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La tristeza de perder a un robot

Cada vez pasamos más tiempo con dispositivos tecnológicos, lo que propicia una mayor dependencia emocional hacia los mismos. ¿Qué sentimos hacia ellos?

Las personas, cuando muere un ser querido, tendemos a entristecernos. Es algo natural del ser humano. Y, de hecho, continuamos pensando en él conforme avanza el tiempo para que no termine de morir, porque al encontrarse en nuestra memoria su recuerdo pervive.

Esta actitud humana es extensible a los sentimientos por los animales. Su pérdida nos conmueve de manera unánime, y la tristeza puede ser equiparable a la sufrida por la pérdida de otros seres humanos.

Recientemente, hemos podido comprobar también que este sentimiento llega a la cultura. Hace unos días, tras el lamentable suceso de Notre Dame, hubo gran cantidad de personas que lloró por el monumento parisino. Llegó a unir a gente de todo el mundo, lo que se consideró como una unión fraternal entre pueblos, y todo ello, debido a la tristeza y la tragedia.

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Cada vez pasamos más tiempo con elementos tecnológicos

Los robots también nos conmueven

En 2019 todos y cada uno de nosotros hemos tenido sin duda numerosos objetos electrónicos por los cuales hemos sentido cierta pena cuando llegaban a su fin.

La fina línea que separa la tristeza y la pena se está traspasando en estos últimos años, principalmente porque el tiempo que pasamos con estos dispositivos es muy elevado. En la actualidad, el teléfono móvil, por ejemplo, nos acompaña a todos los lugares a los que vamos, funcionando prácticamente como una prolongación humana.

Es en este caso en el que la conciencia humana se entristece en una mayor escala. Años atrás, los teléfonos móviles solo servían para llamar y enviar mensajes de texto, se veían únicamente como una herramienta (incluso un tanto rudimentaria) de comunicación. Pero, a día de hoy, la pérdida de un smartphone puede llegar a suponer un terrible suplicio. Una tristeza que sobrepasa cualquier tipo de pena y nos adentra en el oscuro mundo del duelo tecnológico.

Parece que tendremos que estar atentos en el futuro próximo a los sentimientos humanos hacia los elementos tecnológicos, sobre todo para ser conscientes de dinámicas conductuales que puedan cambiar.

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