¿Hemos reflexionado lo suficiente sobre cómo nuestro comportamiento con la tecnología es ejemplo para nuestros hijos?
Que regalas un móvil a tu hijo y ya no te vuelve a mirar a la cara es queja generalizada. Quienes tenemos hijos empezamos a estar en mayor o menor medida resignados a aceptar que la tecnología magnetiza a nuestros tiernos infantes. Pero me pregunto hoy si hemos reflexionado lo suficiente sobre cómo la utilizamos nosotros, los padres, y hasta qué punto les educamos con nuestro ejemplo.
Sin entrar en exageraciones ni en comportamientos auténticamente patológicos sobre el uso del móvil, creo sinceramente que no somos conscientes de lo enamorados que estamos a nuestros smartphones. ¿Hemos caído en la cuenta de lo maleducados que nos estamos volviendo? No por casualidad se acuña ya el término el término phubbing para denominar al hecho de que alguien “pasa” sin miramientos de dónde se encuentra o de quiénes tiene a su alrededor optando por consultar su teléfono móvil o su tablet. Y aunque el término viene textualmente del vocablo inglés que significa despreciar, yo creo que no siempre es desprecio. Muchas veces es pura inconsciencia, costumbre o simplemente no saber desconectar.
Y si nosotros no podemos esperar para ver cómo ha sentado a nuestro jefe ese último mail, si zutanito ha leído el mensaje de whatsApp o quien se ha unido a nuestra cuenta de twitter, ¿cómo pretendemos que lo hagan nuestros hijos que, por contexto generacional, multiplican por mil su actividad en internet y en las RRSS?. ¿No llega el momento de asumir que tenemos que darle la vuelta a la tortilla para tomar la voz cantante en esto de la educación digital?
Miremos a nuestro alrededor, al salir algún fin de semana con la familia a comer fuera de casa. Lo raro es no ver a los críos con un teléfono móvil, una consola o una tablet autoentreteniéndose en restaurantes. No les estamos educando. Queriendo comer hoy en paz, estamos agrandando la bola de mañana. Algo he aprendido estos años: Todo lo que es cómodo para mí acaba siendo malo para ellos.
La sangre ha debido llegar tanto al río cuando ya encontramos en la Red iniciativas antiPhubbing. Los promotores aseguran que hay que ponerse las pilas, porque los restaurantes experimentan 36 casos de phubbing en adultos cada sesión de cena. Así las cosas, ¿a quién puede extrañar que 9 de cada 10 dolescentes prefieran el contacto vía mensaje que el cara a cara?
Podemos acabar cargándonos las relaciones sociales para convertirlas en un intercambio de mensajes virtuales. La buena noticia es que los humanos tenemos el cerebro lleno de un tipo de neuronas que los expertos llaman espejo. Y que hacen que al ver a otras personas realizando sus actividades no actuemos como meros observadores sino que tendamos a imitar. Los expertos afirman que la simulación no se limita al plano motor sino que incluye las emociones y las sensaciones de los demás.
Por ello movemos los pies a ritmo cuando nos topamos con un artista callejero en el metro o nos agachamos cuando alguien se inclina porque pensamos que se la ha caído algo. Y nos descubrimos con sorpresa sonriendo cuando regresando a casa después de un día jodido, la persona que está sentada frente a nosotros en el metro, de repente nos sonríe.
Así es que mejor asumamos la parte de responsabilidad que nos toca aprendiendo a controlarnos con los chismecitos.
- No contestes al teléfono en cualquier momento y lugar. Usa la identificación de llamada si es posible y llama tú luego cuando estés con otros. Si tienes que realizar una llamada, pide disculpas por levantarte y busca una zona lo más alejada posible de los demás.
- No te levantes de la silla y mucho menos de la mesa cada vez que oigas un bip. No es obligatorio ver quien te ha escrito y mucho menos responder en tiempo real. Aunque el otro sepa que estás en línea, educa a tus interlocutores sobre el hecho de que no siempre puedes responder o simplemente, no vas a querer hacerlo.
- Restringe el uso del teléfono al mínimo en las reuniones familiares o de amigos. El móvil está mucho mejor en el bolso o en el bolsillo que encima de la mesa. Y Atiende siempre a la gente. Mírales a la cara, especialmente a quien te está tomando nota de la comanda o cobrando en caja.
- No seas compulsivo ni haciendo fotos ni enviándolas a tus amigos. Negar que la tecnología cambia necesariamente la forma en que nos relacionamos es absurdo, pero poder hacer fotos y videos para compartir no nos obliga a ser unos reporteros que chatean todo.
- No eches mano a la pantalla cada vez que tienes que esperar más de un minuto. Aprovecha los tiempos muertos para realizar gestiones pero aprende a esperar mano sobre mano.
- Dejan de caminar mirando al móvil. ¿Imaginas cuántos peatones te habrán esquivado? Haz la prueba al contrario y verás a cuantos tienes que esquivar si quieres evitar tropiezos.
Pero no sólo has de ser crítico con tu propio comportamiento. Te animo a ejercer más allá de tu familia esa responsabilidad educativa que todos tenemos con el mundo. No permanezcas en silencio antes los malos hábitos. Llamando educadamente la atención a los compañeros de vagón que te impiden concentrarte en tu lectura con las notificaciones de su WhatsApp o de su Candy Crush, a quienes enseñarás con ironía a activar el modo silencio. O interrumpiendo tu charla frente a quien entre en un chat mientras comparte mesa y mantel contigo para preguntar con un fingido rictus de preocupación sobre la urgencia de ese mensaje que acaban de recibir.
Solo si todas hacemos un uso razonable y racional de los recursos que la tecnología pone a nuestro alcance, podremos percibir sus verdaderos beneficios que trae a nuestras vidas. Sin un esfuerzo por introducir cordura y sentido común, nada irá como debe. No dejes que tus hijos se inmunicen frente a lo irrespetuoso. La cotidianidad no convierte ningún comportamiento inadecuado en positivo.
Si no te he convencido describiendo un los beneficios de este cambio de actitud, voy a intentarlo hablando del retorno de la inversión. Convencer a alguien de que haga lo que tú dices, cuando tú haces justamente lo contario desgasta. Y mucho. Sin embargo es altamente efectivo hacer tú primero eso que esperas que los demás realicen. No puedes pedir a tus hijos que respeten el semáforo si no lo respetas tú. No lograrás que estén listos a tiempo si tú no eres puntual. Pero si tú te conviertes en su modelo, de un modo casi mágico, verás como ellos comenzarán a imitarte, modificando incluso su actual comportamiento.
Y si acabas la lectura de este post convencido de que el problema eres tú, no te preocupes, está todo inventado. Echa un vistazo al NoPhone, un curiosa alternativa no-tecnológica para aquellos que necesiten tener un teléfono en la mano constantemente.