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Wearable computing: nuestra ropa y complementos se vuelven inteligentes

Hace algunas semanas, un rumor que inundó la red situaba a Apple desarrollando un dispositivo similar a un reloj en el que la compañía habría puesto a trabajar a un equipo de alrededor de 100 personas. Un supuesto iWatch que estaría siendo diseñado sobre cristal flexible y que nos permitiría conectarnos con nuestro teléfono móvil a modo de pasarela con la que controlar nuestro terminal sin necesidad de sacarlo de nuestro bolsillo y que, de ser ciertos los rumores, sería de lo más avanzado.

Aunque por ahora todo esto es un rumor y no hay nada confirmado, este desarrollo nos habría parecido ciencia-ficción hace algunos años y, seguramente, habríamos creído imposible encontrar un reloj o cualquier otro tipo de complemento que encerrase un computador o nos permitiese conectarnos a Internet o hacia nuestro teléfono móvil. Sin embargo, a día de hoy esta tendencia (conocida como wearable computing) comienza a ser una realidad que se encuentra en plena expansión y cada vez son más las empresas y proyectos que apuestan por este nuevo paradigma que combina objetos tan cotidianos como una chaqueta con el mundo de Internet.

Wearable computing

¿Y qué es el wearable computing? Denominamos wearable computers a aquellos dispositivos electrónicos que se han miniaturizado los suficiente como para poder emplazarse en la ropa o los complementos que llevan los usuarios, ofreciéndole a éste conectividad o servicios específicos sin necesidad de tener que utilizar un ordenador convencional y con el añadido de que el sistema está siempre conectado e interactuando con el usuario o con el ambiente que le rodea.

Dicho así, seguramente, nos pueda parecer algo sacado de la ciencia-ficción pero este tipo de sistemas son algo en lo que se lleva trabajando desde hace más de 50 años y, por ejemplo, los hemos visto en la monitorización remota de pacientes (y que se usaba con los astronautas, por ejemplo, los del Apolo 13) o en los equipos con que DARPA ha dotado a los soldados estadounidenses de conectividad e información a tiempo real, con mapas y datos de inteligencia.

Sin embargo, a pesar de que este tipo de sistemas lleven años desarrollándose (por ejemplo en el MIT) y no nos sean ajenos gracias a las distintas pruebas de concepto de algunas compañías, en los últimos años estamos asistiendo al nacimiento de todo un ecosistema de aplicaciones, servicios y dispositivos que harán que, dentro de unos años, el wearable computing se convierta en una realidad cotidiana.

¿Y qué ecosistema está naciendo? Además de que los dispositivos electrónicos son cada vez más pequeños y más potentes, estamos asistiendo a toda una revolución con el desarrollo de dispositivos electrónicos flexibles (pantallas OLED por ejemplo) o, incluso, baterías de gran capacidad y fexibilidad que nos permiten desarrollar sistemas complejos de gran potencia que se pueden acoplar en nuestra ropa o en cualquier complemento que se nos ocurra, adaptándose a cualquier forma y resistiendo, por ejemplo, cualquier clase de tensión o estiramiento.

Las posibilidades del wearable computing

El primer vídeo que Google publicó en relación a Google Glass, sus gafas de realidad aumentada, nos mostró un interesante caso de uso del wearable computing: un entorno inteligente en el que la información siempre está a nuestro alcance y se entremezcla con el mundo que nos rodea, permitiéndonos el acceso a la red desde algo “tan simple” como unas gafas que se conectan a Internet y que son capaces de descargar información.

Aunque nos pueda sonar extraño y alguien pueda pensar que este tipo de tecnología aún está muy lejos de ser algo comercial, Google quiere llevar Glass a los usuarios en el año 2014. No es la única empresa que quiere conectar “cosas cotidianas” a la red y llevarnos hacia ese nuevo paradigma que se conoce como Internet de las cosas, donde objetos cotidianos pueden conectarse a la red y obtener información, creando así ambientes inteligentes donde todo está conectado y, por tanto, nos son accesibles desde nuestro smartphone o nuestra tableta.

Combinando este tipo de sistemas con las capacidades de conexión de nuestros smartphones, realmente, nadie estaría perdido, porque podría tener a mano un mapa que visualizar sobre sus gafas, sobre unas lentillas o en el reloj que lleva prendido a su muñeca. O, por ejemplo, podríamos localizar en todo momento a una persona con Alzheimer gracias a que sus zapatos estarían equipados con un GPS que transmitiría en todo momento su posición y que permiten el seguimiento remoto por parte de sus familiares.

Navegación, deporte, vigilancia de la salud, comercio, videojuegos o redes sociales son algunos de los ámbitos de uso del wearable computing y donde, poco a poco, iremos viendo soluciones que lleguen al mercado en forma de gafas, pulseras, chaquetas, zapatos o cualquier otra clase de objetos. De hecho, cada vez son más las empresas que ponen el foco en este nuevo paradigma y dedican esfuerzos y recursos a profundizar en la materia para desarrollar productos y servicios alrededor de estos sistemas que llevaremos puestos de la misma forma que llevamos puesta nuestra ropa.

El wearable computing llega dispuesto a transformar nuestras vidas y hacer que, poco a poco, las computadoras personales, las tabletas y los smartphones comiencen a desaparecer y hacerse mucho más sutiles, fundiéndose con el usuario en objetos cotidianos de manera que la tecnología pase a ser algo imperceptible para el usuario final.

Una realidad que ya está aquí

Además del proyecto de Google (que aún tardará en llegar al mercado y se encuentra en fase experimental) o el supuesto reloj en el que trabaja Apple, el wearable computing es una realidad que está presente en otros sistemas experimentales y también comienza a verse en forma de dispositivos comerciales que comienzan a tener un gran calado entre los usuarios.

Sistemas como Fitbit o la Fuelband de Nike son un buen ejemplo del wearable computing aplicado al ámbito del ejercicio físico, el deporte y la monitorización de la salud de los usuarios: pulseras o pequeños dispositivos que podemos llevar puestos o guardados en nuestro bolsillo y que se encargan de monitorizar los pasos que damos durante el día, de calcular el ejercicio físico que estamos haciendo (así como las calorías consumidas) y que, incluso, nos ponen a competir con nuestros amigos para ver quién hace más deporte.

Nike-Fuelband

Estas pequeñas computadoras en forma de pulsera o de clip que acoplamos a nuestro pantalón se valen de la conexión que les ofrece nuestro dispositivo móvil para enviar toda la información recopilada a la red, a modo de puente con los que transportar la información recopilada a Internet y ponerla allí en valor.

Aunque hasta ahora solamente hayamos hablado de complementos como las gafas, pulseras y relojes, la ropa también está convirtiéndose en dispositivos inteligentes y comenzamos a ver ejemplos de ropa convencional que también integra sistemas que se conectan a la red y que interactúan con nosotros. Durante el pasado CES pudimos ver la TEC Jacket 2.0, una chaqueta que era capaz de cargar nuestros gadgets y reproducir música, unos objetivos que parecen simples pero que escapan por completo a la funcionalidades que uno se espera de una chaqueta, como por ejemplo, la chaqueta del MIT Media Lab que es capaz de darnos un abrazo cada vez que alguien pulsa sobre el “me gusta” en una publicación que hayamos hecho en Facebook.

Otro ejemplo de chaqueta que combina resguardarnos del frío con alojar un sistema empotrado es Machina MIDI, un proyecto que tiene su origen en México y que se ha hecho extremadamente popular en la plataforma de crowdfunding Kickstarter. Gracias a esta chaqueta, el usuario puede componer música (en formato MIDI) con la simple interacción con los sensores y sistemas distribuidos en la prenda, una sesión de composición improvisada que hasta podremos controlar desde nuestro dispositivo móvil y escuchar todas las veces que queramos.

Machina-MIDI

Este nuevo paradigma de ropa y complementos inteligentes no ha hecho más que comenzar, aunque parece claro que ha venido a quedarse y a transformar nuestros dispositivos móviles en dispositivos “invisibles” y cada vez menos relevantes, tornándose estos objetos cotidianos en la base de nuestro acceso a la información que circula por la red o en el puente que nos conecta con nuestros familiares y con nuestros amigos.

Gracias al wearable computing, el Internet de las cosas está cada vez más cercano.

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