La segunda juventud de Windows 7

Windows 7 se lanzó hace ocho años, tiene sustituto desde hace tres, pero sigue siendo la elección del 37% de usuarios de Windows. ¿Por qué?

Cuando vemos las estadísticas de uso de sistemas operativos nos encontramos, en ocasiones, con alguna que otra sorpresa. En el caso de Windows, sorprende la convivencia de dos versiones muy por encima de las anteriores.

Y es que a pesar de que Windows 10 es la versión más reciente, lanzada en 2015, y la emplean el 50% de usuarios de Windows, Windows 7 sigue estando instalado en el 37% de computadoras que emplean el sistema operativo de Microsoft.

¿Qué lleva a mantener una versión de Windows con más de ocho años de vida y que ya cuenta con una versión más reciente, eso sin contar las actualizaciones intermedias de Windows 8 y Windows 8.1?

Si eres usuario de Windows 7 seguramente tengas varias respuestas a esta pregunta. Veamos todos los motivos posibles que hacen que esta versión de Windows tenga una segunda juventud.

Requisitos de hardware

El principal motivo que impide que alguien actualice su sistema operativo tiene que ver con los componentes de su PC. Al menos esa razón llevó a muchos a mantener Windows XP en vez de dar el salto a Windows Vista y, más adelante, a Windows 7. Pero no es el caso de Windows 7 y Windows 10.

Windows 7 (2009) requiere un PC con 1GHz de CPU, 1GB de RAM, 16GB de espacio en disco y tarjeta gráfica compatible con DirectX 9. Curiosamente, los requisitos mínimos de Windows 10 (2015) son idénticos.

Así pues, salvo en el caso de las funciones más avanzadas, un equipo con Windows 7 puede actualizarse a Windows 10 sin ver mermado su rendimiento.

Coste de la licencia

Otra de las principales barreras que impiden actualizar Windows a una versión más reciente es el coste de su licencia. Windows 10 Home cuesta 145€ en su versión Home, la Pro sube a 259€, y aunque se hacen precios especiales cuando se adquieren licencias por lotes, el coste de actualizar un parque de decenas de computadoras es muy caro.

Para mejorar la cuota de mercado, durante un tiempo Microsoft ha facilitado en el pasado la actualización gratuita de Windows 7 a Windows 10. Con todo, su adopción no ha sido la deseada, y en la actualidad tenemos que pasar por caja o comprar un equipo nuevo.

Estabilidad y software interno

Si analizamos qué clase de computadoras siguen con Windows 7 en vez de dar el salto a Windows 10, nos encontraremos con equipos que requieren un uso intensivo en entornos delicados (servidores, industria, sistemas embebidos…) donde un error de software suponen un coste muy alto para una empresa.

Por otro lado, en estos entornos suelen emplearse aplicaciones propias que no se actualizan tan a menudo como el software comercial o doméstico, de manera que al lanzarse nuevas versiones de Windows, pueden darse errores o problemas de funcionamiento o rendimiento.

No es lo mismo actualizar a Windows 10 y perder accidentalmente las fotos de nuestras vacaciones que perder el trabajo de meses o que nuestro negocio deje de funcionar durante un día entero o más.

Soporte técnico

Siguiendo con los entornos profesionales, cambiar de Windows 7 a Windows 10 implica que quienes se dedican a mantener esos equipos y a ofrecer soporte técnico deban “reciclarse”.

Es decir, toda nueva versión de software trae consigo cambios, en principio para mejorar la experiencia de usuario, pero que significa adaptar procesos y protocolos internos a las novedades.

El soporte técnico asociado a actualizar Windows tiene un coste adicional, tanto en recursos como en formación, a lo que hay que añadir los cambios internos en relación a gestión de redes, dispositivos compartidos y otros aspectos cuya complejidad aumenta cuantos más equipos hay implicados.

Cambios que echan para atrás

Tenemos asociado el concepto de nuevo a bueno, pero no siempre es así para todo el mundo. Seguramente te habrás encontrado en más de una ocasión con un nuevo software o hardware que te parecen peores que el modelo anterior.

A nivel de seguridad, Windows 10 ofrece más y mejores herramientas que Windows 7, pero en los demás aspectos, como la interfaz, el funcionamiento del Explorador de Windows, la gestión del hardware y de las aplicaciones…

Pueden darse casos en los que nos fuera mucho más cómodo y eficaz trabajar con Windows 7 que con Windows 10. ¿Para qué cambiar?

Otro detalle relevante es el intercambio de datos entre Windows 10 y Microsoft, algo en principio pensado para mejorar el funcionamiento del sistema operativo en futuras actualizaciones pero que causa recelos en cuanto al uso de nuestro datos y nuestra privacidad.

Actualizaciones demasiado drásticas

Windows 10 ha supuesto un cambio muy drástico respecto a versiones anteriores, ya que el objetivo de Microsoft es actualizar este sistema operativo mediante grandes actualizaciones cada ciertos meses en vez de lanzar un Windows 11 o posterior.

La estrategia es similar a lo que ocurre con Android y iOS, que se actualizan gratuitamente con nuevas funciones para mejorar las prestaciones de nuestro smartphone o tablet.

Pero aunque esto tiene sus ventajas, también sus inconvenientes: perdemos el control sobre las aplicaciones y funciones de Windows, ya que estas actualizaciones de gran envergadura son obligatorias. En cambio, en Windows 7 las nuevas funciones vía actualización eran opcionales y podíamos instalarlas o no.

Eso sin contar con problemas que, aunque puntuales, pueden ser catastróficos, como la actualización Windows 10 October 2018, que tuvo que retirarse porque borraba archivos personales de manera aleatoria.

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