La distancia entre ficción y realidad se va acortando gracias a ingenieros, científicos y demás profesionales. Es el caso de las lentillas inteligentes. La última frontera para acercar la realidad aumentada directamente a tus ojos. Ver información en tiempo real mientras te desplazas tranquilamente. Algo que llevamos décadas viendo en teoría y que se viene llevando a la práctica con mayor o menor acierto.
Para hacer realidad las lentillas inteligentes es necesario que confluyan varias tecnologías. Una de ellas tiene que ver con que esas lentillas tengan una fuente de energía que las haga funcionar. Y si hablamos de algo tan diminuto como unas lentes oculares, ¿dónde ponemos las baterías? La respuesta está en unas baterías flexibles tan delgadas como la córnea humana y que almacenan electricidad. ¿Y de dónde viene esa electricidad? De nuestras lágrimas.
Electricidad y ojos humanos no son una buena combinación. De ahí el enorme reto que supone encontrar una manera de colocar un dispositivo tan diminuto como unas lentillas inteligentes en un lugar tan sensible y delicado. Y que ese dispositivo almacene electricidad a partir de una solución salina como son las lágrimas resulta la solución ideal. Un gran avance para acercarnos más a un futuro en el que las lentillas inteligentes sean algo tan habitual como son hoy los teléfonos móviles o las pulseras y relojes inteligentes.
Hasta ahora, para alimentar lentes inteligentes se empleaban electrodos metálicos. Esto funcionaba en laboratorio pero no en la práctica, ya que cualquier elemento metálico es perjudicial para el ojo humano. Para hallar una solución se han probado alternativas basadas en los biomateriales en vez de cables o metales. O las baterías de iones de litio que hay en el interior de cualquier dispositivo electrónico. Esto es innecesario en estas baterías flexibles que se alimentan de nuestras lágrimas.
De los electrodos mecánicos a los biomateriales
Científicos de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur, han creado una batería flexible recubierta con glucosa y que reacciona con los iones de sodio y cloruro presentes en cualquier solución salina como, por ejemplo, nuestras lágrimas. El grosor de la batería es de 0,5 milímetros o 500 micras, suficiente para colocar en el ojo humano a modo de lentillas. Además, la autonomía de la batería permite su funcionamiento durante un día entero o más.
En realidad, estas baterías se pueden cargar mediante una solución salina en su estuche de carga, sin estar en contacto con el ojo humano. Pero en las pruebas en labotario, sus creadores han comprobado que también existe esa opción: aprovechar que el ojo se lubrica con lágrimas para aprovecharlas y cargar las lentillas inteligentes. En concreto, por cada 12 horas de funcionamiento, gracias a las lágrimas, la batería duraba una hora más. Lo que aumenta la autonomía de esta batería para emplearse en múltiples usos relacionados con la salud o en el ámbito lúdico o profesional.
Respecto a los elementos que forman la batería, los científicos responsables del proyecto emplearon CuHCFe (Hexacianoferrato de cobre) como cátodo. Combinado con la encima de glucosa GOx (glucosa oxidasa). El cátodo se oxiga y se carga mediante H2O2 (peróxido de hidrógeno) producido por la propia glucosa. Y para el ánodo se emplea PPy (polipirrol). Según cuentan sus creadores en un artículo publicado en Nano Energy, “el cátodo y el ánodo se fabricaron sobre un sustrato de papel poroso para mejorar la flexibilidad y la resistencia de los electrodos, con la batería incrustada en una lente de contacto”. En laboratorio, probaron a simular el uso de las lentes durante el día y la noche mediante cargas y descargas de la batería.
El futuro a través de las lentillas inteligentes
Quienes llevamos gafas, en ocasiones, fantaseamos con la posibilidad de dejar de llevarlas. Para ello hay varias alternativas, según las dioptrías que tengamos en cada ojo y del tipo de corrección que necesitemos. La solución más obvia pasa por cambiar las gafas por las lentillas. Y, según el problema de visión, podemos pasar por quirófano y gracias a los avances de la medicina, volver a casa el mismo día con la visión normal. Con colirios de por medio y un breve periodo de reposo.
Pero no todo el mundo puede usar lentillas u operarse. Sin embargo, las lentillas inteligentes abrirían las puertas a un futuro en el que no es necesario fabricar lentillas o gafas específicas para cada usuario. Ellas mismas serían capaces de adaptar la visión para mostrar a nuestros ojos lo que tenemos delante con total nitidez. De ahí el concepto de lentillas inteligentes. En este sentido, cualquier problema de visión se podría solucionar gracias a esta tecnología todavía en fase de investigación.
Y, claro está, en el ámbito lúdico, las lentillas inteligentes serían la perfección de los dispositivos actuales de realidad aumentada. Actualmente, en el mercado existen multitud de cascos y gafas inteligentes con más o menos prestaciones. Para videojuegos, como los Meta Quest de Meta (antes Facebook) y las PlayStation VR de Sony. O las Vision Pro de Apple, que prometen servir para trabajar, ver películas o jugar. Un todo en uno virtual que combina realidad con 3D.
Pero las lentillas inteligentes serían más fáciles de llevar, menos visibles, y facilitarían la vida ofreciendo lo mejor de la realidad aumentada: monitorizar la salud del paciente (diabetes, glaucoma), grabar lo que vemos, etc. Sin embargo, tendremos que ser pacientes para empezar a ver lentillas inteligentes en las ferias de tecnología y, posteriormente, en tiendas y grandes almacenes.