All Prior Art es un proyecto que trata de democratizar las ideas. Su impulsor planta cara a las habituales guerras de patentes generando, mediante un algoritmo, técnicas e inventos que se difunden públicamente. Si ya existen, nadie más podrá reclamar su autoría.
Si alguna vez se te ocurre inventar un bolígrafo robótico, una papelera con tapa automática o un jabón diseñado “para ayudarte a eliminar los residuos e incrementar los niveles de energía con solo llevártelo al baño”, debes saber que tales ingenios ya existen.
Afortunadamente, las licencias donde aparece su descripción, los mismos textos que además certifican su autoría, están sujetas a los preceptos del Creative Commons. Así que, en el caso de querer fabricarlos, no tendrías ningún problema legal, pues no estarías vulnerando los derechos de propiedad industrial de creador alguno.
Los tres inventos forman parte de una colección de más de cuatro millones de ideas que el artista e ingeniero estadounidense Alexander Reben ha reunido en unos pocos días. Lejos de ser un superdotado del diseño industrial que utiliza su ingenio para ganar dinero, el objetivo de Reben es llamar la atención sobre un fenómeno muy común: las guerras de patentes.
“La meta es democratizar las ideas, impulsar un cambio en el sistema de patentes y anticiparse a los trolls”, explica el artista.
Imagen: woodleywonderworks (Flickr|Licencia Creative Commons 2.0)
En realidad, todos los objetos, aparatos y mecanismos recogidos en este proyecto, que ha bautizado como All prior art, no han salido de su imaginación, sino que son producto de algoritmos que han generado sus descripciones informáticamente. De ahí que la mayoría de las veces se trate de inventos absurdos y los textos estén plagados de frases inconexas.
Reben ha utilizado un software para hurgar en la base de datos de patentes de los Estados Unidos que está disponible en internet. El programa rastrea los documentos seleccionando oraciones que luego separa en expresiones más cortas para combinarlas, dando lugar a nuevos textos amalgamados.
El resultado es una larga lista repleta de inventos como el peculiar bolígrafo y el milagroso jabón, a los que acompañan un libro telefónico robótico, un tapón nasal adornado con joyas magnéticas o un pañal para adultos con capucha.
Aunque probablemente ninguno de sus ingenios llegue a materializarse, si alguien decidiera registrarlos como propios, no podría. Tanto en Europa como en Estados Unidos solo pueden patentarse las ideas originales y únicas, un requisito que no cumplen las que ya estén difundidas bajo licencia Creative Commons o como dominio público. En cualquiera de estos casos, formarían parte de los avances previos del área en la que se enmarca (en inglés se denomina prior art, de ahí el nombre del proyecto).
“Cualquier evidencia de que la invención ya se conoce” la relega a ese estado precedente, según estipula la Oficina de Patentes Europeas. Las pruebas no tienen por qué existir en formato físico o venderse en las tiendas; es suficiente con que “alguien en algún lugar haya descrito, mostrado o fabricado algo que implica el uso de una tecnología similar a la invención”. Aunque ese alguien fuera un neandertal y el esquema luzca en las paredes de una cueva prehistórica.
Imagen: Kristina Alexanderson (Flickr|Licencia Creative Commons 2.0)
Publicando todos sus inventos con una licencia libre, de manera que cualquiera pueda fabricarlos pero la idea no pueda ser patentada, Reben sabotea las intenciones de los especuladores, esas personas o entidades que se dedican a licenciar diseños para luego acusar a otros de infringir los derechos de propiedad industrial o intelectual y pedirles dinero en los juzgados.
Al reunir un gran número de conceptos variados y simples y dejarlos en abierto en internet, Reben trata de reducir las posibilidades de que alguno de estos trolls licencie proyectos triviales o poco creativos.
Las descripciones generadas por ordenador combinan las características y funciones de objetos que ya existen, por lo que el artista no espera crear inventos novedosos. Pero la falta de originalidad es precisamente su objetivo: reducir el abanico de opciones de quienes se lucran con los derechos de cualquier idea genérica (que le permite ganar más dinero), tan simple que hasta un algoritmo puede originarla.
El ingeniero advierte que, aunque sus herramientas y recursos son limitados, una institución con más capacidad podría utilizar varios servidores con el mismo fin, mejorando además el software con tecnología deep learning para que construya millones de conceptos más sofisticados y desborde el estado del arte de muchos campos.
Reben cree que con los adelantos actuales y con “suficiente dinero” sería posible inundar el sistema de patentes actual con un ingente número de solicitudes generadas mediante algoritmos, y así acabar con los tiras y afloja generados por el actual esquema hermético.
Imagen de cabecera: The U.S. National Archives (Flickr|Licencia Creative Commons 2.0)