Cuando salgan al mercado las gafas inteligentes de Google se empezará a ver en la calle gente que de repente se pone a hablar con su dispositivo o bizquea con un ojo para atender a la pantalla.
Ya desde antes de su lanzamiento, los problemas de Google Glass se están anticipando, sobre todo en lo que se refiere a la privacidad. Éste puede ser un punto de fricción para los primeros usuarios que adquieran el dispositivo, pero es probable que los pioneros también tengan que enfrentarse a otras incomodidades. Sólo hay que pensar en la impresión que causaría el comportamiento de un usuario avezado con sus lentes-smartphone en cualquier espacio público.
Aunque las gafas de Google aún están lejos de comercializarse ya despiertan algunos resquemores. Sólo las hemos podido ver en las presentaciones oficiales y en demostraciones en petit comité de algunos desarrolladores que han empezado a trabajar con ellas. Pero sus características se conocen lo suficiente como para hacerse una idea de cuál será su recibimiento entre los consumidores.
No hablamos de ventas sino del uso del dispositivo y de las dificultades con las que se pueden encontrar sus usuarios al principio. A continuación destacamos cinco posibles problemas de Google Glass.
Vetadas en algunos espacios públicos
En los lugares donde está prohibido hacer fotos y grabar vídeos será cuestión de tiempo que el dispositivo sea prohibido. Los responsables de cines, museos o edificios públicos querrán asegurarse de que un usuario no activa la función de la cámara y esto sólo será posible si no lleva puestas las gafas.
Otros sitios se pueden ver impulsados a vetar las Google Glass por la incomodidad que puede suponer a sus clientes, por ejemplo en los aseos de un local. Fue un bar de Seattle el que se hizo famoso por ser el primero que prohibió el dispositivo, una norma a la que le viene como anillo al dedo el cartel que diseñaron en Stop The Cyborgs.
No despegar la vista de la pantalla
Tal y como ocurre hoy con los smartphones, no importa en qué momento ni en qué lugar, algunas personas no despegan la vista de la pantalla, incluso cuando están en medio de una conversación. Este problema probablemente se transmitirá a los usuarios de Google Glass, que tendrán acceso a un flujo de información constante muy cerca de su ojo, por lo que será difícil superar la tentación de bizquear disimuladamente.
Fotografías complicadas
Este punto no tiene que ver con la privacidad, aunque parezca mentira. Y es que una cámara en las gafas puede ser cómoda para hacer cierto tipo de fotografías, pero para tomar imágenes de cerca el usuario tendrá que aproximar su cabeza al objeto deseado. Imaginémonos la situación desde fuera: un tipo en un bar con la cabeza pegada a su cerveza para hacer una foto artística o, peor, a rastras en el suelo para sacar una instantánea de los zapatos de su amigo. Eso sí, llegado un punto se dará cuenta de que casi mejor coger las Google Glass con la mano y disparar a lo que salga.
Invasión de la privacidad constante
El que Google Glass pueda realizar fotografías sin que los retratados se den cuenta es una de las cuestiones que más polémica ha suscitado. ¿Qué pasará si miramos con las gafas puestas a un policía? Pero no sólo eso, hay mucha gente que no se toma alegremente el que le hagan fotos en la calle o cualquier otro lugar. La misma situación incómoda se puede presentar en reuniones de trabajo.
Las Google Glass están lejos de una implantación real
Se trata de un dispositivo muy diferente a los que estamos acostumbrados hasta ahora, por lo que cuando los primeros usuarios interactúen con sus gafas las acciones podrán verse como extravagancias. Ya ocurrió algo parecido con los pioneros en utilizar los sistemas de manos libres por la calle, para muchos fueron durante un tiempo: gente que hablaba sola.
Imagen: Stop The Cyborgs