Las posibilidades de éxito de la impresión 3D en microgravedad son prometedoras. Su uso podría reducir la cantidad de instrumental y herramientas que se envían en cada misión espacial.
La impresión 3D es una de esas tecnologías que, definitivamente, ha venido para quedarse. Y es que, junto con las inmensas aplicaciones del grafeno, ambas tecnologías punteras están llamadas a ser la revolución del siglo XXI. Ahora parece que la innovación en esta técnica no reside sólo en los productos finales o en la eficiencia de la metodología, sino también en el ambiente en que podamos utilizarla. Algo así ha debido de pensar la NASA, que ahora se ha propuesto analizar las posibilidades de la impresión 3D en microgravedad.
Inicialmente, conseguir que esta tecnología funcionara bajo unas condiciones específicas podría ayudar a reducir los costes asociados a las misiones, ya que no tendrían por qué reemplazar objetos perdidos o rotos por otros nuevos que se enviaran desde las agencias espaciales. Dicho de otro modo, los astronautas podrían beneficiarse de la impresión 3D en microgravedad imprimiendo directamente en órbita.
Esa fue la hipótesis que se planteó Niki Werkheiser, directora del proyecto 3D Printing in Zero-G ISS Technology at Demonstration. El resultado, de acuerdo a otro de los integrantes del equipo, Jason Dunn, parece tener éxito, ya que de momento, las impresoras 3D parecen funcionar bajo condiciones de microgravedad, requisito imprescindible si se quiere probar la impresión 3D en microgravedad en la Estación Espacial Internacional (ISS).
Los primeros resultados de la impresión 3D en microgravedad invitan al optimismo
Las pruebas, realizadas en la Microgravity Science Glovebox, espacio conjunto realizado por la Agencia Espacial Europea (ESA) y la NASA, han dado de momento buenos resultados. Inicialmente, la impresora 3D ha sido sometida a algunos test relacionados con la vibración y el estrés, factores críticos de las condiciones a las que se vería sometida en el espacio.
Durante los próximos meses, la NASA realizará exámenes relacionados con vuelos en microgravedad en intervalos de entre 20 y 30 segundos, que ayudarán a comprender el comportamiento de esta tecnología en la ISS, en caso de que fuera llevada allí si los resultados fueran positivos. Estos tests parabólicos serán sin duda la prueba de fuego para evaluar si efectivamente es posible la impresión 3D en microgravedad.
¿Veremos quizás en el futuro a los astronautas portando en sus naves impresoras 3D y un reducido número de herramientas e instrumentos? Es posible que los próximos resultados que se darán a conocer en el congreso del American Institute of Aeronautics and Astronautics Space determinen si finalmente la impresión 3D en microgravedad es o no posible. De momento, el futuro de esta tecnología invita al optimismo.
Imágenes | Hindrik Sijens (Flickr)