A pesar de la puesta en marcha de numerosos programas de sensibilización ambiental y el constante bombardeo mediático sobre la necesidad de adoptar nuevos hábitos de consumo que colaboren en el reciclaje de nuestra basura, parece que aún existe cierto sector de población sin conciencia ecológica, reacio a cambiar su comportamiento. Por eso un equipo de diseñadores británicos y alemanes ha inventado la BinCam, un recipiente inteligente que va a transformar el proceso de reciclaje de nuestra basura.
¿Cómo funciona? En principio no deja de ser un recipiente más, pero con la particularidad de que viene equipado con un smartphone con cámara, integrado en la propia tapa, capaz de capturar todo aquello que tiramos al cerrarla. De modo que cada imagen queda registrada en un portal de servicios de Amazon llamado Mechanical Turk, cuyo equipo determinará si nuestros hábitos de reciclaje se ajustan o no a los parámetros ecológicos adecuados. Pero lo más novedoso de BimCam es que una vez determinado el nivel de reciclaje de nuestra basura diaria, las fotos se publicarán en nuestro perfil de Facebook con un nivel de puntuación que medirá nuestra conciencia ecológica. Según sus creadores una tecnología que nos hace más inteligentes desde el punto de vista medioambiental.
Un método novedoso para fomentar la conciencia individual sobre nuestros residuos diarios y adoptar hábitos de reciclaje óptimos, orientados a reducir nuestra huella ecológica, con la esperanza de cambiar comportamientos no sostenibles. Pero además de introducirnos en el mundo del reciclaje con la ayuda del crowdsourcing y la tecnología móvil, sirve de método correctivo para mantener el nivel reciclaje óptimo de nuestros residuos y no quedar en evidencia ante nuestro timeline de Facebook.
No olvidemos que mantener a raya nuestra identidad digital es vital para tener una buena reputación online, ya que nuestras identidades personales están íntimamente ligadas a nuestros perfiles de Facebook y Twitter. Por eso los creadores de BinCam utilizan la visibilidad de los usuarios para ejercer la presión social de las redes, bien para fomentar nuestra conciencia ecológica y marcar tendencia entre nuestros seguidores, o bien para penalizar malos hábitos de reciclaje y quedar en evidencia ante nuestros amigos con las consecuentes reacciones en la red.
En cambio, este tipo de productos plantea cuestiones de calado social y ético, aprovechando el estrecho vínculo de los usuarios con sus identidades digitales y la interconexión en red. La idea básica de BinCam y otros productos similares se fundamenta en el lanzamiento de productos inteligentes diseñados para presionar de forma subliminal al consumidor e inducir cambios en sus pautas de comportamiento. En otras palabras, vender ingeniería social integrada bajo el marketing de la ingeniería de producto.
Pero esta modificación del comportamiento a través de la tecnología de lo inteligente suscita la preocupación de algunos expertos. No hay que olvidar, tal y como hemos comentado en alguna ocasión, que la tecnología debe ser un medio y no un fin en sí mismo. Es decir, la inteligencia de un producto determinado reside en la capacidad de gestionar y ofrecernos información adicional de nuestro interés. Sin embargo, una excesiva dependencia de esta tecnología que supuestamente nos hace más inteligentes, puede coartar nuestra autonomía y condicionar nuestro comportamiento con base en unos parámetros excesivamente estandarizados y generalistas.
De esta forma encontramos cepillos dentales que nos inducen a un mejor mantenimiento de nuestra higiene, básculas que gestionan nuestro peso y nos proponen dietas alimenticias online, o peines que controlan la caída del cabello, entre otros. Evidentemente no podemos negar la utilidad de estos dispositivos diseñados para hacernos la vida más fácil, pero su uso podría generar un feedback de información sobre nuestros hábitos con entidades cuyos intereses podrían diferir de los nuestros. En tal caso, tenemos que aprender a discernir entre la buena inteligencia y la mala.
Cuando hablamos de buena inteligencia nos referimos a aquellos dispositivos que colaboran en la toma de decisiones con el suministro de información adicional, otorgándonos el completo control de la situación. Un ejemplo de buena inteligencia sería el dispositivo MeterPlug del que ya hablamos anteriormente. Este enchufe inteligente nos informa del consumo energético de los electrodomésticos y nos otorga el completo control del mismo mediante una aplicación móvil.
Por el contrario, las tecnologías con mala inteligencia son aquellas que impiden ciertas opciones o comportamientos con base en unos parámetros éticos que alguien ha decidido por nosotros. En esta línea se enmarcan parte de la tecnología que ya se está aplicando en algunos automóviles inteligentes como, alcoholímetros que permiten el arranque del coche si el conductor está sobrio o tecnología de reconocimiento facial para la puesta en marcha del vehículo. Tecnologías que coartan la autonomía y la capacidad de decisión del usuario, pero que en determinadas situaciones de peligro pueden resultar muy útiles.
Las iniciativas de tecnología inteligente que más preocupan son aquellas en las que los diseñadores prescriben cómo debemos comportarnos a través de un incentivo adecuado. No dejar margen de decisión y autonomía al usuario es negar en cierto modo la propia inteligencia del consumidor. El caso de BinCam se sitúa en un punto intermedio entre ambas inteligencias, pero con la salvedad de que el propio usuario es quien decide con sus actos ser un ciudadano comprometido con el medio ambiente y presumir de ello en su grupo de Facebook, o todo lo contrario.
Hay expertos que afirman que en un futuro inmediato «la gente pasará menos tiempo tratando de que la tecnología funcione… porque simplemente será perfecta». Tal vez sea cierto, pero la misión de esa tecnología debería ser la de ayudar a resolver problemas y no mantenernos al margen de ese proceso. En este sentido deberíamos caminar hacia la humanización de la tecnología, es decir, hacia un paradigma de diseño inteligente más humano que lejos de prescribir nuestros comportamientos nos ayude a resolver problemas.
Imágenes | vía BinCam