Cenas ligeras, infusiones de pasiflora, amapola de California o valeriana y la habitación fresca son algunos de los consejos para dormir en verano y es que julio y agosto son los meses en los que peor descansamos. Según los expertos, la calidad del sueño disminuye a partir de los 26 grados y resulta difícil conciliarlo con más de 30, ya que una mayor temperatura corporal hace que nuestro cerebro genere menos melatonina, la hormona responsable del sueño.
Para ayudarnos con esto tenemos a nuestra disposición la tecnología del descanso. De hecho, ya hay una smart bed que crea una especie de microclima mediante una corriente de aire debajo de las sábanas. También existe un tejido especial para almohadas y colchones que emite iones negativos que favorecen la relajación. Y, para un despertar menos brusco, en vez de el estridente sonido habitual, un reloj que emite una suave luz que simula el amanecer. Son algunos ejemplos de la denominada «ingeniería del reposo«, que nos ayuda a optimizar la calidad del descanso.
Nos advierten seriamente, además, de los peligros de meter la tecnología en la cama. Un estudio de la National Sleep Foundation (NSF) en Estados Unidos asegura que nos resta horas de sueño, disminuye la calidad del reposo y afecta al rendimiento del día siguiente. Incluso hay una infografía al respecto.
Pese a ello, muchos tekkies darían de lado a Morfeo por un lujo como la Hi- Can, una cama con centro multimedia para jugar, ver películas y navegar por Internet, sistema de sonido envolvente, luces para lectura y persianas retráctiles para una mayor privacidad.
Lo último en tecnología del descanso en Japón es la “habitación del sueño”, un espacio con una cama especial con masajeadores que comienzan a actuar cuando uno se acuesta; una gran pantalla de televisión que emite imágenes que inducen a la calma (paisajes con océanos, playas y praderas); y paredes acústicas, con un juego de luces y sonidos programados para calmar el estrés (como olas o el murmullo del viento) y lograr un sueño sin interrupciones. Cama, audio, vídeo y luces trabajan bajo las órdenes de un ordenador en el que se pueden programar diferentes rutinas: descanso nocturno o siesta.
Lo cierto es que las dos opciones anteriores están al alcance de muy pocos bolsillos, pero si Leonardo Da Vinci nos oyera quejarnos de nuestros colchones pondría el grito en el cielo, ya que hasta el Renacimiento eran refugio de insectos y ratas.
En la actualidad hay colchones, bases y complementos para el sector de la tecnología del descanso, como colchones con adaptabilidad inteligente, que repelen la humedad y las bacterias o que “respiran”, gracias a sistemas que posibilitan la libre circulación de aire en su interior. Nuevos tejidos como la fibra de coco o el hilo de plata o de carbono; soportes como látex o viscoelástica… La importancia que se le concede y la complejidad existente explica que haya un blog de los sueños (¡con un diccionario de colchones!) e incluso cada vez más hoteles cuenten con una carta de almohadas.
Otro problema habitual asociado al descanso es el ruido y ahí entran los ronquidos, que pueden alcanzar más de 80 decibelios. Hay apps para todo, y no podía faltar Snore Lab, que ha sido creada bajo la supervisión de especialistas en medicina del sueño, y registra en un gráfico cuánto tiempo duerme y con qué frecuencia y a qué volumen ronca uno. Una pequeña vibración o sonido avisa suavemente al escuchar los ronquidos para hacerle callar antes de que su pareja se desespere.
Existen camas incluso que aúnan todas estas funcionalidades, evitan los ronquidos, regulan la temperatura, y están preparadas para navegar por Internet. Aunque esto de la cama inteligente es como los colores y muchos preferirán que sea capaz de hacerse sola en menos de un minuto. En cualquier caso, siempre nos quedará Ikea.
Como, pese a todo, hay noches en las que uno no pega ojo o tiene que madrugar más de lo deseable, hace unos años se concibió DreamSpot (Punto de sueño en inglés), una original idea de mobiliario urbano que permitiría descansar de manera puntual y que funcionaría como un parquímetro. El problema es que éstos a veces también nos quitan el sueño.