Con novedades como el nuevo flash o Portrait Lighting en los iPhone 8, Apple vuelve a mostrar que el software lo es todo en el futuro de la fotografía móvil, que domina desde 2010.
Desde el iPhone 4S, Apple siempre ha estado a la vanguardia de la fotografía móvil. No ha importado que sus terminales sean más o menos pequeños; allá donde ha habido un iPhone ha habido calidad fotográfica. Podemos caer en el error de que siempre ha sido por potencia bruta de hardware, pero sería una afirmación muy lejos de ser real, pues la compañía siempre ha tenido lo mejor de lo mejor, pero lo que la ha diferenciado realmente ha sido el software. Los iPhone 8 lleva eso mucho más allá.
Apple siempre ha usado sensores compartidos con la competencia, o ha incorporado tecnologías como la estabilización óptica tarde, pero la clave de su fotografía han sido sus procesadores de imagen. Potentísimos, han sido capaces de convertir fotografías muy mediocres para el resto en imágenes recordables para sus usuarios, además de dotar de funciones como estabilizador de software en vídeo o fotos en HDR desde años tan arcaicos como 2010 ó 2011.
El iPhone 7 Plus continuó esa apuesta por el software dando el mayor paso de la fotografía computacional: lograr un efecto de desenfoque de los fondos (bokeh) que recordase a la profundidad de campo de las cámaras réflex, logrando sentar las bases para toda la industria del tipo de fotografía que el usuario espera en 2017, y que se decepciona en caso de no recibir en caso de haber pagado por gama alta.
Tras ello, los iPhone 8, a la espera del iPhone X, son los máximos exponentes de que aunque la física es la gran enemiga de conseguir más y más calidad de sensores de un tercio de pulgada, la fotografía computacional es el futuro a seguir. Después de que los resultados brutos en ruido y captación de luz no superen a los de un Galaxy Note 8 o Galaxy S8, lo importante del iPhone es lo que puede hacer por ti en cualquier condición.
En ese sentido, lo más sorprendente es el flash. Apple ha innovado desde el 5S con True Tone, una tecnología que adaptaba el tono del flash a las condiciones de iluminación. Ahora, yendo mucho más adelante, ha conseguido controlar la velocidad de él para que su efecto sobre los rostros sea mucho menos destructivo que de costumbre, no se quemen y, además, el fondo tampoco quede oscuro y subexpuesto.
También llega con los nuevos terminales Portrait Lighting, un modo que, haciendo uso del mapa de profundidad del modo retrato y de la potente inteligencia artificial de Apple, es capaz de iluminar dinámicamente los rostros o escenas tomadas, como haríamos en un estudio con focos. Los resultados todavía dejan que desear, pues se trata de una tecnología en fase beta, pero Apple vuelve a dibujar las líneas del futuro de la fotografía móvil, uno donde, en este caso, la inteligencia artificial sustituirá a mediocres filtros estáticos.
Fotografías: Mathew Panzarino en TechCrunch.