¿Por qué no aprendes? Cómo funcionan las leyes del aprendizaje

Llevas siete años jugando al pádel. Aunque practicas todo lo que puedes, tu nivel no mejora. Estudias inglés desde los 10 años y, aunque retomas las clases una y otra vez, sigues sin hablar este idioma. ¿Por qué no aprendes?


Ya en los Puranas, recopilación de textos antiguos que tanto han influido al budismo, al hinduismo o al yoga, se describían los pasos para transformar el conocimiento en sabiduría práctica. Es decir, para interiorizar lo que se escucha y hacerlo propio. En definitiva, para aprender. Y se establecían tres etapas, de las que he tenido conocimiento gracias a El Arte de Vivir:

  • La primero es Shravana en sánscrito, escuchar el conocimiento. Como cuando vamos a una clase y descubrimos algo nuevo por primera vez.
  • Mañana, meditar o pensar en lo escuchado. Oyes una respuesta y piensas en ella, la masticas, la meditas y la interiorizas.
  • Y, finalmente, Nidhidhyasa. Haces tuyo ese conocimiento, se transforma en tu propia experiencia.

Solamente cuando llegabas a este tercer paso, se consideraba que habías aprendido de verdad, cuando lo escuchado pasaba a formar parte de ti.

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Desaprendiendo para reaprender

Por eso uno no se olvida de montar en bicicleta. ¿O sí? El ingeniero y divulgador Destin Sandlin se hizo famoso con La bicicleta con el cerebro al revés’, un experimento que dio a conocer a través de su podcast Smarter Every Day.

La dinámica era fácil. Aunque Sandlin llevaba montando en bicicleta desde los seis años, su amigo soldador Barney le retó con una muy especial en la que había introducido un mínimo cambio: si girabas el manillar hacia la derecha, la rueda se desplazaba a la izquierda y si lo movías a la derecha, la rueda inmediatamente viraba hacia la izquierda. “Pensé que iba a ser fácil y salté a la bici dispuesto a demostrar lo rápido que podía hacerme con ella”.

Le llevó nada menos ocho meses de práctica diaria dominar el nuevo artefacto, lo que demuestra -en sus propias palabras- que “una vez que se tiene una forma de pensar rígida en la cabeza, a veces no se puede cambiar, aunque se quiera”.

Pero lo peor es que, cuando intentó montar en una bicicleta normal, había olvidado cómo hacerlo. Eso sí, pudo recordarlo en aproximadamente 20 minutos. No es lo mismo aprender que reaprender.

Lo más impactante del experimento de Sandlin fue lo que descubrió sobre conocer, saber, entender y aprender durante el proceso. “Tenía los conocimientos sobre el manejo de una bici, pero no tenía la comprensión. Por lo tanto, el conocimiento no es la comprensión”. Y, sin verdadera comprensión, no hay aprendizaje.

Los estilos de aprendizaje

Kolb describió los ciclos de aprendizaje que seguimos las personas adultas. Un modelo que completaron más tarde Honey & Mumford con lo que llamaron los estilos de aprendizaje, que se recoge al completo en The Effective Change Management Handbook. Sumando las dos teorías nos encontramos con:

  • Algo sucede que desencadena el proceso de aprendizaje. Los que prefieren aprender de estas experiencias concretas, cuanto más nuevas mejor, son los llamados activistas. Siempre ocupados y buscando retos, adoran probar, experimentar y ponerse a prueba.
  • Piensas sobre lo que ha sucedido en un proceso que se denominó observación reflexiva. Los que prefieren esta forma de asimilar conocimiento nuevo, a los que se conoce como reflexivos, se decantan por aprender de otros, observando a los demás y reflexionando sobre sus propias experiencias.
  • Entonces, estamos preparados para identificar patrones en un proceso llamado conceptualización teórica. Los que mejor se mueven en estas aguas son los conocidos como teóricos, cómo no, quienes valoran en particular los modelos de pensamiento claros, derivar conclusiones lógicas a partir de principios básicos y absorber nuevas ideas a través de la lectura.
  • Por último, llega la fase de la experimentación práctica, en la que pones a prueba las teorías que elaboraste en la fase anterior. A los que prefieren esta etapa del ciclo de aprendizaje se les dice pragmáticos. Les gusta probar y aplicar ideas y teorías, especialmente cuando tienen relevancia práctica para un problema real. Suelen ser personas abiertas a nuevas técnicas y disfrutan de cualquiera que pueda ayudarles o asesorarles mientras las testan.
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¿A qué nos lleva la exposición de este modelo? A que a todo el mundo no le gusta aprender de la misma manera. Un teórico, por ejemplo, aprecia las conferencias que ofrecen explicaciones detalladas de teorías sólidas y contrastadas o que sistematizan e integran los datos de la experiencia, pero probablemente se resistirá a participar en una dinámica o un taller o a aprender a base de prueba y error, que sería la opción favorita de un activista.

Pero que no nos guste tanto una forma de formarse, no implica que sea menos efectiva. De hecho, sólo logramos aprender cuando completamos las cuatro fases. Si nos quedamos únicamente con los talleres prácticos que adoran los pragmáticos, nos estancaremos. Lo mismo sucede si nos atiborramos a cursos, seminarios, conferencias y lecturas de libros, la mejor opción para un reflexivo, y luego no hacemos nada con ellos.

Participar en formaciones no es aprender

“En los cambios, se relaciona el aprendizaje con la formación. Una formación es una forma de generar aprendizaje, pero no la única ni aplica siempre”, explica Alfred Maeso, mentor, formador y agente del cambio con una dilatadísima experiencia en toda clase de organizaciones.

Por eso, para que una formación sea efectiva tiene que impartirse cuando se va a usar, estar completamente alineada con lo que se necesita o se quiere hacer y, como decía Steven Covey, empezar teniendo en cuenta el final. Es decir, describir en los objetivos de aprendizaje qué serán capaces de hacer los participantes en un curso, taller o seminario cuando finalice. Lo demás es acumular títulos y diplomas que probablemente no se llegarán a utilizar.

De este modo quizá comiences, de una vez por todas, a entender, comprender, experimentar y aprender.

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