Casi seguro que conoces los nombres de Conil y Estepona, y lo estoy al 99% de que relacionas esos nombres con dos localidades andaluzas. Es probable, incluso, que hayas pasado alguna semana veraneando allí. Sin embargo, Conil y Estepona son también los lugares en los que se levantan dos búnkeres de Telefónica que protegen las telecomunicaciones entre Europa y América y que pueden mantenerse prácticamente intactos, incluso, tras un ataque nuclear.
Hasta la primavera de 1970, todos los enlaces transatlánticos entre Europa y Estados Unidos partían desde Francia y Reino Unido. Se trataba de los cables TAT que comunicaban los dos continentes en plena Guerra Fría. Sin embargo, a principios de 1969 se empezó a diseñar el proyecto del cable transatlántico con mayor capacidad del momento: el TAT-5, que en principio uniría San Fernando –luego sería Conil- con Green Hill, en la costa este de los Estados Unidos. Con una longitud de 6.450 km, iba a tener más capacidad que la suma de los cinco ya existentes. En total iban a ser 720 circuitos de telefonía con 400 repetidores (uno cada 18 km), de los cuales únicamente 112 se destinarían a la explotación por parte de Telefónica. Esto convertía a España en el centro neurálgico de las comunicaciones con Estados Unidos en ese momento. Para hacernos una idea de la evolución en las comunicaciones, el cable que une actualmente el TAT-5, llamado Columbus III, instalado en 1999 tiene una capacidad de 1.228.800 circuitos de telefonía, y únicamente necesita de 60 repetidores.
Estos detalles no tendrían mayor trascendencia si no fuera por las estructuras que se eligieron para proteger estas comunicaciones: búnkeres de 15 metros de profundidad. No podemos olvidar que cuando se ideó este proyecto el mundo estaba dividido en dos frentes antagónicos e inmerso en la Guerra Fría, que condicionó la política internacional y las relaciones entre países, periodo en que las comunicaciones se consideraban un valor estratégico. La España franquista, firme aliada del capitalismo y de EE.UU., viendo la necesidad de ampliar las comunicaciones entre el viejo continente y América, quiso jugar su papel en el escenario internacional y presentó el proyecto en 1967. También sufragó parte del proyecto, unos 7.000 millones de pesetas, alrededor del 8% del montante final.
Los dos búnkeres, exactamente iguales, se construyeron donde acababa el TAT-5, en Conil y Estepona, y poseían enlaces de microondas para que, en caso de desastre, las comunicaciones siguieran vivas.
Unas instalaciones a prueba de bomba
Para la construcción de los edificios se utilizó la última tecnología de la época, lo que da una idea de la importancia de las instalaciones. No se escatimó en detalles; por un lado, los búnkeres deberían encontrarse a las afueras del núcleo urbano y además disponer de un terreno lo suficientemente grande para evitar que desde el muro perimetral se tuviese fácil acceso a los mismos. Además, están protegidos contra terremotos gracias a que se construyeron en dos cubos de hormigón de 1 metro de grosor que se encuentran separados por fardos de paja prensados para amortiguar cualquier movimiento. Al mismo tiempo, para evitar el acceso a personas ajenas a las instalaciones, se levantaron dos puertas de acero de 20 centímetros de grosor cada una. Entre ambas puertas hay una pequeña sala de espera de unos 4 metros cuadrados. Estas puertas se cierran de forma automática pasados 20 segundos de su apertura. Y, por último, no podía faltar la defensa frente a los ataques nucleares, gracias también a los fardos de paja, que sirven de filtro ante las radiaciones. Además, las dos puertas de acero se cierran automáticamente en caso de detectar radiación.
Por otro lado, los dos búnkeres cuentan con una planta a nivel del suelo de unos 90 m2 formada por un salón, una cocina, una habitación, un despacho y una sala para la seguridad provista de monitores que controlan todas las cámaras exteriores. Además, disponen de un almacén con una grúa para bajar material desde dicha planta a la zona inferior del búnker.
Hoy en día los dos edificios tienen vigilancia las 24 horas del día, 365 días al año, y desde ellos se supervisan y se realizan las operaciones de todos los cables submarinos de Telefónica de España, tanto los que parten a las Américas como los que nos unen con África y otros puntos de Europa.
Seguro que la próxima vez te hablen de búnkeres tu imagen sobre ellos habrá cambiado. Son mucho más que una construcción bélica: también pueden servir para proteger algo tan importante como las comunicaciones, como has podido comprobar de primera mano.