La Nintendo Switch supone una de las propuestas más innovadoras para el mercado de los videojuegos, pero como en anteriores ocasiones, Nintendo no es capaz de ofrecer un producto redondo.
Tal y como es común en Nintendo, la Nintendo Switch, su flamante nueva consola, ha llegado cargado de muchos aciertos pero también de muchos errores de lanzamiento. Si algo no se le puede negar a la compañía japonesa es su intento de, generación tras generación, lanzar un producto innovador que haga saltar por los aires los principios del mercado de los videojuegos. La genialidad de unir sobremesa y portátil en el mismo hardware es algo exclusivo de la compañía de la gran N, y como usuarios debemos celebrar lo que aporta, pero también reconocer donde falla.
El lado innovador de Nintendo Switch
No ha sido cuestión de marketing, es realidad. Estar en casa jugando frente al televisor con dos Joycon unidos a distancia de una Nintendo Switch es una experiencia de consola totalmente clásica, y la conversión a consola portátil es instantánea (cuestión de 3-4 segundos) en el momento en que se extrae de su dock. Además de esto, que Nintendo exima a los usuarios de la necesidad de comprar otro mando para el modo multijugador por haber diseñado los Joycon para su uso independiente, dice mucho de cómo la compañía quiere potenciar la experiencia.
Siguiendo con las buenas noticias, la consola se siente bien construida pese a su aparente look plasticoso, y el juego con el que ha llegado, que por otra parte es triste, no ha podido estar mejor elegido. The Legend of Zelda es historia de los videojuegos desde los primeros títulos de Nintendo Entertainment System, The Legend of Zelda y The Adventure of Link. Para todos sus fans, A Breath of the Wild no sólo es la continuación perfecta de una de las sagas más míticas, sino el juego de Link con el que siempre soñaron.
Las malas noticias
Frente a todo estas buenas noticias, no son pocos los puntos que se pueden encontrar en la parte negativa. Volviendo a la consola en sí, se habla de muy poca autonomía en modo portátil, unas 2 horas en Zelda, algo que, si bien tiene sentido por la potencia del juego, habla de una mala elección de chip (es de una generación antigua).
También se ha conocido que el dock puede llegar a arañar la pantalla de la Nintendo Switch. Y aquí entran en juego dos aspectos. En primer lugar, un mal diseño, pues no es normal que estando dedicado en exclusiva para la consola le cause daños. En segundo, que la pantalla de la consola carece del vidrio Gorilla Glass de smartphones y tablets, y se ha quedado en plástico. Una elección que está lejos de lo óptimo a día de hoy si se tiene en cuenta los daños que puede sufrir en cualquier situación. Un aspecto menor, pero también importante, es que la pata de sujeción es muy débil, por lo que es común que la consola se caiga, por ejemplo, apoyada en un coche en viajes.
Desde el punto de vista del software la cosa no es mejor. La consola carece de momento de modo online y del modo de consola virtual con el que Nintendo ofrecerá la opción de jugar a títulos de consolas anteriores. Tampoco está disponible la ya clásica opción de retransmitir las partidas en plataformas de streaming como Twitch, y su apartado smart es realmente pobre sin aplicaciones de Netflix o Youtube.
Por último, en cuanto al rendimiento en juegos, hay mucha decepción entre usuarios, que observan grandes caídas en cuadros por segundo de forma muy común. Además de ofrecer unos gráficos que están bastante por detrás de lo que a día de hoy ofrecen PlayStation 4 o Xbox One, jugar a Zelda en la Switch en modo sobremesa ofrece una experiencia mucho más abrupta que la que cabe esperar en un título en 2017.
Algunos de estos problemas se arreglarán con el tiempo o con revisiones de hardware. Otros, sin embargo, ya acompañarán para siempre al usuario de Nintendo Switch.