Si en el año 2011 la película ‘In time’ nos proponía un mundo futurista donde el dinero desaparece para dar paso al pago con minutos y segundos, hoy nos encontramos con una realidad palpable: los microchips injertables.
En 2004, Applied Digital, la empresa que inventó Verichip, recibió la autorización para comercializar sus microchips entre los humanos y comenzó a aplicarlos en dos usos: la identificación y la utilización en hospitales.
La empresa de videovigilancia Citywatcher, de Cincinnati (Ohio), fue la primera en ofrecer a sus trabajadores el implante de estos microchips para controlar su acceso a las zonas restringidas, en el año 2006.
El mecanismo funciona injertando el chip bajo la piel, del tamaño de un grano de arroz, que puede ser leído por un escáner de radiofrecuencia que recupera los datos. El procedimiento de implantación no provoca dolor, aunque puede conllevar algunas molestias a posteriori.
Y es que las facilidades que se consiguen al llevar esta suerte de microchips injertables son enormes: llevar consigo el DNI, el historial médico o incluso la tarjeta de crédito en nuestro propio cuerpo. De esta forma y con tan sólo pasar un escáner sobre las personas, se obtiene información personal como nuestra dirección postal o incluso sirve para localizarnos vía satélite si fuera necesario.
Hasta tal punto llegó la comercialización de esta serie de microchips queBAja Beach Club, una discoteca de Barcelona los empleó como método de pago y se los inyectaron a los clientes VIP por 125 euros. El club pretendía que los primeros famosos en usar el chip fuesen antiguos concursantes del conocido programa Gran Hermano o de Crónicas Marcianas. Además, la implantación se realiza con un sistema parecido a la cotidiana vacuna. Por este motivo, el director de la discoteca y responsable del lanzamiento del chip en España consideraba que más adelante se podría incluso sacar dinero en los cajeros sin usar la tarjeta de crédito.
Resulta muy incómodo ir al médico en una ciudad que no es la nuestra y que no sepa nuestro historial. ¿Os imagináis que cualquier doctor del mundo pudiera acceder a nuestra información con tan sólo pasar un escáner? Con este microchip es posible.
Otro ejemplo lo encontramos en esta historia. Para evitar el secuestro de una niña de 11 años, su familia decidió implantarle un chip GPS y así saber en todo momento dónde se encontraba. De hecho, en Buenos Aires, la empresa HAWK GPS Solutions promocionó un chip que tenía el mismo objetivo. Esta idea se extrapoló también a los empresarios que sufren secuestros o acosos para que siempre estuviesen localizados y, en caso de rapto, la policía pudiera localizarles lo antes posible.
El futuro ha aterrizado en nuestra vida en forma de microchips. Y no sólo los llevamos encima, sino que se instalan debajo de nuestra piel. La forma más segura de no “perder nuestra identidad” allá dónde vayamos. Por lo que ya hemos visto de ella y las facilidades que nos proporciona, esta tecnología ha llegado para quedarse.