El interés por conocer el origen del Universo y la búsqueda de vida más allá de nuestro planeta es una constante a lo largo de la historia de la Humanidad, y desde que el hombre adquiere pleno uso de razón, muchas son las hipótesis que han intentado dar contestación a tal pregunta. Con el desarrollo de la carrera espacial iniciada entre Estados Unidos y la Unión Soviética desde 1957 hasta 1975, se centraron todos los esfuerzos en explorar el espacio exterior con satélites artificiales y enviar humanos al espacio.
Con la llegada del secretario de gobernación Stewart Udall, bajo los mandados de los presidentes Kennedy y Jonson, Udall y su equipo promovieron en 1966 la idea de utilizar el programa espacial, ya en ciernes, para centrar los esfuerzos en el estudio de la Tierra desde el espacio, para la protección de los recursos naturales disponibles. Este programa implicaba la necesidad de poner en marcha varios satélites orbitando alrededor de la Tierra, para monitorizar el seguimiento de la destrucción del hábitat fruto del desarrollo urbano, la expansión industrial y la explotación de los recursos naturales sobre la superficie de la Tierra, pero desde una óptica global. Este programa dio lugar al proyecto EROS –Earth Resources Observation Satellites–, más tarde rebautizado como Landsat. Para ello han hecho falta dos generaciones, ocho satélites y millones de fotos para configurar un catálogo de imágenes en alta definición de la evolución de la Tierra desde 1984 hasta la fecha.
Desde el primer satélite Landsat, lanzado por la NASA en 1972, el programa ha estado funcionando ininterrumpidamente, aunque han sido necesarios siete satélites más, bien para reemplazar aquellos que habían alcanzando su vida útil, bien para complementar a los que aún estaban en funcionamiento. El más reciente de la flota, el Landsat 8, fue puesto en órbita en febrero, a una altitud de 705 km de la Tierra y una frecuencia de paso de 84,3 minutos. Con esta última incorporación se complementa y se prolongan los 41 años de registro fotográfico de la evolución y desarrollo de la superficie terrestre, mediante la compilación de imágenes digitalizadas en petabytes, es decir, el equivalente a miles de millones de bytes de datos.
A partir de que en 2008 el gobierno de los Estados Unidos dictaminara la libre distribución de esas imágenes, se fomentó el interés por utilizar la documentación gráfica registrada durante todos estos años. Esto llevó al equipo de Google a reunirse en 2009 con Tom Loveland, principal científico del USGS, lugar donde se custodia los archivos del Landsat. Momento a partir del cual, Google recuperó en apenas seis meses un total de medio millón de imágenes listas para su digitalización y otras tantas ya digitalizadas.
El siguiente paso fue procesar tal magnitud de imágenes para conseguir montar un Timelapse de distintas de zonas del planeta, a partir de la animación de las distintas secuencias tomadas a lo largo del tiempo. El trabajo de postproducción y edición no debió resultar nada fácil ya que la gran mayoría de las imágenes requería el uso de software de retoque fotográfico de alta definición para la eliminación elementos impropios como nubes o zonas en sombra, debido a la bruma industrial o al humo de incendios, además de la complejidad y los cientos de imágenes que se requieren para crear una imagen en movimiento, y más teniendo en cuenta que para obtener un solo mapa libre de nubes del mundo se necesitan al menos 9.000 imágenes discretas. El resultado obtenido a partir del procesado, mediante el uso de 1.000 ordenadores trabajando en red, sorprende, no sólo por la extensión geográfica y en el tiempo de las imágenes, sino también por los 1,8 billones de píxeles de resolución por imagen, es decir, el equivalente a 900 mil televisores de alta definición montados en un sólo mosaico.
El Timelapse muestra de forma gráfica e ilustrativa las consecuencias del progreso y la colonización sistemática del planeta por la mano del hombre. Podemos ver cómo Dubái ha pasado de la vasta extensión de arena del desierto a una espectacular megalópolis, o también podemos observar los insólitos lunares verdes en medio del desierto de Arabia Saudí formados por los sistemas centralizados de riego por giro. Por el contrario, también podemos visualizar otros videos menos esperanzadores de la acción del hombre sobre la naturaleza, como el retroceso a gran velocidad del Glaciar Mendenhall en Alaska, la decapitación de las montañas del Oeste de Virginia por el desarrollo de la industria minera, o también, la desforestación de los bosques del Amazonas por la acción de las industrias madereras.
Imágenes | vía TIME