Leonardo da Vinci diseñó en el siglo XVI el puente más largo del mundo, que no se llegó a construir, pero que hubiera funcionado milimétricamente.
El genio creador de Leonardo da Vinci es de sobra conocido. Prototipo de hombre del Renacimiento, polifacético, experimentador y ávido de conocimiento de toda clase, el florentino guarda capacidad de asombro 500 años después de su muerte. En este caso se trata del diseño de un puente, de esos bocetos que se olvidaron en cajones y pilas de documentos sin que nunca se llevaran a cabo. Es fácil imaginarse al artista trabajando en estos modelos únicamente por puro divertimento , tal es la cantidad de estos diseños no fabricados.
Leonardo da Vinci nació un año antes del cataclismo que selló la Edad Media simbólicamente. Los historiadores coinciden en que aquel año de 1453, cuando una agotada Constantinopla caída en manos de los turcos otomanos, se inició una nueva era. La del Renacimiento, la de Leonardo. Y también Miguel Ángel y Rafael –solo falta Donatello para las cuatro tortugas Ninja–, Boticelli, El Bosco.
Mientras Europa pintaba e ideaba mirando a los principios clásicos del arte, el Imperio Otomano avanzaba por los Balcanes y extendía sus brazos por Asia menor y el norte de África. En medio de esta marcha infatigable –con la Europa cristiana aterrada por el empuje turcomano– los dirigentes de la Sublime Puerta también tenían tiempo de ordenar el interior de sus dominios. En 1502, el sultán Bayezid II quis o construir un puente en la recién nombrada Istambul.
Era importante conectar las dos orillas del estrecho del Bósforo a su paso por la ciudad que la sazón era la capital del Imperio Otomano. El proyecto era complejo y de gran envergadura. Tenía que ser el puente más largo del mundo para llegar a ambos lados del estrecho. Y no solo eso. Las aguas debían ser navegables, con lo que había que dejar sitio para que los barcos pasaran por debajo.
Uno de los que presentó un diseño para este flamante puente fue Leonardo. En una carta enviada al sultán le detalla cómo sería el puente más largo del mundo. El polímata florentino no solo creó una estructura lo suficientemente grande como para que pasaran barcos, lo hizo sin necesidad interponer pilares en medio.
Ahora en el MIT han comprobado que el diseño de este puente habría funcionado, lo que resulta todo una proeza. Sus dimensiones habrían sido colosales para la época: 280 metros de largo y 23 de ancho. En su punto más alto tendría 40 metros desde las aguas, suficiente para hacer navegable el Bósforo.
De la teoría a la práctica
De los múltiples diseños que Leonardo esbozó, muchos parecían solo teóricos, como el boceto de su máquina sumadora, que nunca fue construida. Pero lo cierto es que cuando se han intentado llevar a la práctica muchos algunos de ellos son plenamente funcionales.
En el MIT han creado una réplica en miniatura de lo que sería el puente diseñado por Leonardo. Lo han hecho imprimiendo en 3D más de cien bloques , para simular la piedra con la que se habría construido la estructura. Es 500 veces más pequeño que el pretendido, pero los investigadores han podido comprobar su aguante a escala.
Las condiciones de humedad del Bósforo también se han simulado. Y el puente ha sido capaz de aguantar el peso de prueba. Uno de su tamaño, en el siglo XVI, habría necesitado pilares sobre las aguas para cubrir una distancia tan larga. En cambio, la estructura de Leonardo se habría sostenido gracias a una geometría calculada , que lo habría mantenido estable por compresión. Una de las claves está en sus dos extremos, bifurcados en cada orilla, para repartir el peso en cuatro puntos.
Imágenes: MIT