La Apple menos Apple es la Apple que más gusta

Apple ha tenido siempre unas líneas de producto y decisión muy marcadas bajo la dirección de Steve Jobs. Últimamente, romper con eso, manteniendo por supuesto su esencia, le está trayendo muy buena recepción en todos los sentidos.

Desde que Steve Jobs regresó a Apple tras su abrupta salida en 1985, la compañía no hizo más que crecer. De estar al borde de la quiebra y necesitar inversión de su archienemiga Microsoft, los de Cupertino pasaron a marcar la siguiente era tecnológica con OS X, su nuevo sistema operativo de escritorio, el iPod, el iPhone y por último el iPad. En Cupertino no sólo lograron un éxito desproporcionado en todos los sentidos por tener buenos productos, también fue clave una gestión que le hizo totalmente reconocible frente a otros modelos.

Se trató de una gestión rígida y poco abierta, basada en el secretismo y en una comunicación mínima con el público y la prensa. Tanto en este sentido, como en las decisiones, Apple tenía una idiosincrasia propia que le hacía ser «Apple». Ahora, prácticamente 6 años después de la muerte de Steve Jobs, esa Apple es menos Apple que nunca, y es la Apple que más gusta.

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La Apple menos Apple de todas lanzó un iPad Mini de menos de 9.7″, formato que Jobs había defendido como el mejor para proporcionar una buena experiencia a nivel de aplicaciones, pero hay mucho más. Apple y Jobs defendieron que primero las 3.5 y luego las 4 pulgadas eran el tamaño perfecto, frente a terminales con sistema operativo Android cuya pantalla no era posible usar con una sola mano, como ocurrió con el Samsung Galaxy S3 frente al iPhone 5. Todo eso, como es conocido, acabó con el lanzamiento en 2014 de dos modelos «grandes», el iPhone 6 y el iPhone 6 Plus de 5.5 pulgadas.

Con ellos Apple no sólo contentó a un nicho. Logró récords de ventas que gracias a un rendimiento impresionante en China le llevaron a los mayores beneficios de su historia. La Apple menos Apple hasta el momento se ganó el favor de todo el mercado, poniéndose por fin al nivel de las expectativas. También lo hizo en software, abriendo iOS hasta niveles que nunca antes se habrían imaginado, como ocurrió con la posibilidad de instalar teclados de terceros. Desde entonces, y hasta este lunes, se han tomado muchas decisiones en este sentido, la mayoría aplaudidas y sin ser en ningún momento centro de críticas.

Este lunes esa Apple ha sido menos Apple aún, con el lanzamiento de un iMac Pro que contradice, y mucho, el lugar que le correspondía a la gama iMac en el cuadro en el que Jobs explicó la formación de su nueva familia Mac a su regreso. iMac sería el equipo de sobremesa para hogares, PowerMac para profesionales, iBook el portátil para hogares y PowerBook para profesionales. Esa línea se rompió varias veces estando Jobs vivo, con MacBooks Air y Mac Mini, pero hasta ahora todo ocupaba más o menos su lugar.

El iMac Pro llega tras haber escuchado las críticas que durante años han afirmado que la gama Mac se estaba quedando coja para profesionales, y su llegada es muy aplaudida. Se trata del todo en uno de siempre, pero con una potencia que nunca había conocido, superando al en teoría equipo más potente, el Mac Pro de 2013. Su existencia se anunció junto a la de un futuro Mac Pro que cambiaría radicalmente el diseño y estrategia.

Los cambios que llegaron junto al Mac Pro de 2013, junto a los producidos en los portátiles más recientes, con la eliminación de puertos, hacen ver que, de hecho, todo lo que sigue la cultura del minimalismo extremo en diseño de Apple genera, generalmente, mucha más crítica que lo que permite expandir al usuario sus capacidades sin esfuerzo. Otro ejemplo de esta Apple poco Apple aplaudida es el del anuncio del soporte oficial a tarjetas gráficas externas, con las que potenciar las posibilidades de realidad virtual de sus equipos con Thunderbolt 3. Esta opción, mucho más típica del mundo gamer de Windows, no encaja en la idea que se tiene de Apple, pero lo han traído simplemente porque dota al usuario de muchas más posibilidades.

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Por último, se ha aplaudido mucho a iOS 11 y las mejoras que trae al iPad, pero cabe preguntarse si éstas, tan oportunas, habrían llegado en caso de que Apple no tuviera tanta presión sobre el iPad, que no para de bajar en ventas trimestre a trimestre (en la línea, por otra parte, del mercado de tablets). Las líneas aquí están menos claras que en los casos anteriores, pero la realidad es que iOS, buscando nuevas alternativas para mejorar la experiencia en el iPad, se parece cada vez más al modelo al que quiere sustituir, representado por macOS Sierra y que continuará el nuevo macOS 10.3 High Sierra.

Con iOS, Apple parece no tener otra salida que parecerse cada vez más a su sistema de escritorio. Si bien las medidas tomadas no son exactamente las de emular al Mac, aportando nuevas maneras de interactuar, la llegada de Files, un gestor de archivos que siempre se había descartado en iOS para no complicar la experiencia, o del dock al iPad y las aplicaciones flotantes, refuerzan el viejo modelo. Y es que si durante 30 años de industria de PC ciertas cosas no han cambiado radicalmente, o cuando lo han hecho se han quedado cojas, como le ha pasado a iOS hasta iOS 9 e iOS 11, quizá el viejo modelo no es tan viejo y tiene mucho de válido, aunque para esta era sea «poco Apple».

Esto no quiere decir para nada que Apple tenga que dejar de ser Apple para tener más éxito en el mercado, ni mucho menos. El éxito que ha tenido hasta ahora, responde justamente a su idiosincrasia y a su forma de tomar decisiones. Lo único que muestran estos ejemplos es que cuando Apple rompe sus esquemas desde dentro, o escucha las demandas del público, la ya buena satisfacción existente con sus productos mejora. Quizá, simplemente, ha llegado en el momento en que esos cientos de noes por cada sí que muestra el vídeo se reduzcan, sin perder el foco.

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