sarampión

¿Por qué ha ocurrido el brote de sarampión en Disneyland?

En los últimos días, un brote de sarampión en Disneyland ha alertado a las autoridades sanitarias en Estados Unidos. ¿A qué se debe? ¿Podemos frenarlo?

El sarampión es una enfermedad infecciosa causada por un virus, caracterizada por manchas rojas en la piel (eccemas), estado febril y debilidad general. En el año 2000, Estados Unidos declaró que estaba libre de esta infección. Un brote repentino ocurrido en Disneyland ha despertado todas las alarmas sanitarias. ¿Por qué ha ocurrido?

En los países desarrollados, donde los planes de vacunación no se han completado con éxito, el sarampión sigue siendo una de las causas más importantes de mortalidad infantil. La erradicación de esta enfermedad se ha convertido, por tanto, en uno de los grandes objetivos de salud pública.

Vacunas y salud pública

Como se observa en la siguiente gráfica, la introducción de vacunas en Estados Unidos ha contribuido de manera fundamental a la reducción de las muertes por sarampión:

sarampión

La razón que se esconde tras el brote de sarampión está en el movimiento antivacunas. Como explicamos en este artículo sobre mitos de la ciencia, existen personas que creen que las vacunas pueden provocar autismo, por lo que deciden no vacunar a sus hijos. El problema es muy grave, ya que la investigación ha conseguido demostrar que la vacuna triple vírica (la que protege contra el sarampión, la rubeola y las paperas) no produce autismo.

Esta falsa creencia daña enormemente la salud pública, no sólo la individual. El autor que apuntó la relación entre vacunas y autismo había manipulado en realidad sus resultados. En otras palabras, las vacunas son seguras. No vacunar a la ciudadanía hace que las infecciones ‘campen a sus anchas’, y puedan aparecer en forma de brotes como el ocurrido en Disneyland.

Los estudios históricos sobre sarampión en Estados Unidos reafirman de nuevo la importancia de las vacunas. Como vemos en la siguiente gráfica, la introducción de la vacunación redujo drásticamente los casos infecciosos. En 1988, cuando se recomendó administrar una segunda dosis de la vacuna contra el sarampión se produjo un verdadero punto de inflexión:

sarampión
Imagen | Wikimedia

En otras palabras, las vacunas no sólo nos protegen a nosotros mismos. También son una medida preventiva para la población. Si se vacuna un número pequeño de personas, es más fácil que el virus se propague. Sin embargo, si la mayoría de la ciudadanía está vacunada, podemos contener un brote infectivo.

En 2013, por ejemplo, el sarampión también reapareció en Nueva York y Texas. Como analizaron desde las autoridades sanitarias de EEUU, el virus se expandió en grupos de personas con tasas de vacunación bajas. Es decir, la infección reaparece si evitamos vacunarnos, poniendo en peligro a toda la ciudadanía.

sarampión
Imagen | CDC

El ejemplo de Japón y la tos ferina

A mediados de los setenta, el 80% de los niños en Japón recibían la vacuna contra la tos ferina. Este porcentaje permitió que hubiera sólo 393 casos infecciosos, y ninguna muerte provocada por la enfermedad.

En los años posteriores, la tasa de vacunación de tos ferina se redujo, hasta alcanzar el 10% de los niños. ¿Qué ocurrió? Algo similar al sarampión. En 1979, 13.000 pequeños sufrían tos ferina y 41 murieron por el ataque de la bacteria Bordetella pertussis. Cuando se volvió a vacunar a los niños frente a esta enfermedad, la prevalencia se redujo de nuevo drásticamente.

Los datos, por tanto, son claros. No vacunarse es sinónimo de sufrir cualquier tipo de infección, que puede resultar mortal. El brote de sarampión de Disneyland debe recordarnos la importancia de las vacunas en medicina. Sin ellas, nuestra salud corre peligro.

Imágenes | Jaytaix (Pixabay), CDC, Wikimedia

Sobre el autor

RELACIONADOS