El software puede ser eterno, ya que no se desgasta igual que el hardware. Sin embargo, si nos quedamos sin soporte, ese software perderá valor y utilidad.
Estamos acostumbrados a renovar nuestros dispositivos electrónicos, bien cuando dejan de funcionar o cuando nos fijamos en un modelo superior o más novedoso.
En el caso del software ocurre algo similar. Cada poco tiempo surgen nuevas versiones de nuestras aplicaciones y sistemas operativos. Mientras son la versión oficial, reciben actualizaciones y si tenemos algún problema, podemos contactar con el autor en busca de ayuda.
Pero cuando una aplicación o sistema operativo se queda sin soporte, bien por su antigüedad o porque hay versiones más recientes, ocurre algo parecido a cuando un dispositivo móvil o computadora pierden su garantía.
Veamos qué implica que un sistema operativo se quede sin soporte y los dos ejemplos más populares: Windows y Android.
Sin soporte pero funcional
¿Es posible seguir usando software sin soporte? A diferencia de los componentes físicos, que padecen el paso del tiempo y su rendimiento empeora con los meses y los años, el software tiene la ventaja de seguir funcionando con normalidad.
Seguir usando un sistema operativo sin soporte es posible, y en muchos casos es la única opción. Un ejemplo: una fábrica u oficina que emplea una herramienta de software propia y que no puede correr en una versión más actual del sistema operativo porque implicaría parar la fabricación de un producto o retrasar proyectos sine die.
Otro ejemplo: adquirimos un dispositivo móvil, smartphone o tablet, con una versión específica de Android pero, con el paso del tiempo, no recibe ninguna actualización, bien porque el fabricante considera que afectaría al rendimiento del aparato o bien por decisión estratégica o por centrarse en dispositivos más recientes. Sin embargo, el gadget funciona perfectamente.
Más ejemplos: cajeros automáticos, centros educativos u organismos públicos siguen con una versión sin soporte de Windows porque no pueden permitirse licencias para decenas de computadoras ni renovar ese parque de computadoras por el desembolso que implica.
Windows sin soporte
Windows 7 se lanzó al mercado en 2009 y no dejó de venderse junto con equipos nuevos hasta 2014. Cinco años. Pero con Windows 8 y 8.1, que recibieron muchas críticas por parte de usuarios y profesionales, se lanzaron respectivamente en 2012 y 2013 y dejaron de venderse en 2016.
Es más, si fuiste usuario de Windows 8 pudiste actualizarte a 8.1 gratuitamente.
Pero que un sistema operativo como Windows no se venda más no implica que pierda el soporte técnico gratuito y deje de recibir actualizaciones. Volviendo a Windows 7, su soporte técnico finalizó en 2015 y en 2020 finalizará el soporte extendido. En el caso de Windows 8.1, el soporte finalizó en 2018 y el soporte extendido en 2023.
En principio, Microsoft ofrece un mínimo de 5 años de soporte técnico para los consumidores y diez años para usuarios profesionales y desarrolladores de software.
El soporte implica recibir mejoras y actualizaciones, con funciones nuevas o de seguridad, así como asistencia gratuita y/o de pago. En cuanto al soporte extendido, se limita a las actualizaciones de seguridad y a la asistencia de pago.
Que nuestra versión de Windows se quede sin soporte no implica que vaya a implosionar o a formatear el disco por su cuenta. Pero deberemos tomar ciertas precauciones a nivel de seguridad.
Por un lado, contar con herramientas de seguridad como antivirus y/o cortafuegos. En segundo lugar, evitar el acceso a internet desde ese equipo así como no conectar discos externos o pendrives para evitar la instalación de malware.
En resumen, un PC con Windows sin soporte puede seguir usándose pero deberíamos “aislarlo del mundo” para que siga siendo seguro.
Android sin soporte
Los sistemas operativos móviles también se quedan sin soporte y, en la mayoría de los casos, es la principal causa por la que adquirimos un nuevo dispositivo.
Android es el sistema operativo más popular, pero esto no le ha librado de muchas críticas, una de ellas el problema de las actualizaciones.
A diferencia de Windows, Android es gratuito para el usuario. Tiene su motivo y es que en un PC puedes instalar diferentes sistemas operativos pero en un smartphone solo puedes emplear Android al ser un combo cerrado de hardware y software.
Android suele actualizarse con cierta frecuencia, pero a diferencia de los parches de Windows, cuando Android recibe una nueva actualización, coincide con una nueva versión que añade nuevas funciones y de paso corrige errores.
Sin embargo, que nuestro smartphone, tablet o televisor Android se actualicen depende del fabricante del dispositivo.
¿Motivos para no ofrecernos una actualización? Que no confíe en esa actualización al considerarla poco estable, que piense que la actualización empeorará el rendimiento de nuestro dispositivo o que perjudique a su propio software preinstalado.
Puede darse el curioso caso de contar con soporte técnico por parte del fabricante del dispositivo pero tener una versión de Android a la que Google ya no presta soporte.
Si echamos un vistazo a las estadísticas de uso de Android, veremos que hay muchas versiones en activo. La más reciente, en el momento de escribir estas líneas, es Android 8.1.
Pues bien. En los primeros meses de 2018 todavía hay dispositivos que utilizan Android 6.0 (25,5%), 7.0 (22,9%) o 5.1 (17,6%).
Google se ha esforzado en hacer frente a este problema. Su principal solución ha sido lanzar actualizaciones para Google Play Services, la parte de Android más importante de cara a seguir usando aplicaciones de Google y la tienda de aplicaciones oficial aunque tu versión de Android no sea la más actual.
Estas actualizaciones pasan directamente por la tienda Google Play en vez de por el canal de actualizaciones de Android, de manera que el fabricante no tiene motivo para vetarlo.