problemas de Google Glass

Nadie llega tarde a la realidad aumentada

Múltiples ejemplos y cambios de paradigma muestran que nunca es tarde (relativamente) para entrar en un mercado si hay buenas ideas y no hay un modelo establecido, justo lo que ocurre con la realidad aumentada.

Cuando una tendencia o tecnología llega al mercado con fuerza, la prensa tiende a tomar parte en el asunto dando su opinión y enunciando sentencias definitivas como «X compañía ganó la guerra móvil, pero va a perder la de la realidad aumentada. No tiene futuro en lo que realmente importa». Obviamente, es algo que se ha cumplido muchas veces a lo largo de la historia, pero incluso los casos donde se ha cumplido muestran que también caben otras posibilidades. Y la propia realidad aumentada tiene para todos.

Antes de aterrizar sobre ese tema, el principal, hay que definir el terreno del que estamos hablando: el mundo de la tecnología. Como sabemos, es volátil, mutable, frenético, etc. Esto posibilita que las compañías crezcan y se hundan en cuestión de prácticamente meses, o al menos ciertos lanzamientos hagan ver que un cambio de paradigma se acerca y de ganar la posibilidad de no hacer cambios dentro de una de las empresas establecidas, el abismo se acerque. Pero las que están a tiempo de cambiar tienen muchas posibilidades de triunfar.

El iPhone es el mejor ejemplo de que hay que llegar bien, no llegar antes per se.

Nadie llega tarde a la realidad aumentada, nadie que tenga algo que aportar, como ocurrió en la telefonía móvil. Nokia vendía smartphones desde 1996, 11 años antes de la llegada del primer iPhone. Microsoft y Blackberry triunfaban con Windows Mobile y BlackBerry OS, no por su brillantez, sino por ser los únicos en estar junto a Palm en un nicho al que solucionaban ciertas demandas de movilidad. En 2007 llegó Apple y lo cambió todo con su iPhone. De las compañías mencionadas, ninguna llegaba tarde, todas estaban allí. Era Apple la que llegaba muy tarde, muchísimo. Pero llegaba con una propuesta del futuro, muchos años adelantada a un presente mediocre. Y todos los productos móviles de esas compañías murieron con el tiempo por falta de propuestas frescas (salvo Palm con webOS).

Apple diseñó y popularizó un nuevo paradigma, pero eso no hizo que quien no estuviera ahí desde enero de 2007 no triunfase. Desde Google lanzaron Android junto al HTC Dream en octubre de 2008, ambos rodeados de mediocridad, pero totalmente conscientes de lo que era el nuevo paradigma móvil y de los cambios que iba a introducir en la sociedad. Del nicho se pasaba a los millones de usuarios, y ellos tendrían un gran papel con sus propuestas para todos los bolsillos. Es decir, que a finales de 2008 seguía habiendo tiempo para unirse al paradigma. Y lo habría durante más tiempo. Los fracasos posteriores tienen que ver más con el enfoque.

El Apple Watch, otro ejemplo de llegar tarde y de «venir, ver y vencer».

Lo mismo ocurrió con los smartwatches. Cuando presentó el Watch en 2014, Apple tenía sobre sí una enorme presión artificial orquestada por los medios que de nuevo rezaba eso de «llegan tarde al mercado de los relojes inteligentes, Sony lanzó el suyo en 2012 y Samsung en 2013, y desde entonces han adquirido experiencia y ya saben qué necesita la gente en su muñeca. Incluso Google va por delante con Android Wear». Todo es cierto, Apple fue la última grande en unirse a la carrera, y no fue hasta el primer trimestre de 2015 y de manera limitada. Pero lo hizo con decisión y unos principios mucho más enfocados al público (y a su gusto, su estética, su integración) que de verdad puede desembolsar más de 300 dólares o euros por un accesorio (hay que recordar que el precio medio de venta de los terminales Android no supera esa cifra). Lo que pasó es historia, Apple es el primer fabricante de wearables en lo que a ingreso se refiere y no hay mercado de smartwatches para ningún fabricante en Android Wear.

Todos son ejemplos válidos para mostrar que la realidad aumentada, cuyo origen mediático podría situarse en la aparición de las Google Glass allá por 2012, no ha dejado atrás a nadie. El iPhone marcó el punto de partida de la nueva industria móvil y el Apple Watch y mínimos enfoques de Android Wear junto a dispositivos como el Moto 360 marcaron lo que sería la informática de muñeca (con mucho por explorar aún), pero nada ha marcado un antes y un después en realidad aumentada.

Google no desarrolló sus Google Glass hasta hacerlas apetecibles, y otras soluciones como HoloLens de Microsoft están también lejos de no sólo integrarse en el día a día, sino de ofrecer la calidad que los de Redmond publicitan. Ha sido otra vez Apple, que hasta ahora no se había pronunciado, la que con la integración de herramientas de desarrollo de realidad aumentada (ARKit en iOS 11) ha demostrado que puede jugar un grandísimo papel para millones de usuarios que utilizan su sistema operativo. No se trata de la realidad aumentada más sorprendente hasta la fecha, pero en septiembre estará presente en todo el mundo sin un desembolso extra. Google tiene Project Tango, pero requiere hardware especial y la apuesta por el momento no sale de terminales menores. Snapchat e Instagram están basando sus Stories en adornarlas con filtros de realidad aumentada, y Pokémon revolucionó el verano pasado desde ese prisma.

Se van asentando ciertas ideas, pero a diferencia de las limitaciones de lo que un smartphone podía suponer incluso con el cambio de paradigma, la realidad aumentada todavía no tiene de momento un paradigma vencedor o forma a la que limitarse, ni nunca debería tenerla. Las posibilidades son infinitas, y cualquiera que rompa los esquemas y sepa llevarlos a la gente estará a tiempo de triunfar en la realidad aumentada. Ya saben, «nunca es tarde si la dicha es buena». En tecnología el «tarde» es relativo, pero hay plazo. Se podría decir que si 2007 es el año del cambio, la realidad aumentada está aún en 2004.

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