La innovación y los distintos modos de pensar

Con motivo de la reciente publicación ¡Ahora, Innova!  me vino a la mente una de las primeras lecciones en Innovación Sistemática que recibí en los comienzos de mi trabajo en innovación , hace ya unos 6 años : los distintos modos de pensar o, dicho desde otro enfoque, la relación entre el mundo operacional y el de la innovación.

Una de las cosas más difíciles que hay cuando uno da el salto a la innovación, es la necesidad de cambiar nuestro modo de pensar y de tomar decisiones. Entender que no todas las tareas a desarrollar en el trabajo deben hacerse bajo el mismo prisma, o con los mismos criterios. Esto es algo que todos hacemos a nivel personal. Nuestra actitud y forma de actuar junto con la toma de decisiones en el mundo laboral, no suele tener nada que ver con las que tenemos en el mundo familiar o con los amigos.

A la hora de enfrentarnos a la innovación en el trabajo, lo hacemos muy a menudo con nuestra cara “ejecutiva” o propia del mundo operacional: un lugar en donde se persigue hacer las cosas cada vez mejor, más rápido, a menor coste y con fallos cero. Ello conlleva que cada vez que se nos presenta una nueva propuesta, idea, concepto o variación de los procedimientos habituales, lo primero que hagamos sea “detectar el fallo”. Se señala el error, se concluye que no funciona y nos lo quitamos de encima. Esta actitud podríamos denominarla «disparo a la idea” y las sesiones de creatividad en este tipo de ambientes se convierten en auténticas fiestas de “asesinatos de ideas”. Cuando estamos en nuestra mentalidad operativa, es muy complicado que las ideas nuevas se desarrollen, apoyen y, en definitiva, que innovemos en modo alguno. Una idea, si es buena, debe sonar absurda (como decía la famosa frase de Einstein : Si una idea no es absurda al principio, entonces no merece la pena), pero en el mundo operacional, estas ideas son sistemáticamente liquidadas (simplemente porque este mundo funciona  como deben funcionar).

El mundo de la innovación necesita diversidad. Poner en contacto áreas de muy diversa índole y grupos multidisciplinares, aunque no tengan relación entre sí. Además, se necesita una mentalidad abierta, plantearse el statu quo, preguntarnos si lo que hacemos tiene sentido, las nuevas formas que existen de hacer lo que hacemos, y sobre todo,  no tenerle miedo al fracaso. El fracaso es algo generalmente castigado en el mundo operacional, pero parte absolutamente esencial del proceso de innovación.

Por supuesto que las ideas nuevas tienen fallos fáciles de detectar, pero desde una óptica de innovación, lo esencial es preguntarse: ¿Trae algo nuevo? ¿Tiene aspectos positivos? ¿Qué problemas nos solucionaría esta idea si fuese realizable? Y después de analizar todo el potencial de la misma, entonces dedicarse a averiguar cómo superar los problemas. Si se invierte el orden, el procedimiento no funciona.

Esto nos permite enlazar con la teoría del padre de la Innovación Disruptiva, introducida por Clayton Christenen en su “Innovator’s Dilemma”, y que en uno de sus apartados decía: Plan to Fail. Esto quiere decir que con la Innovación Disruptiva es necesario planificar para fallar pronto. Dicho de otro modo, partiendo de que la innovación (si es realmente disruptiva), florecerá en mercados inesperados, lánzate con una idea al mercado pronto. Aunque probablemente fallará, te indicará donde está el mercado realmente.

Sin querer extendernos mucho en los temas de castigo al fracaso y de la eliminación sistemática de ideas, digamos que la esencia es saber que las empresas deben funcionar con dos enormes ruedas: la operacional y la de innovación.

Hay que tener muy en cuenta que:

  • Ambas deben coexistir y colaborar de manera engrasada. El mundo operacional sin el mundo de la innovación, está demostrado que muere (y cada vez a un ritmo más rápido). El mundo de la innovación sin el mundo operacional, nunca será capaz de alcanzar competitivamente al mercado.
  • Cada mundo requiere sus propias actitudes, competencias a desarrollar, técnicas y métricas de éxito.
  • Las mentalidad o “modo de trabajo” de cada mundo o “rueda”, no vale para el otro.
  • Como empleados de empresas en un entorno cambiante, exigente, y cada vez más impredecible, lo idóneo es saber trabajar en ambos mundos. Ser capaces de detectar qué actitudes, competencias y técnicas son necesarias en cada situación, y actuar de forma acorde.

 

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