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La radiación sigue siendo un factor determinante en el ecosistema de Chernóbil

Después de 33 años del accidente nuclear más famoso de la historia, el hábitat colindante sigue estando muy expuesto a la contaminación nuclear.

Chernóbil continúa siendo uno de los lugares más peligrosos de la Tierra. Un sitio alejado de cualquier revuelo social y cerrado a gran parte de la población.

La radiación sigue siendo excesivamente alta, y muy posiblemente se tardarán décadas en poder disfrutar de una zona que quedó profundamente dañada después del accidente nuclear más grande dentro del ámbito radiactivo.

Ubicada al norte de Ucrania, y a muy pocos kilómetros de la frontera con Bielorrusia, la zona de la catástrofe sigue recibiendo curiosos (actualmente, hay zonas abiertas al público, pero están muy vigiladas) e investigadores que, a tenor del mito de Chernóbil, se han interesado por este lugar instaurado en la memoria colectiva por su papel dentro de la cultura occidental.

Desde todos los documentales realizados sobre el accidente hasta películas y series, pasando por libros, cómics y videojuegos. La gran mayoría de jóvenes recordará, por ejemplo, con cierta nostalgia, la misión en Prípiat dentro del Call of Duty 4.

Se ha convertido, por lo tanto, en un escenario donde la fantasía y la mitología propia del tema han surgido con rapidez a modo de leyenda.

radiación
Noria en un parque de la ciudad ucraniana de Prípiat

La radiación en Chernóbil y alrededores

Más allá de la concepción cultural del lugar, el día a día del epicentro de la catástrofe sigue siendo muy oscuro y poco halagüeño.

Recientemente, un equipo de investigadores de la Universidad de Bristol, ubicado también dentro del Centro Nacional de Robótica Nuclear de la propia universidad, ha realizado un estudio a pie de campo gracias dos drones.

Su objeto particular de investigación ha sido el Bosque Rojo, un bosque de pinos muertos que se encuentra a aproximadamente a 500 metros de la zona cero. Este sitio es una de las zonas más afectadas del complejo de casi 4.300 kilómetros cuadrados de zona de exclusión que se creó para proteger a la población.

El estudio ha llegado a la conclusión de que, pese al paso de los años, la radiación sigue siendo muy alta en la zona, además de conocer con mayor exactitud el lugar y su consiguiente radiación, también se ha descubierto la distribución histórica que había y sigue habiendo de material radiactivo por el bosque.

Se espera con este estudio que más investigadores y equipos de trabajo realicen funciones académicas en la zona con el objetivo de estudiar más a fondo la radiación, y con ello, poder ayudar a otras zonas catastróficas como la de Fukushima en Japón.

FUENTE: ABC

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