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Veneno de arañas para combatir el dolor

Un equipo de científicos australianos investiga el veneno de arañas como posible medicamento contra el dolor crónico, el cáncer o como insecticida "verde".

El veneno se caracteriza por tener una historia de película. No en vano ha protagonizado series como Breaking Bad, jugando también un papel clave en la muerte de personajes tan relevantes como Alan Turing o Sócrates. Pero como decía Paracelso, «nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis«.

¿Qué quiso decir el médico suizo? Cualquiera de los medicamentos que utilizamos contra enfermedades como el cáncer, administrado a la concentración suficiente, puede ser mortal. El tejo, por ejemplo, es también conocido como el «árbol tóxico». Sin embargo, en los años setenta se descubrió que podía obtenerse de su corteza el taxol, un compuesto activo en la lucha contra el cáncer de ovario, el cáncer de mama, el cáncer de pulmón y el sarcoma de Kaposi.

La naturaleza, fuente de medicamentos

La anécdota del taxol, también denominado paclitaxel, nos muestra que un veneno, a las dosis adecuadas, puede ser potencialmente beneficioso. La idea planteada por Paracelso nos permite buscar nuevas fuentes de fármacos para combatir diversas enfermedades. En ese sentido, científicos del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB) han demostrado la eficacia in vitro del veneno de avispa contra el cáncer de mama.

Estos insectos no son los únicos organismos que producen venenos de interés. Las arañas, los artrópodos amados y odiados a partes iguales, son otros seres vivos a partir de los cuales podemos descubrir medicamentos innovadores. La científica Glenn King lleva años estudiando algunos de los venenos que producen, con el objetivo de desarrollar fármacos contra el dolor crónico, el cáncer o nuevos compuestos que sirvan como insecticidas «verdes».

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Sus investigaciones han permitido conocer que arañas y ciempiés producen un veneno similar, a pesar de que son especies que divergieron evolutivamente hace más de 500 millones de años. Curiosamente, la toxina es muy parecida a la insulina, la hormona que nos ayuda a regular los niveles de glucosa en sangre.

Glenn King descubrió que la araña Hobo, una especie muy agresiva, es capaz de utilizar este veneno para eliminar a un tipo de orugas responsables de la destrucción de cultivos agrícolas. Según sus estudios, la toxina secretada por arañas y ciempiés es más estable químicamente al contar con cuatro hélices en su estructura. Estas características, de acuerdo a lo publicado en Science, permiten también que el veneno sea soluble en agua.

Estas características han hecho que una compañía de Michigan (Estados Unidos), llamada Vestaron, se interese por el uso de este veneno como «insecticida verde». Por otro lado, el equipo de King se centrará en las posibles aplicaciones biomédicas de la toxina de araña, que podría servir contra el dolor crónico o el cáncer. Su investigación vuelve a demostrar el potencial que tiene el veneno que secretan algunas especies en campos como la medicina o la agricultura.

Imágenes | Sugarless (Shutterstock), Hellen Grig (Shutterstock)

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