El mundo digital en ocasiones, en vez de ahorrarnos tiempo, nos genera nuevas tareas que nos quitan tiempo libre. El autor del post, se pregunta si existe alguna forma de al menos hacer divertida esta tediosa tarea.
En ocasiones, el mundo digital crea más trabajo del que es capaz de automatizar. Y seguramente esta no era la idea, ¿no?
De un modo bastante injusto, la tecnología no representa más esfuerzo para los arquitectos de los nuevos sistemas. ¡Qué va! Ellos van por delante nuestro, felizmente inconscientes de las turbulencias que dejan a su paso.
Somos nosotros, los humildes usuarios, quienes quedamos atrapados nadando a contracorriente. Cada vez que un hípster con barba de chivo nos abre la puerta de las oportunidades, un alud de nuevas opciones se nos cae encima, esparciendo todos los contactos anteriores por el escritorio. Ya nunca más podremos encontrar nuestras herramientas o contactos favoritos, porque los han sacado de donde estaban y ahora están presos en algún lugar ilógico. O, incluso peor, han dejado de estar activos.
Llamadme anticuado, pero sigue gustándome hacer las cosas por correo electrónico. Sin embargo, cada tipo de mensajería electrónica se ha convertido ahora en un fastidio en masa. Hemos asistido a una revolución gradual, quedando supeditados al nuevo amo, el servidor de comunicaciones. Nosotros los humanos somos ahora esclavos de estas bestias y pasamos los días con la espalda encorvada ante una pantalla enfrentándonos a correo no deseado, correos con copia y preguntas absurdas.
Un amigo mío que ha “interneteado” muchas cosas para un gran cliente recibe 16.000 correos al día, la mayoría procedentes de servidores y dispositivos de comunicaciones. Se dirigen a él para comunicarle que están activos y en funcionamiento. Ha dejado de hablar durante los viajes en tren, en las salas de espera de los aeropuertos e incluso en el pub. Está demasiado ocupado atendiendo los mensajes de un dispositivo electrónico diseñado para “ahorrar tiempo” (¡Dispositivo para ahorrar tiempo! Si estos chismes realmente fuesen inteligentes, apreciarían la ironía del nombre que les han asignado).
Me temo que mi amigo Subhas Patel estará condenado al tedio hasta que el proceso de alerta de correo pueda modificarse, de modo que los estúpidos conmutadores, cámaras CCTV y servidores sean lo suficientemente inteligentes como para solo enviar un correo cuando haya un problema. ¡Cadena perpetua, sin posibilidad de apelar!
¿Seguro que esta es una tarea que clama por la conversión en juego?
¿No sería maravilloso si la pantalla en la que vemos estos correos entrantes pudiese rediseñarse, y que cada mensaje apareciese como un invasor del espacio?
Podríamos ver en el cuerpo de cada invasor el encabezamiento y el remitente del correo. Basándonos en esta información podríamos decidir si queremos destruir el correo o dejarlo pasar a la siguiente ronda del juego. Si, no obstante, decidiésemos disparar al ladrón de tiempo antes de que pueda invadirnos más espacio, tendríamos la satisfacción de verlo explotar en la pantalla, con todo su contenido espantoso (frases pegajosas como “Bien, yo solo pensé que llegaría a ti”) derramado y ardiendo al entrar en contacto con nuestra atmósfera.
No tengo ni idea de cómo programar este juego: no tengas inconveniente en tomar la idea de otro que sepa cómo hacerlo.
Vosotros, astutos codificadores, podríais convertir las tareas más farragosas en juegos. Play in The Cloud, Play Mob, Chore Wars y otros grupos se dedican, todos, a convertir el trabajo en diversión.
Siempre quise que reciclar fuese menos una tarea y más una forma de descargar estrés. Todos echamos a faltar alguna gracia en los contenedores de botellas. Puede haber pocas actividades más terapéuticas que arrojar una botella, siempre que no corramos el riesgo de que nos alcance algún fragmento de vidrio. Lanzar una botella a tu enemigo puede ser una catarsis maravillosa. Muchas personas pagarían por lanzar una botella contra una efigie de piedra de, por decir algo, algún político o entrenador de fútbol caídos en desgracia. Si hubiese una estatuilla de Sepp Blatter en el centro de recogida de mi municipio, la cola para reciclaje de botellas ocuparía toda Europa.
Del mismo modo, hay maneras de convertir los centros de reciclaje de latas y envases de plástico en divertidas ferias. No tengo aquí espacio suficiente para describirlas, pero solo apuntaré que consistiría en utilizar tecnología máquina a máquina (M2M), y una tarea costosa se convertiría en una fuente rentable de ingresos que contribuiría, al mismo tiempo, a la alegría de las naciones. Las empresas que quisieran donar premios para los concursos de reciclaje adquirirían prestigio como empresas ecológicas y, evidentemente, gozarían de la aprobación en masa del público en general.
¡Ojalá supiese como programar el código y encontrar a los patrocinadores que donen los premios! Me pregunto si alguno de los lectores lo sabe.