Modificar la atmósfera terrestre de forma intencionada mediante ingeniería para compensar la subida de la temperatura y detener el calentamiento global. Este es el reto planteado por David Keith, profesor de física aplicada en la Universidad de Harvard y experto en tecnología energética. ¿Utopía o realidad?
En principio, este plan de geoingeniería para detener el calentamiento global propuesto por el profesor no deja de ser un planteamiento teórico, a falta de realizar los ensayos pertinentes para ratificar sus conclusiones. Pero propone las técnicas de gestión de la radicación solar o SRM –sus siglas en inglés– como una posible línea de acción para que, en el peor de los casos, podamos evitar los peores efectos del cambio climático.
«Existe una posibilidad realista de que las tecnologías de geoingeniería solar puedan servir para reducir los riesgos climáticos de forma significativa, y estaríamos actuando con negligencia si no estudiáramos esa posibilidad», explica. «No digo que vaya a funcionar y no digo que debamos hacerlo». Pero «sería temerario no empezar a investigar en serio sobre el tema», añade. «Cuanto antes descubramos si funciona o no, mejor».
El plan aparentemente es bastante sencillo. Según explica el profesor Keith, consiste en pulverizar ácido sulfúrico de forma controlada a una altitud de unos 20 kilómetros en los trópicos, donde a esa altitud los aviones vuelan sobre la baja estratosfera. Para ello es necesario equipar varios jets Gulfstream con motores militares y con equipo para producir y dispersar las finas gotas de ácido sulfúrico, controlando cuidadosamente la velocidad de liberación. De esta forma el azufre se combinaría con el vapor de agua de la atmósfera convirtiéndose en unas finas partículas de menos de un micrómetro de diámetro de aerosol de sulfato. Las masas de aire impulsarían el aerosol de sulfato hacia la estratosfera, dispersándose por todo el planeta llegando incluso hasta los polos. Con el aerosol disperso en la estratosfera se generaría una capa que reflejaría un porcentaje de la luz solar –en torno al 1% aproximadamente– que llega a la Tierra de vuelta al espacio. El autor afirma que con el incremento del poder reflectante de la atmósfera, denominado científicamente como el albedo del planeta, se compensará parte de los efectos derivados de la acción de los gases de efecto invernadero.
El autor de este plan de acción basado en práctica del SMR y la aplicación de los principios de la tecnología energética explica que aún hace falta profundizar sobre el tema para determinar las posibles consecuencias de la inyección de azufre en la estratosfera. Para ello sería necesario evaluar si la modificación intencionada del contenido de azufre en forma de aerosol de sulfato podría cambiar peligrosamente los patrones de precipitaciones en el planeta o destruir aún más la delicada capa de ozono que nos protege de la radiación ultravioleta. En cambio, la idea de utilizar aerosoles de sulfato para compensar el calentamiento global no es una novedad. Este tema fue debatido hace décadas a partir de la idea propuesta por el climatólogo ruso Mikhail Budkyo a mediados de los años 70 y en la actualidad es un tema recurrente que inspira cientos de artículos científicos con el fin de predecir sus consecuencias a partir de modelos informáticos.
Según las previsiones de Keith y su colaborador James Anderson, un químico atmosférico y profesor de Harvard, en el hipotético caso de que las operaciones se iniciaran en 2020, harían falta unas 25.000 toneladas métricas de ácido sulfúrico para reducir el calentamiento global a la mitad en un año. Una vez iniciado el proceso, sería necesario la inyección de ácido sulfúrico de forma continuada, de forma que para el año 2040 serían necesarios 11 jets pulverizando aproximadamente unos 250.000 toneladas métricas anuales para compensar los niveles cada vez mayores de dióxido de carbono. Una de las conclusiones a las que han llegado ambos investigadores es que tan solo es necesario unos gramos de azufre para compensar el calentamiento producido por una tonelada de dióxido de carbono.
Aunque actualmente nuestra prioridad es reducir la emisión de dióxido de carbono para reducir el calentamiento progresivo del planeta, también es cierto que la acumulación de este dióxido es irreversible y está directamente relacionado con el cómputo global de emisiones acumuladas. Según estudios recientes, este calentamiento proseguirá de forma exponencial durante al menos mil años, por esta razón Keith afirma que sólo reduciendo las emisiones no se resuelve el problema: “de hecho, lo único que creemos que podría servir para revertir el calentamiento mientras vivamos es la geoingeniería».
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