¿Por qué el Kindle revolucionó la literatura?

El dispositivo no sólo permite evitar el famoso «no hay stock». Entre otros beneficios, también ayudó a miles de autores de todo el mundo, anteriormente ignorados por  las editoriales tradicionales, a poder autopublicarse y vivir de la literatura.

 

Considero al Kindle uno de los dispositivos más importantes que se lanzaron en los últimos tiempos en el mundo tecnológico. Si bien la tecnología que integra -la de la tinta digital que te permite leer durante horas, sin estar matándote la vista ante una pantalla brillante, incluso ante la luz del sol-, es de lo más interesante; lo más revolucionario es lo que significa y lo que permite.

El Kindle tiene un precio reducido. El más barato de todos cuesta US$69, ya que integra publicidades. El mismo, sin avisos, cuesta unos pocos dólares más y el más caro cuesta US$179. Con no mucho dinero se puede tener delante un mundo de posibilidades.

Uno de los mayores beneficios es que la posibilidad de conseguir libros es infinita. Con él desaparece eso de «no tengo en stock» y la eterna búsqueda de alguna vieja edición, de alguien que lo tenga en venta usado. Con entrar a un sitio web y hacer una búsqueda tendremos el libro al alcance de unos simples clicks.

Esto sin contar que, en la mayoría de las ocasiones, la publicación digital es un poco más barata. No obstante, la diferencia de precio no es la que debería. Hay que tener en cuenta que a través de las publicaciones digitales las compañías se ahorran procesos de producción que salen carísimos: desde la impresión hasta la distribución.

Por eso considero que, si bien las empresas deben tener una ganancia -es lógico que así sea-, no debería ser tan alta como a la hora de vender un libro en papel.

El Kindle también le cambió la vida a muchos escritores, que dejaron de prestarle atención a las grandes editoriales que los ignoraban y comenzaron a autopublicarse. Casos de éxito hay decenas.

Quizás el más famoso es el de Hugh Howey, quien escribió «Wool», que generó miles de reseñas en Amazon. La edición digital le permitió ganar más de un millón de dólares al autor y, como si fuera poco, le vendió los derechos cinematográficos a Ridley Scott, el productor de Alien. Todo esto lo hizo sin que su libro haya sido presentado en papel. Obviamente, después de semejante conquista, la editorial Simon & Schuster lo terminó publicando.

A todo esto se le suma que, gracias al Convenio de Berna -un tratado internacional sobre la protección de los derechos de autor sobre obras literarias y artísticas, firmado por la mayoría de los países-, después de 50 años de la muerte de un autor, sus libros pasan a dominio público (esto se puede extender en algunos casos especiales hasta 100 años como máximo).

De esta manera, hay cientos de miles de obras que se pueden descargar de manera completamente gratuita a través de Internet. Esto le da un acceso a la cultura a personas que no tienen tantos recursos como para ir a comprar esas publicaciones a una librería de turno.

Finalmente, y esto ya es un tanto utópico, diferentes gobiernos podrían utilizar dispositivos como el Kindle para que sociedades en vías de desarrollo puedan tener acceso a diferentes publicaciones (desde periódicos hasta obras literarias). Dándole uno de estos dispositivos y haciendo un plan de regalo, las personas podrían tener acceso a millones de libros sin gastar nada.

Imagen vía Amazon

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