¿Estamos inmersos en plena revolución de la fotografía doméstica? ¿Han cambiado los smartphones y otros dispositivos digitales nuestra forma de retratar la realidad cotidiana? ¿Hacemos cosas distintas o es lo mismo de antes pero con tecnología más avanzada? Éstas son algunas de las preguntas que intenta responder la exposición Realidades Instantáneas abierta durante los meses de septiembre y octubre de 2015 por Fundación Telefónica Venezuela en la Sala Trasnocho Arte Contacto (TAC) de Caracas.
El catálogo de la muestra [descargable en PDF de forma gratuita], coordinado por la comisaria Sagrario Berti (Universidad de Sussex, Inglaterra), aporta una enriquecedora reflexión sobre la evolución de la fotografía instantánea desde el boom que supuso la aparición de la primera Polaroid en la década de los 70 hasta los potentes sensores actuales que llevamos en el bolsillo dentro de nuestros teléfonos móviles. Y en muchos aspectos, la llegada de la digitalización no ha cambiado tanto la fotografía amateur y familiar.
La empresa de Minnesota Polaroid, fundada por Edwin H. Land, fue pionera en el desarrollo de cámaras de fotografía instantánea, es decir, que revelaban y positivaban la imagen al momento sin necesidad de recurrir a un laboratorio. En 1947 la compañía presentó ante la Sociedad Óptica de América (Optical Society of America, OSA) un prototipo que lo hacía en tan sólo 60 segundos, pero no fue hasta 1972 que lanzó al mercado el modelo SX-70, una pintoresca cámara instantánea plegable, que se convertiría en el símbolo de una época.
Las instantáneas Polaroid pronto fueron el objeto fetiche de artistas y celebridades (recordemos la famosa foto de Andy Warhol portando una SX-70) y su utilización también se extendió como la espuma entre la gente corriente, multiplicando la práctica de la fotografía en el entorno doméstico dado que el “revelado a mano” evitaba tener que esperar al trabajo del laboratorio, a diferencia de lo que ocurría con las máquinas al uso del momento, como la Instamatic de Kodak.
La revolución que trae consigo la tecnología Polaroid tiene que ver con que retrata el instante, el momento presente, frente a las cámaras convencionales que almacenan recuerdos, reflejando un tiempo que será pasado cuando se contemple en la imagen. Esta esencia es lo que la acerca a la actual fotografía digital, como se afirma en el catálogo de Realidades Instantáneas:
“El lugar de encuentro entre la imagen digital y la fotografía instantánea reside en que su expresión temporal es el momento; cierta memoria efímera que, sin embargo, en la Polaroid queda fijada sobre un soporte material –a diferencia de la imagen digital donde su referencialidad se desdibuja.”
Otra intersección entre la imagen instantánea analógica y la digital de nuestros días se produce en torno al componente social. Hoy prácticamente no se concibe la fotografía doméstica disociada de su reproducción y difusión a través de medios sociales; la gente retrata y se retrata para que otros lo vean, sustituyéndose así la función original de generar testimonios del tiempo pasado. La Polaroid también convierte la práctica fotográfica en un acto social: “En actividades sociales la cámara Polaroid es el centro de atención. Es una experiencia festiva que contiene y refleja la atmósfera de la fiesta. La cámara convoca al grupo reunido en torno al objetivo, y las personas convocadas no la evaden, la miran directamente.” Como muy poéticamente lo describe Nat Trotman del Guggenheim de Nueva York, “la Polaroid de fiesta no evoca un pasado, es un instante fosilizado en el presente eufórico”.
Las coincidencias no acaban aquí. También la SX-70 se podía guardar cómodamente en el bolso o en el bolsillo como los smartphones de ahora. Ofrecía la posibilidad de ir constantemente armado de una cámara fotográfica cuando antaño la máquina solamente se sacaba de casa cuando lo demandaba un evento o suceso concreto.
Otro apartado considerado es el de los accesorios asociados a la fotografía. La fotografía digital a través del teléfono móvil cuenta con aparatos y sistemas para registrar fotos panorámicas, programas para colocar las fotos en álbumes o carpetas, esquineros para sujetarlas virtualmente, photobooth, cámaras que se adaptan a los iPhone y el popular palo de selfie, sustituto contemporáneo del trípode, entre muchos otros gadgets. Pero en su día también Polaroid ofrecía complementos de mercadotecnia para sus cámaras: “álbumes, marcos de cartón –fundas usadas por fotógrafos de plazas y de eventos en las décadas de 1960 y 1970– o molduras de plástico a partir de los años 80”. Todo un mundo de subproductos para contribuir a generar una experiencia en el consumidor, como predica el marketing actual.
En el apartado de los temas retratados, la fotografía familiar y amateur, tanto ayer como hoy, se centra en personas, mayormente niños, grupos o animales domésticos, remitiendo directamente a momentos concretos de la vida, generalmente de ocio, pasatiempo o viajes. Si acaso, hoy las redes nos ofrecen la posibilidad de compartir casi en tiempo real lo que constituyen las imágenes de nuestra vida cotidiana, o como dice la comisaria Berti: “la oportunidad de conformar un diario de banalidades que se puede trasmitir inmediatamente. Realidades instantáneas emitidas con el fin de hacer presentes situaciones, no ya para certificar un “he estado aquí” –el pasado del famoso “noema” barthesiano–, sino para confirmar que “estoy acá en este momento””.
El cambio principal entre el mundo analógico y el digital es que la fotografía ya no se archiva en un medio físico como antes, sino en el espacio digital construido de unos y ceros, y cada vez en más medida, en redes externas ajenas al ordenador o dispositivo particular del usuario.
De esta forma, este valioso análisis que incluye el catálogo de la exposición Realidades Instantáneas concluye que no hay tanta diferencia entre el viejo mundo de la Polaroid y el universo digital que habitamos: “asistimos a una cultura cambiante de imágenes y de visualidad. Sin embargo, no hay discontinuidades en ella, ni fracturas temáticas, todo lo contrario: las formas visuales de la fotografía doméstica analógica permanecen como modos “antiguos” de visualidad hibridados con el formato digital.”
Para finalizar este breve resumen, no está de más enumerar las siete características o instantáneas que apunta en el catálogo la periodista Aixa Sánchez sobre el uso de la imagen en la “era de la postfotografía”, o lo que es lo mismo, en la cultura digital 2.0 en la que vivimos:
- En-redados en imágenes: “Creada en 2010, Instagram cuenta en la actualidad –fecha que ya es caduca– con 300 millones de usuarios activos mensuales, de los cuales 200 millones utilizan su cuenta todos los días. Un usuario en promedio pasa 21 minutos diarios entre subir fotografías, revisar las de los otros, hacer comentarios y “likes”. Su cofundador Kevin Systrom afirma que Instagram puede entenderse como el “pulso visual del mundo”, como un “walkie talkie visual” para comunicarse con amigos.”
- Verdad. ¿Cuál verdad?: “Hoy por hoy, después de dos décadas de uso masivo del Adobe Photoshop, y cuando día tras día se desarrollan numerosas aplicaciones de edición de imágenes para teléfonos inteligentes y tabletas, como las populares Snapseed y VSCOcam, entre otras, cualquiera sabe que todo lo que capta una cámara puede ser manipulado.”
- Vivir (=) Fotografiar: “Para hablar de la fotografía en la actualidad, Joan Fontcuberta ha reformulado el cogito, ergo sum de la siguiente manera: Fotografío, luego existo, entendiendo que “la cámara se ha convertido en un artilugio principal que nos incita a aventurarnos en el mundo y a recorrerlo tanto visual como intelectualmente”.”
- Más estrellas que en el cielo: “La célebre profecía de los 15 minutos de fama que vaticinó Warhol parece haberse quedado corta ante el auge de todo tipo de “celebridades” que circulan en la web. Ser viral, al menos una vez en la vida, garantiza una micro fama mucho más larga de la que sentenciara el gurú del pop art.”
- ¿Quién no se ha hecho un selfie?: “El selfie o práctica del autorretrato –“autofoto” según versiones más castizas– se ha convertido en el suceso más importante de la era de las cámaras digitales, los teléfonos móviles y las redes sociales. Si bien los autorretratos existen casi desde el mismo inicio de la fotografía –no olvidemos a Hippolyte Bayard con sus piezas del Ahogado de 1840–, nunca antes habían alcanzado los niveles actuales de popularidad, ni abierto un repertorio tan amplio de análisis surgido de sus usos, impacto e implicaciones en las redes sociales.”
- ¿De quiénes son las imágenes? / ¿Cuánto vale una obra de arte?: “Desde los años 70, el mundo del arte está acostumbrado a las polémicas generadas por Richard Prince con sus estrategias “apropiacionistas”. [..] A finales de 2014, Prince presentó en la Gagosian Gallery de Nueva York –y posteriormente en Londres en julio de 2015– su serie New Portraits, un conjunto de 38 impresiones en inyección de tinta sobre lienzo a gran tamaño (167 x 123,8 cm) de fotografías tomadas a selfies publicadas en Instagram (principalmente de mujeres en poses sugestivas), y en las cuales el artista se introducía desde su cuenta @richardprince4 con un comentario ubicado al final de la cadena. Las piezas, según las informaciones que circulan en la red, costaban 100 mil dólares.
Las respuestas a este acto provocador fueron de todo tenor, pero sin duda la más ingeniosa y notable fue la del colectivo Suicide Girls –de cuya cuenta fue tomada una de las imágenes–, quienes decidieron vender retratos de su cuenta en Instagram, del mismo tamaño y con la misma técnica utilizada por Prince, a tan solo noventa dólares.”
- Sobre la (des)materializacion de la imagen: “En el ámbito de lo cotidiano, las imágenes existen en el teléfono, en la web, en las redes sociales y en las computadoras, lo que ha promovido la idea de que a la par de la masificación de la producción de imágenes, éstas nunca habían sido tan inestables y efímeras.”