¿Para qué queremos ordenadores en los colegios?

El World Economic Forum ha publicado en abril del 2012 su estudio sobre el estado global de las Tecnologías de la Información, denominado the Global Information Technology Report 2012. Dentro de su multitud de páginas un asunto ha llamado mi atención: la reflexión sobre el impacto de las tecnologías en la educación.

No existen claros parámetros de eficiencia de las tecnologías de información en los colegios, ya que se siguen usando parámetros obsoletos basados en el número de ordenadores por alumno. Este parámetro tenía sentido cuando los alumnos no tenían acceso a las TIC a nivel personal o familiar. El foco era el acceso a la tecnología en sí. Pero ¿cómo es la situación a día de hoy? España en 2009 disponía de aproximadamente 8 ordenadores por cada 100 alumnos en los colegios. En esas mismas fechas, la presencia de ordenadores en los hogares rondaba el 65%. Eso sin contar smartphones o productos de movilidad. Los números hablan por sí mismos.

El foco debe pasar claramente de la existencia de las TIC en los colegios al uso que se hace de ellas. Y ahí las TICs chocan no sólo con la dificultad de cómo medir su uso, sino con la idiosincrasia propia de la medida de la calidad de la enseñanza. Las TIC se convierten en una herramienta pedagógica más y no (sólo) en una materia de aprendizaje (reconozcámoslo, es muy probable que algunos alumnos hoy sepan más de informática que algunos de los profesores).  En este contexto, hablar del “Aula de Informática” para mí es tan obsoleto como si habláramos del “Aula de Escritura”.

Como parte del ecosistema educativo, una pregunta fría sería si la inversión en TICs en el colegio es más o menos rentable que otras posibles inversiones (por ejemplo invertir en mejorar la formación del profesorado). Y obviamente no existe una respuesta a la pregunta, pero el mero hecho de que exista la pregunta nos debería hacer reflexionar.

Las tecnologías de la información pueden ayudar a cambiar la forma en que la que se imparte la educación, pero como en otras muchas ramas de nuestra vida, se limitarán a apoyar o acelerar unos cambios que deben producirse independientemente de la tecnología propiamente dicha. Estos cambios requieren un cambio de mentalidad en la forma de enfrentarse a la educación, mucho menos centrado en conocimientos en este “Mundo Hiperconectado” (y es éste el subtítulo del informe del WEF), y muchos más relevante en experimentación y razonamiento. Y esto no se consigue simplemente “comprando ordenadores”.

 

Imagen|izzymunchted

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