o qué contenido consumir. Sin embargo, Taramona recuerda que no basta con admirar los avances técnicos. Debemos preguntarnos cómo esta tecnología transforma nuestra forma de comunicarnos, nuestros vínculos y nuestra identidad.
Para Taramona, hablar de inteligencia artificial y relaciones humanas no es una cuestión futurista, sino una conversación urgente. A menudo atribuimos a la IA capacidades humanas, como la empatía o la comprensión, pero esto es un error. «Una IA puede responder, pero no puede sentir. Puede parecer cercana, pero no puede comprender nuestras emociones», explica. Esa diferencia, aunque sutil, es fundamental para no sustituir el contacto humano por simulaciones tecnológicas.
«Una IA puede responder, pero no puede sentir. Puede parecer cercana, pero no puede comprender nuestras emociones»
Rodrigo Taramona · Divulgador tecnológico
Ventajas de la inteligencia artificial sin perder la conexión humana
Los beneficios de la IA son innegables: puede automatizar tareas repetitivas, ayudarnos a tomar decisiones más eficientes y liberar tiempo para enfocarnos en lo que realmente importa. La clave está en utilizar esta herramienta para potenciar nuestra vida, no para sustituir lo que nos hace humanos.
Taramona insiste en que el gran riesgo es caer en la comodidad de la tecnología y descuidar las relaciones reales. Un asistente puede organizar tu agenda, pero no puede darte un abrazo. Un chatbot puede responder con frases empáticas, pero no puede escucharte de verdad. La tecnología debe estar a nuestro servicio, no reemplazarnos.

Usar la inteligencia artificial con consciencia significa emplearla para ganar tiempo, para dedicar más atención a lo esencial: la familia, las amistades, la creatividad, el bienestar. No se trata de volver al pasado ni de frenar el progreso, sino de guiarlo con propósito y humanidad.
Taramona propone tres actitudes fundamentales para convivir con la IA sin renunciar a lo humano: curiosidad, humildad y gratitud. Curiosidad para explorar el potencial de la IA con mente abierta. Humildad para reconocer que aún estamos aprendiendo a convivir con esta tecnología. Y gratitud por vivir en un momento histórico con un potencial transformador inmenso.
En definitiva, la pregunta clave no es qué puede hacer la inteligencia artificial, sino qué queremos construir con ella. La respuesta no está en los datos, sino en nuestras decisiones, en nuestras prioridades y en nuestra forma de relacionarnos con los demás. Porque en un mundo cada vez más digital, lo verdaderamente valioso sigue siendo lo que nos hace humanos.