El pasado mes de octubre celebramos el día de Ada Lovelace, en el que se honra la memoria de la que es considerada la primera programadora de la historia y que también sirve para celebrar los logros de todas las mujeres que trabajan en el ámbito de la tecnología, la ciencia o las matemáticas.
Cuando se habla del nacimiento de los primeros computadores, normalmente, se suelen asociar a hombres que trabajaban en el equipo de descifradores de códigos Bletchley Park durante la Segunda Guerra Mundial (como Alan Turing), John William Mauchly y John Presper Eckert en el ENIAC o Howard H. Aiken como responsable de la construcción de la Harvard Mark I; sin embargo, en los equipos de trabajo de estos pioneros de la computación se encontraban mujeres que ejercieron de programadoras y diseñadoras de los precursores de los ordenadores y servidores que sustentan nuestro trabajo diario.
Las programadoras del ENIAC
El ENIAC (Electronic Numerical Integrator And Computer) fue una computadora cuyo proyecto nació en el seno de la Segunda Guerra Mundial, como computadora de propósito general que podía ayudar al Cuerpo de Artillería del Ejército de Estados Unidos en los cálculos de disparos de proyectiles.
Este primer gran computador fue desarrollado componente a componente en la Universidad de Pennsylvania y, teniendo en cuenta la tecnología de la época, ocupaba una superficie de 167 metros cuadrados y estaba formado por 17.648 válvulas de vacío, 7.200 diodos de cristal, 1.500 relés, 70.000 resistencias y 10.000 condensadores unidos mediante 5 millones de soldaduras que unían todos los componentes.
El ENIAC era un sistema capaz de realizar 5.000 sumas y 300 multiplicaciones por segundo, pesaba 27 toneladas, podía consumir 160 KW de electricidad (según cuentan las crónicas, provocaba cortes de luz en las zonas cercanas a la universidad) y calentaba la habitación en la que se emplazaba hasta llegar a los 50 grados de temperatura.
Este coloso de la tecnología de finales de los años 40 (su construcción finalizó en 1946) sirvió al Ejército de Estados Unidos y a la Fuerza Aérea desde 1947 hasta 1952 (se trasladó el computador al campo de pruebas de Aberdeen) y, para su funcionamiento, los programas a ejecutar debían introducirse de una manera que hoy en día nos parecería nada convencional. El ENIAC se programaba mediante la interconexión de cables: aproximadamente 6.000 conexiones que eran operadas por un grupo de mujeres, las encargadas de introducir los programas a ejecutar en este gran computador.
Jean Jennings Bartik, Betty Snyder Holberton, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence fueron este grupo de pioneras programadoras que, desde 1997, forman parte del Women in Technology International Hall of Fame, como reconocimiento a su labor en el campo de la computación.
No teníamos manuales para la ENIAC. Aprendimos a programarla estudiando los diagramas lógicos. Qué bendición. Hicimos todo desde el principio. Aprendimos cómo funcionaban las computadoras. Nos ganamos el respeto de los ingenieros desde el comienzo porque realmente entendimos lo que estábamos haciendo y pudimos corregir mejor que ellos los errores, pues teníamos nuestros programas de pruebas así como el conocimiento sobre la computadora.
Grace Hopper
Grace Murray Hopper es otra de las mujeres clave para la historia de la tecnología. Además de ser uno de los integrantes del comité que definió el Lenguaje COBOL de programación, esta oficial de la Armada de Estados Unidos (que se retiraría con el grado de Contraalmirante y siendo la oficial de mayor edad de la Marina) ingresó en la Marina en 1943, a la edad de 37 años y con una licenciatura en física y matemáticas, y se graduó en la Escuela Naval como la primera de su promoción en 1944.
Su primer destino fue la Universidad de Harvard, a donde sería transferida para trabajar a las órdenes del Comandante Howard Aiken en la construcción de la Harvard Mark I, un proyecto en el que colaboraba la Universidad, IBM y la Marina de Estados Unidos. La Mark I era una computadora enorme de 15,5 metros de largo, 2,40 metros de altura, 60 centímetros de ancho y un peso de 5 toneladas que alojaban 800 kilómetros de cableado, 3 millones de conexiones, 760.000 ruedas para implementar los registros de datos, 1.400 interruptores rotatorios, 72 registros mecánicos y un buen número de relés.
La Mark I era capaz de realizar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones con la particularidad de usar resultados anteriores (gracias al registro acumulador) a una velocidad de entre tres y cinco cálculos por segundo; ejecutaba subrutinas y leía datos de tarjetas perforadas, un aspecto que Grace Hopper aportaría, puesto que se encargaría de trabajar en la programación de esta computadora mítica.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Hopper pasó a la Reserva Naval y permaneció en Harvard trabajando con la Mark I en el desarrollo de aplicaciones de contabilidad hasta que, en 1949, se trasladó a Eckert-Mauchly Corporation para trabajar en las computadoras BINAC y UNIVAC I (la primera computadora comercial de Estados Unidos). En 1952, Hopper desarrolló el A-0, el primer compilador de la historia y, en 1957, el B-0 FLOW-MATIC, el primer compilador para procesamiento de datos que usaba órdenes en inglés y que se usaría para confeccionar nóminas. Gracias al FLOW-MATIC, Hopper sería invitada a formar parte del comité encargado de definir el lenguaje COBOL y, años más tarde, también participaría en la definición del lenguaje FORTRAN.
Hopper, por su condición de reservista, fue llamada en múltiples ocasiones al servicio activo y, hasta 1986, trabajó en diversos proyectos de la Marina de Estados Unidos sobre computación y estandarización de lenguajes de programación, hasta su retiro definitivo (promocionando desde Comandante hasta Contraalmirante en todo este período). Desde 1986 hasta 1992, Hopper siguió en activo, trabajando en Digital Equipment Corporation e impartiendo conferencias en todo el mundo, hasta que murió a la edad de 85 años. Hoy en día, existe un navío de la Marina de Estados Unidos que lleva su nombre y la Association for Computing Machinery otorga un premio anual en su honor.
Imágenes: Universidad de Columbia, Wikipedia y Calvin College