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Las smart cities devolverán la vida de los barrios a sus vecinos

La información en línea de todo lo que ocurre en nuestro entorno inmediato y el uso de aplicaciones dentro del marco de las smart cities, está dinamizando la vida de los barrios como lugar de encuentro, de intercambio y de socialización entre los vecinos

La mayor parte de la población mundial tiende a concentrarse en las ciudades, en busca de mejores expectativas laborales y económicas, con respecto a las áreas rurales. La migración continua del campo a la ciudad iniciada con la revolución industrial ha generado un crecimiento imparable del tejido edificado hasta hoy, con la correspondiente intensificación de la actividad urbana, caracterizada por una mayor complejidad y aceleración de la tasa de transacciones sociales y económicas. Pero la implementación de la tecnología en la ciudad bajo la fórmula de las denominadas smart cities está teniendo un impacto evidente en el espacio urbano, cuya tendencia marca una vuelta al concepto de barrio como lugar de convivencia, socialización y centro de dinamización de la actividad local, lejos del ajetreo de los centros neurálgicos.

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Esta correlación entre el crecimiento urbano y la intensificación de las actividades económico-sociales ha sido demostrada en un estudio de investigación llevado a cabo por los profesores Geoffrey West y Louis Bettencourt, docentes del Laboratorio Nacional de Los Álamos, junto con el profesor Ian Robertson del Trinity College de Dublín.

En dicho estudio se afirma que las personas que viven y trabajan en las áreas urbanas tienden a incrementar y acelerar sus actividades cotidianas básicas, tales como pasear por la ciudad, ir al trabajo, hacer la compra o realizar gestiones en varios puntos de la ciudad. Los datos analizados en distintas ciudades del mundo demuestran que la involuntaria necesidad de realizar las tareas diarias con mayor rapidez, se intensifica a medida que el área urbana crece y su densidad de población aumenta. Este fenómeno, netamente urbano, genera problemas de estrés y sobrecarga en los ciudadanos, que se intensifica con la congestión del tráfico y la concentración de las actividades en zonas cada vez más alejadas de los núcleos residenciales.

Este efecto está estrechamente vinculado al modelo urbano adoptado por la gran mayoría de ciudades, pensadas única y exclusivamente desde el punto de vista de las infraestructuras del transporte. A medida que crece la ciudad lo hacen también las distancias a pie y en coche entre las zonas residenciales y los núcleos de trabajo. Si a esto sumamos la tendencia de la población a trasladar su lugar de residencia a las áreas periféricas de la ciudad por criterios de renta, se genera una gran dependencia del coche o del transporte público que conlleva una irremediable intensificación del tráfico urbano.

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Esta sensación de distancia y aislamiento se ha transformado en los últimos años con la llegada de la tecnología digital y la generalización de la telefonía móvil. Por un lado, la posibilidad de estar continuamente en contacto con los demás ha reducido virtualmente las distancias, y por otro lado, el acceso a la información en tiempo real permite estar al día de todo lo que acontece a nuestro alrededor. Del mismo modo, este fenómeno social ha generado un amplio mapa de nuevas oportunidades para el intercambio de bienes y servicios, y también para las relaciones sociales, que necesariamente implican nuevos modos de desplazamiento urbano.

Los beneficios de los mercados en línea de bienes de segunda mano como eBay, la compraventa e intercambio de productos y servicios profesionales en Internet o la venta y comercialización de productos de primera necesidad a través de los distintos canales online, se ven compensados por la necesidad de transportar esos bienes o desplazarse para ejecutar esos servicios contratados a través de la red. Pero incluso fenómenos sociales como la planificación en línea de reuniones, eventos, charlas o flashmobs, en cualquier punto de la ciudad, implican desplazamientos y nuevas transacciones económico-sociales que necesariamente tienen un impacto sobre el espacio urbano.

La exposición continua a información contrasta drásticamente con la situación de hace algunos años, cuando apenas éramos conscientes de lo que ocurría al otro lado de la ciudad. Ahora basta crear un evento en Facebook y promocionarlo en las redes sociales para que la gente de tu entorno próximo acuda en tiempo y forma al lugar indicado. En este sentido, los expertos observan cómo desde la tecnología móvil y el uso de aplicaciones de geomarketing como Foursquare o Yelp se está fomentando cada vez más el consumo de bienes y servicios en actividades localizadas en barrios y zonas próximas al lugar de residencia, reduciendo así las distancias en los desplazamientos.

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La puesta en marcha de la denominadas smart cities también tiene una incidencia positiva sobre la movilidad urbana. El auge de los vehículos eléctricos o la red de alquiler de bicicletas municipales, complementada por el uso de aplicaciones móviles para la gestión de la información sobre estos servicios está transformando poco a poco el paisaje urbano de nuestros barrios, aumentando el número de adeptos a los nuevos modos de desplazamiento sostenible.

Lo cierto es que predecir el futuro de las ciudades, sometidas a un continuo cambio caracterizado por la complejidad de los agentes urbanos intervinientes y la intensidad de sus transacciones sociales y económicas, no es fácil. Pero parece que esta tendencia generalizada hacia la deshumanización de las ciudades, está siendo contrarrestada con la vuelta a lo local y a la vida en el barrio, amparadas bajo el marco de las nuevas tecnologías y definiendo un futuro mucho más social y cercano.

Imágenes | vía pixabay

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