Yoga, natación, spinning o caminar media hora al día a buen ritmo. La mayoría de nosotros estamos ya concienciados de la importancia de entrenar para la transformación de nuestras capacidades físicas e incluso mentales para mantenernos ágiles y plenamente en forma.
Pero, si preguntases a esas mismas personas sobre sus posibilidades ante las grandes transformaciones personales y profesionales a las que se enfrentan a lo largo de su vida, seguramente te responderían que algunos tienen facilidad para cambiar, mientras que para otros cualquier modificación en sus hábitos se les pone muy cuesta arriba.
Lo que quizá no les hayan contado es que toda transformación, incluida la digital, no es más que una concatenación de pequeños cambios y que la capacidad para adaptarse a ellos se puede entrenar, como en el gimnasio, o embotar por falta de uso.
La historia de dos hermanos
Me gustaría presentarte a dos hermanos gemelos, Carlos y Julián. Carlos lleva 25 años trabajando en el área de finanzas de una gran empresa, tiene un sueldo estable y un contrato seguro. Julián es taxista y no ha parado de sufrir crisis y altibajos: primero la Gran Recesión, luego los cierres en los cines y teatros de la parte alta de la ciudad. Finalmente, la pandemia del Covid. ¿Cuál de los dos crees que tiene más posibilidades de sobrevivir en tiempos tan convulsos?
Nassim Taleb en su libro ‘Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden’ cuenta una historia muy parecida a esta. Y su conclusión es contraintuitiva a la vez que rotunda: “Las compañías que no tiene volatilidad en sus ingresos tienen más posibilidades de ir a la bancarrota”, explicó durante su intervención en la edición 2020 de EnlightED.
Y, en el caso de las personas, el resultado es similar: “La volatilidad en los ingresos es información. Si no estás ganando el suficiente dinero, cambias de rutas, tratas de descubrir a dónde ir. Mientras que el otro (hermano) no dispone de información, ningún feedback de la realidad”. En opinión de este estudioso de las matemáticas, la probabilidad y la aleatoriedad, “los estresores son feedback” y los necesitamos para vivir. “Muchas cosas mueren cuando las privas de estresores”.
Para entrenar la transformación, introduce pequeños desórdenes cotidianos
Y hay maneras sencillas de introducir pequeños estresores en el día a día, sin necesidad de renunciar a un trabajo estable, que obligan a nuestra mente a salir del piloto automático y a crear nuevas conexiones neuronales que nos ayudarán a ser más adaptables cuando la realidad verdaderamente lo exija.
Por ejemplo, modificar deliberadamente la ruta que seguimos sin pensar para llegar al trabajo o al colegio de nuestros hijos; salir de la cantina de todos los días y almorzar en un restaurante diferente; hacer la compra en un supermercado nuevo o forzarnos a terminar ese texto o esa presentación con una aplicación que no sea la habitual.
Domina el arte del microcambio
En una charla TED ya mítica, B.G. Fogg detalló cómo logró hacer entre 60 y 70 flexiones al día sin tener que hacer acopio de grandes dosis de fuerza de voluntad o alterar un milímetro sus rutinas cotidianas. Simplemente, cada vez que iba al cuarto de baño a orinar (ancla a partir de un comportamiento existente), hacía dos flexiones (nuevo comportamiento esperado) y luego celebraba con un sentido “genial” alzando los brazos (gratificación) el hecho de haber realizado esta sencilla tarea, tan simple que no requería grandes niveles de motivación. Una vez asentado el comportamiento deseado, fue aumentando las repeticiones hasta llegar a las ocho en cada escapada al baño.
El secreto del éxito de este sistema, que han utilizado empresas como Microsoft para introducir nuevos comportamientos vinculados al lanzamiento de herramientas, está en lograr trocear un gran objetivo en pequeños microhábitos que poco a poco contribuyen a lograr con éxito el gran propósito final sin apenas esfuerzo. Por ejemplo, y siempre según el propio Fogg, introducir estas nuevas microconductas ligadas a distintos disparadores cotidianos ha sido la técnica más eficaz que ha encontrado para mantener un peso estable sin recurrir a la fuerza de voluntad, las dietas o a grandes sacrificios.
Actúa y deja de pensar
Chip y Dan Heath en su best seller ‘Switch. Cómo cambiar las cosas cuando el cambio es difícil’ ya lo tenían claro. Utilizando una metáfora ideada por Jonathan Haidt, hablaron de que, ante cualquier transformación, entran en conflicto dos fuerzas contrapuestas: nuestro lado racional, que ellos llaman el jinete, y nuestro lado emocional, que denominan el elefante. El uno procura planificación y dirección, mientras que el otro nos provee con la energía que necesitamos para salir de nuestra zona de confort. El problema es que ningún cambio es posible si no contamos con ambos. “Lo más probable es que conozcas a personas con problemas de jinete: tu amigo, que puede agonizar durante veinte minutos sobre lo que va a cenar; tu colega, que puede participar en una lluvia de ideas durante horas, pero que parece que nunca puede tomar una decisión”.
¿Cuál es el motivo?
Según Mel Robbins, quien se ha pasado décadas analizando por qué no conseguimos lo que deseamos, “si escuchas cómo te sientes cuando se trata de conseguir lo que deseas no lo conseguirás nunca, porque no te va a apetecer”. Y, con ello, se refiere a que nunca va a ser un buen momento para invertir la fuerza y la energía que requerirías para lograrlo. “Tu problema no son las ideas, tu problema es que no actúas sobre ellas”, concluye.
Y aquí es donde entra la gimnasia del cambio, con técnicas como llevar a cabo una sola acción -por simbólica o pequeña que sea-, que te acerque a tu gran objetivo. O lo que se conoce como acción masiva imperfecta, que te invita a experimentar, intentar y hacer muchas cosas para vencer la parálisis por el análisis y tocar tantas puertas como te sea posible para ver cuál se abre. Métodos que Robbins llevó al paroxismo con lo que llamó la regla de los cinco segundos: si tienes el impulso de hacer algo y no tomas una acción en esos primeros instantes, tu mente racional tirará del freno de emergencia para que no salgas de tu zona de confort. Una sencilla cuenta atrás que impide que entres en diálogo con tus excusas y empieces a actuar para convertirte en aquello que quieras.